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El teletrabajo y la flexibilización laboral

Publicado en El Socialista N° 465
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Escribe Pablo Almeida, delegado general de ATE del Ministerio de Economía

Uno de los efectos colaterales de la pandemia del coronavirus ha sido la implementación masiva del teletrabajo. Tanto en el sector público como privado las patronales hablan de que esta modalidad llegó para quedarse ya que sería un aprovechamiento de los avances tecnológicos que benefician tanto a los trabajadores como a las empresas. La realidad dista mucho de ser la panacea que se vende. La institucionalización del teletrabajo es una herramienta al servicio de la precarización y la flexibilización laboral.

Los grandes medios de comunicación hablan a diario de los cambios que llegaron para quedarse con la pandemia. Y el teletrabajo figura como una de las prioridades. Intentan instalar que sería algo tan beneficioso para todas las partes que, seguramente, persistirá más allá de levantada la cuarentena. El pasado sábado 20 de junio, por poner solo un ejemplo, Clarín tituló “El home office llegó para quedarse, según las empresas”. En la nota se explica que, con el avance de la tecnología, los “colaboradores”, eufemismo con el que las grandes patronales intentan desdibujar la relación laboral, “tienen un rol más activo (…) y toman la responsabilidad de autoliderarse en remoto”. Suena maravilloso, pero esta pomposa frase deja ver las verdaderas intenciones: trabajadores más explotados que a su vez pagan su lugar y herramientas de trabajo.

Como no podía ser de otra forma, las patronales buscan utilizar los avances tecnológicos para incrementar aún más sus ganancias. En primer lugar reduciendo costos, ya que no tienen que proveer un lugar de trabajo, mobiliario, electricidad, conectividad ni equipamientos informáticos para desarrollar las tareas. En segundo lugar, porque pueden aumentar los ritmos de trabajo. Como ya está sucediendo, al ser el domicilio el ámbito de trabajo y la computadora la herramienta, el trabajador se encuentra siempre disponible para realizar sus tareas. El comienzo y el fin de la jornada laboral se desdibujan y las jefaturas solicitan tareas en cualquier momento y cualquier día de la semana. Especialmente en aquellos lugares donde existe pago o evaluación “por objetivos”, o donde la precariedad del vínculo laboral hace imposible una negativa del trabajador. Al mismo tiempo, el teletrabajo sería un enorme avance en la atomización de gran parte de la clase trabajadora  haciendo mucho más difícil cualquier tipo de organización, socialización y reclamo ante la inexistencia de un ámbito común de trabajo.

Por supuesto que estas campañas de embellecimiento intentan apoyarse en los aspectos que pueden resultar beneficiosos en el corto plazo para cualquier trabajador. El hecho de no tener que viajar como ganado durante una o dos horas de ida y otro tanto de vuelta obviamente que resulta tentador. Lo mismo sucede con la posibilidad de que uno supuestamente puede organizar sus propios horarios minimizando así los gastos para que alguien cuide a hijos o adultos mayores. Pero lo que hoy aparece como beneficio circunstancial se esfumará rápidamente por la presión de las patronales, que saben que cuentan con el aval del gobierno. Sin ir más lejos, el presidente Alberto Fernández señaló en una entrevista con Radio con vos (5/5/2020) que las reducciones salariales de 25% aplicadas a quienes no estaban concurriendo a sus lugares de trabajo no eran en realidad una rebaja en el poder adquisitivo, ya que estos trabajadores tenían menores gastos.

En el Congreso se comenzó a discutir un proyecto común del Frente de Todos y Juntos por el Cambio que busca institucionalizar el teletrabajo dejándole las manos libres a las patronales como un ariete contra los derechos de gran parte de la clase trabajadora. Una vez más la burocracia que dirige las centrales sindicales, tanto CGT como CTA, nada hace en oposición a esta iniciativa. Desde el sindicalismo combativo llamamos a organizarnos contra esta nueva entrega, al mismo tiempo que exigimos que se reglamente el teletrabajo para la excepcionalidad de la pandemia poniendo límite a los atropellos patronales. Rechazamos cualquier legislación que institucionalice esta herramienta al servicio de la flexibilización y la precarización laboral. Llamamos a defender con organización y lucha la conquista histórica de que los convenios colectivos de trabajo sean discutidos por las organizaciones de trabajadores y no por los diputados y senadores de los partidos patronales.