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Las enseñanzas del Cordobazo

Escribe Adolfo Santos

En mayo de 1969, Córdoba se convirtió en el centro de atención. Una movilización obrera, estudiantil y popular, apoyada en una poderosa huelga, derrotaba a la policía y tomaba el control del centro de la ciudad. Esos hechos, que quedarían conocidos como el Cordobazo, iban a cambiar el rumbo del país dejando profundas huellas e importantes enseñanzas.

En 1966 se había instalado en el gobierno una dictadura militar. Encabezada por el general Juan Carlos Onganía, llegó proclamando que se quedaría por veinte años. El movimiento obrero sufrió terribles ataques, salarios congelados y una alta inflación, su nivel de vida se redujo de forma vertiginosa. Los partidos políticos estaban prohibidos y una serie de derechos democráticos y laborales fueron conculcados. Para peor, la mayoría de las direcciones sindicales, encabezadas por el burócrata metalúrgico Augusto Vandor, colaboraban abiertamente con la dictadura, impidiendo que las peleas que daba el movimiento obrero pudieran avanzar.

Pero en 1969 comenzaron a surgir luchas estudiantiles. El rector de la Universidad del Nordeste decretó la privatización de los comedores estudiantiles de Corrientes y Resistencia y los jóvenes respondieron con una fuerte movilización. La represión dejó el primer muerto, el estudiante Juan José Cabral. Fue un impacto que provocó huelgas y manifestaciones estudiantiles en todo el país. En Rosario se generó una fuerte lucha con enfrentamientos en las calles. Una ola de solidaridad obligó a la CGT a llamar a un paro el 21 de mayo, en el que fue muerto el joven metalúrgico Adolfo Ramón Blanco. En ese escenario se fue gestando el Cordobazo.

Estalla la rebelión

Las luchas estudiantiles contagiaron a los trabajadores. Fue en Córdoba donde ese proceso se desencadenó con más fuerza. Los obreros de las grandes fábricas de automotores se movilizaron contra las quitas zonales y la suspensión del sábado inglés. Obligada por los hechos, la CGT llamó a un paro nacional para el 30 de mayo. Pero la CGT local se adelantó. A las 11 del día 29, los trabajadores abandonaron las fábricas y marcharon hacia el centro de la ciudad. Miles de obreros de Industrias Kaiser, Fiat y otras fábricas menores ganaron las calles. En el centro, los estudiantes junto a trabajadores y empleados de Luz y Fuerza, cuya principal referencia era Agustín Tosco, realizaban un acto que fue violentamente reprimido.

Siguiendo el ejemplo reciente del Mayo Francés, se armaron las primeras barricadas y la lucha se generalizó. La fuerza de la rebelión obligó a la policía a retroceder. Comenzaba a imponerse un doble poder donde los trabajadores, junto con los estudiantes, controlaban una parte de la ciudad. No había allí partidos políticos ni dirigentes sindicales. Trabajadores, estudiantes y sectores populares se organizaban como podían al grito de “¡obreros al poder!”. Se había quebrado el orden y el gobierno tuvo que recurrir al ejército. Pero los trabajadores y los sectores populares no retrocedieron y mantuvieron una firme resistencia que le iba a costar dieciséis muertos, según datos oficiales, centenas de heridos y detenidos. Después de horas de enfrentamientos la tensión cedió, pero el sentimiento era de triunfo, de haberle asestado un duro golpe a la dictadura, algo que se acabaría confirmando plenamente.

Una rebelión triunfante

El levantamiento de Córdoba generó un ascenso incontenible que se extendió a Rosario y Tucumán. En Corrientes, Salta y La Plata los estudiantes salieron a las calles y, para coronar, al día siguiente una huelga general paralizó a todo el país. Fueron golpes mortales que destrozaron el régimen patronal militar y cambiaron la relación de fuerzas entre las clases, imponiendo el inicio de un proceso de luchas y conquistas que sólo se cerraría con el golpe militar de 1976.

Fue un triunfo que restauró la confianza de la clase trabajadora en sus propias fuerzas. Sin embargo, la burguesía consiguió maniobrar para desviarlo hacia el proceso electoral. En 1972, el general Lanusse, el último representante militar, fue el arquitecto del Gran Acuerdo Nacional junto con los partidos patronales, fundamentalmente con el apoyo del peronismo, que contaba con la confianza del movimiento obrero. El GAN les permitió una relativa estabilidad, encauzando el proceso de luchas hacia las elecciones de 1973, en las que se impusieron los gobiernos peronistas patronales de Cámpora y, luego, de Perón.

En la experiencia del Cordobazo encontramos hechos que se han repetido en otras rebeliones. El comienzo fue por reivindicaciones mínimas, económicas o democráticas, como la simple eliminación del sábado inglés. Otro elemento importante es que solo es posible una conquista con la movilización y la lucha. Pero lo fundamental es que, para que una rebelión de este tipo avance, la clase trabajadora se debe dotar de una organización política independiente de los partidos patronales y de los dirigentes sindicales burocráticos, que presente un programa con las reivindicaciones de su clase y que plantee que gobiernen los propios trabajadores.

La ausencia de esa alternativa impidió que el Cordobazo avance hasta sus objetivos finales. Lo mismo había acontecido un año antes durante el Mayo Francés. Hoy en Colombia se está dando una acción parecida. La clase trabajadora, junto con la juventud y sectores populares, está encabezando un proceso de luchas que ha colocado contra las cuerdas al régimen uribista encabezado por Duque. Los representantes de la burguesía, del reformismo, de las burocracias sindicales y del progresismo latinoamericano están llamando al diálogo por la paz, es decir a detener la movilización para canalizarla a través de la vía electoral. Hay que intervenir con fuerza para construir una salida de clase, una dirección política y sindical revolucionaria que vaya hasta el final y evite que nuevamente se desvíe el proceso revolucionario.