Print this page

Secuestro y aparición de M. / Se la encontró por la movilización


Escribe Mercedes De Mendieta, legisladora porteña electa, Izquierda Socialista-FIT Unidad

A partir del impacto nacional que produjo el caso M, la niña de siete años que vivía en la calle con su mamá y que fue raptada durante tres días por Carlos Savanz, se puso en evidencia la situación de miles de niñas, niños y adolescentes que se encuentran sobreviviendo en condiciones de extrema pobreza y vulnerabilidad. La responsabilidad de los gobiernos frente a esta situación es innegable.

Desde que nos enteramos de su desaparición, con Isadora no dudamos en ponernos a disposición de la familia, colaboramos con la difusión del caso en nuestras redes y estuvimos presentes en el corte de la autopista Dellepiane, que fue central para que comiencen a buscar a la niña. Recordemos que la Policía de la Ciudad ni siquiera le había tomado la denuncia a la mamá, quien desesperada fue a la comisaría a decir quién fue y cuándo se llevó a su hija. Esta demora en la toma de la denuncia le permitió al captor sacarla de la ciudad y llevarla a otro distrito en la provincia de Buenos Aires, atravesando gran parte de la zona oeste del conurbano bonaerense.

Lamentablemente, la demora y la falta de recepción de las denuncias son moneda corriente cuando una mamá denuncia que desapareció su hija. Es más, en este caso se perdieron siete horas hasta que las vecinas y los vecinos del barrio tuvieron la valentía de cortar la autopista frente a la inoperancia de la policía. Pero si eso no hubiese pasado, lo “normal” para la policía es esperar cuarenta y ocho horas para tomar una denuncia frente a una desaparición. Y en esas cuarenta y ocho horas claves para cualquier búsqueda las redes de trata que operan con total impunidad en nuestro país sacan a niñas y adolescentes, las transportan a otras provincias y hasta las llevan a otro país.

Esto sucede a diario a la luz de los ojos de cualquier comisario, juez o funcionario que, lejos de tomar medidas para desmantelar las redes de trata, dejan que operen con total impunidad porque se llevan una parte importante de la tajada, ya que es uno de los tres negocios más rentables del mundo junto con la venta ilegal de armas y el narcotráfico. Por todo esto, cuando nos enteramos el jueves a la mañana que la niña había aparecido sentimos una inmensa alegría. Para las feministas encontrar a una desaparecida (luego de tres días) con vida es muy significativo porque no siempre es lo que sucede.

La infantilización de la pobreza crece

Vivir debajo de un puente, expuestas al frío, a la lluvia, al hambre y a todo tipo de violencias no es el deseo de ninguna mamá ni de ninguna niña o niño. Tampoco es la responsabilidad individual de esa persona, sino que es la consecuencia de años de políticas de ajuste que van llevando a la exclusión a cada vez más personas. Esa fue y es la política que llevan adelante todos los gobiernos patronales y por eso aumentan la pobreza, la desigualdad social y las violencias.

En nuestra cotidianidad, vemos cada vez más personas viviendo en la calle y pidiendo algo para comer. Según los datos del Observatorio del Derecho Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), en apenas una década 1,8 millones de niñas y niños se sumaron a los cinco millones que se encontraban en la pobreza en 2011. En ese año las niñas y niños que vivían en hogares que no reunían los ingresos para superar la canasta básica total (medida para determinar el nivel de pobreza) representaban el 40% del total, mientras que a diciembre de 2020 la cifra llegó hasta 64 por ciento. En el mismo período, la indigencia alcanzó a 2 millones de niñas, niños y adolescentes, equivalente al 16% que vive en hogares que no reúnen ingresos para hacerse de los alimentos necesarios para vivir. En 2011 representaban el 6,7 por ciento.

La infantilización de la pobreza, al igual que su feminización, crecen a diario y eso es responsabilidad de los gobiernos que, lejos de atender las demandas más urgentes de la clase trabajadora y de los sectores más vulnerables, miran para otro lado y facilitan el enriquecimiento cada vez mayor de los empresarios y pagan la fraudulenta deuda externa por la que se van miles de millones de dólares afuera, en vez de mejorar la salud, la educación y el acceso a la vivienda de niñas, niños y adolescentes.