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La regulación del teletrabajo es una trampa para las mujeres

Escribe Mercedes Trimarchi, diputada bonaerense (m.c.) por Izquierda Socialista/ FIT Unidad

En el Congreso se está debatiendo una ley para regular el teletrabajo o home office, una modalidad que la cuarentena impuso con la aparición de los primeros casos de Covid-19. Fue consensuada entre el Frente de Todos (FdT) y Juntos por el Cambio (JxC), con especial atención al reclamo de los empresarios y acordada con la burocracia sindical. Los medios de comunicación dicen que con esta ley se busca fijar los requisitos mínimos para garantizar derechos y obligaciones de los y las trabajadoras que luego serán incorporados en los convenios colectivos de trabajo. Pero con la sanción de esta ley se consuma un nuevo ataque a nuestros derechos y se avanza en la precarización laboral.

Para las mujeres es presentada como una “posibilidad de aliviar nuestras tareas”, ahorrándonos, por ejemplo, el viaje a nuestros trabajos o el pago de una niñera. Pero el teletrabajo afecta a sectores, como docentes y estatales, donde la mayoría somos mujeres, refuerza la división sexual del trabajo y la doble jornada, partiendo de estereotipos y poniendo a las mujeres como responsables de las tareas hogareñas.

La realidad de nuestros hogares es caótica, de un día para el otro se transformaron en nuestros lugares de trabajo, de estudio y de vida. Pasamos a convivir las veinticuatro horas del día todos los integrantes de la familia, compartiendo los mismos espacios y las mismas pantallas. Sí, las tareas escolares y el teletrabajo los realizamos al mismo tiempo y en el mismo lugar, pagando de nuestros bolsillos los aumentos por el consumo de luz, gas e internet y utilizando nuestras computadoras y celulares al borde del colapso. Muy lejos está el mundo ideal donde las casas tienen escritorios personales, sala de juegos, dormitorios separados y un comedor aparte. Esa distribución solo existe en la ficción que nos muestran en las películas. La realidad cotidiana de las familias trabajadoras está muy lejos de esa imagen porque en nuestros hogares hay una sola mesa que compartimos entre todos los integrantes de la familia, allí se come, se estudia y se trabaja. Ni hablar de la situación que se vive en los barrios populares, donde muchas veces ni siquiera hay acceso al agua potable. A casi cien días de declarada la cuarentena el gobierno nacional y los provinciales no han garantizado las condiciones dignas en el hogar para el teletrabajo o para el estudio de niñes y adolescentes. Regularizar esta situación, como pretenden desde el Congreso con este proyecto de ley de teletrabajo, es institucionalizar un estado de excepcionalidad en detrimento de nuestros derechos.

Hace unas semanas, en El Socialista comentamos una encuesta que realizaron las trabajadoras del Ferrocarril Sarmiento que integran la agrupación Mujer Bonita es la que Lucha, en la que se advierte que el 60% de las trabajadoras ferroviarias son el único sostén económico del hogar  (https://bit.ly/2BtPxcD). Estos datos se corresponden con la realidad del conjunto de las trabajadoras, ya que somos las mujeres las jefas de los hogares más humildes. Sobre nosotras recae el sostén económico y emocional de nuestros hijes, sin ningún tipo de ayuda ni acompañamiento estatal. Durante la cuarentena las mujeres somos cuidadoras de tiempo completo y a eso se le suma la sobrecarga del teletrabajo en la que no se respetan siquiera las horas de descanso. Así nuestros cuerpos reciben una sobrecarga que conlleva graves consecuencias para nuestra salud. Exigimos una cuarentena con derechos, sin despidos, suspensiones ni rebaja salarial y con licencias pagas para las madres y padres que tengan a su cargo hijes y adultes mayores. Por eso advertimos que la “regularización” del teletrabajo por fuera de la situación de excepcionalidad de la cuarentena y la pandemia del Covid-19 estará al servicio de profundizar la precarización laboral, la flexibilidad de nuestras tareas y reforzará la doble jornada laboral.