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La ley del teletrabajo atenta contra la autonomía de las mujeres

Escribe Mercedes Trimarchi, diputada bonaerense (m.c.) por Izquierda Socialista/ FIT Unidad

El proyecto de ley para regular el teletrabajo que fue aprobado en la Cámara de Diputados y que pasó al Senado con media sanción, con el apoyo de peronistas kirchneristas y macristas, es un nuevo ataque a nuestros derechos como clase trabajadora y, en especial, contra las mujeres.

Desde el inicio del aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO) muchas trabajadoras y trabajadores, tanto del sector público como del privado, continuamos con nuestro trabajo pero desde nuestras casas. Es verdad que de esta manera se evitaron muchos contagios, no solo en los lugares de trabajo sino también en el transporte público. Pero esta situación excepcional por la pandemia no debe institucionalizarse, como pretende esta ley, cuando termine la cuarentena, porque implicará un retroceso en nuestros derechos laborales.

De acuerdo con una encuesta realizada por Quiddity publicada en el diario La Nación el 10 de julio, casi el 40% de las personas que están realizando sus tareas con esta modalidad durante la cuarentena admiten que están trabajando más horas que antes. Y esto es así porque no hay límites en los horarios y no se respeta la jornada laboral. Cuesta más concentrarse y, sobre todo, cuando hay otros miembros de la familia a los cuales atender. Nos mandan correos electrónicos a cualquier hora y nos piden trabajos sin respetar los horarios de descanso. Además, ninguna empresa se hace cargo del aumento del consumo de electricidad o de gas o, incluso, de la reparación y mantenimiento de los equipos electrónicos que utilizamos para trabajar.

Quienes están a favor de esta ley argumentan que, de aprobarse, se terminarían los abusos por parte de las patronales porque en el texto del proyecto aparece tipificado el derecho a la desconexión, el respeto a la jornada laboral y la entrega de dispositivos electrónicos por parte de la empresa. Pero sabemos muy bien que esto no ocurrirá, porque al estar en soledad y en la casa tenemos muchas menos posibilidades para organizarnos colectivamente con compañeras y compañeros para enfrentar estos atropellos patronales que solo buscan aumentar sus ganancias.

Las tareas de cuidado seguirán recayendo sobre nosotras

Por otro lado, nos quieren convencer de que esta ley sería un avance para quienes tenemos la responsabilidad de cuidar a otras personas, porque en su artículo 6° enuncia: “Las personas que trabajen bajo esta modalidad y que acrediten tener a su cargo, de manera única o compartida, el cuidado de personas menores de trece (13) años, personas con discapacidad o adultas mayores que requieran asistencia específica, tendrán derecho a horarios compatibles con las tareas de cuidado a su cargo y/o a interrumpir la jornada”.

En primer lugar, este tipo de cuidados debería estar a cargo del Estado y no recaer en una persona (que por el orden patriarcal termina siendo una mujer) que lo hace gratuitamente y que, además, tiene otro trabajo. Pero a la vez también será una trampa para nosotras que, con años de lucha, logramos acceder al mercado laboral fuera de nuestras casas y aun así, con muchas más desventajas que los varones. Techo y paredes de cristal, brecha salarial, acoso laboral, solo por nombrar algunas de las consecuencias que pagamos por haber ingresado en el mundo de la producción que estaba reservado a los hombres.

Las patronales pregonan los “beneficios” del teletrabajo en general, pero especialmente dirigido a las mujeres. Hablan del tiempo que se gana al “estar en casa” evitando los traslados y que hasta se “ahorraría” el costo de contratar a una niñera. Todo un discurso que intenta esconder la superexplotación que vivimos las trabajadoras. Está cantado que, aunque la ley hable de “personas que tengan a otras a su cargo”, sabemos que estas tareas de cuidado recaerán sobre nosotras. No hay duda de que a las primeras que mandarán a trabajar a sus casas será a las mujeres. No es casualidad que nos quieran “devolver” al espacio doméstico una vez más. Para muchas, estar en un lugar diferenciado para el trabajo tiene varias ventajas, como la posibilidad de estrechar vínculos fuera del ámbito familiar, de organizarse colectivamente, de disponer de un espacio/tiempo específico para esas tareas y para el desarrollo personal. La lucha de años por el ingreso de las mujeres en el mercado laboral, principio básico de nuestra autonomía económica, se está viendo amenazada por esta norma. No podemos permitir semejante atropello, debemos organizarnos para que se respeten nuestros derechos conquistados y, a la vez, contra la doble jornada laboral que recae sobre nosotras. Basta de violencia laboral contra las trabajadoras.