Grecia: A un año del ascenso de Tsipras, Entre el ajuste y la huelga general

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Movilización de los obreros de la construcción en GreciaMientras el gobierno de Syriza avanza en la aplicación del plan exigido por la Troika, van creciendo las protestas. Paros y manifestaciones son el escenario diario de Grecia, mientras se prepara un paro general para el 4 de febrero.

Escribe: José Castillo

Alexis Tsipras conmemoró el primer aniversario del triunfo de Syriza en un escenario muy distinto al de un año atrás. Las multitudes entusiastas en Plaza Syntagma fueron reemplazadas por un pequeño evento cerrado, donde el Primer Ministro volvió a despacharse sobre las bondades del acuerdo con la “Troika” (Unión Europea, Banco Central Europeo y FMI) y la necesidad de avanzar en el ajuste, ufanándose de “lo bien que había sido recibido en el Foro Mundial de Davos”.

Mientras tanto, las huelgas son cosa de todos los días. Una verdadera ola se desató en la segunda quincena de enero. Los ferroviarios realizaron un paro nacional que duró tres días. El sindicato de abogados paralizó el poder judicial por una semana entera. Los médicos realizaron un paro de 24 horas. También hubo huelgas de los trabajadores marítimos que realizan el traslado en ferry entre Atenas y las islas y de los trabajadores de la pesca. El martes 2 de febrero paró todo el transporte de Atenas. El miércoles 3 será el turno del sindicato de periodistas. La plaza Syntagma es escenario diario de manifestaciones contra el ajuste. Quien esto escribe pudo observar en apenas cuatro días por el país marchas organizadas por Adedy (sindicato de empleados públicos, incluyendo docentes), por estudiantes universitarios, médicos, abogados, trabajadores de los ferrys y obreros de la construcción. Todo este conjunto de protestas está confluyendo en una nueva huelga general el 4 de febrero, que sería la segunda desde que asumió Tsipras, y que todos evalúan será mucho más extendida y masiva que la anterior del 12 de noviembre.

¿Qué está en discusión?

Desde su comienzo el gobierno de Tsipras apostó a un acuerdo con la Troika (comandada por Angela Merkel y la banca internacional) donde, a cambio de algunos “ajustes” (que el gobierno decía que serían menores a los que se habían comprometido los gobiernos anteriores), Grecia recibiría fondos para “normalizar” su economía. Esto evidentemente no sucedió, a pesar de que el gobierno de Syriza siguió retrocediendo, aceptando cada vez más imposiciones de la Troika. Todo terminó en una crisis enorme a mediados de año, donde incluso llegaron a cerrar los bancos, atrapando en un “corralito” los ahorros de los trabajadores. Ahí fue cuando Tsipras llamó al plebiscito del 5 de julio, donde los griegos se pronunciaron masivamente por el “Oxi” (“No” en griego) al memorándum con la Troika. Sin embargo, en un giro espectacular, apenas pocas semanas después Tsipras procedió a hacer exactamente lo contrario y aceptar el acuerdo y todas las imposiciones de la Troika. Una traición en toda la línea. A ello siguió una enorme crisis en el partido de gobierno, que culminó rápidamente con la salida de toda su ala izquierda y el llamado de Tsipras a las elecciones de setiembre, que le dieron el triunfo, aunque en el marco de una enorme abstención.

Desde entonces Tsipras inició un camino de un ajuste mucho mayor incluso que el que en su momento intentaron hacer sus antecesores. En la agenda está la privatización de aeropuertos, puertos y ¡hasta islas completas!; una feroz reforma del sistema de pensiones (con reducción de las mismas, aumentos de la edad jubilatoria y de las retenciones a los trabajadores); más recortes en los sistemas de salud y educación (ya previamente achicados en los años anteriores) y aumentos astronómicos en los impuestos a los sectores populares. Esta es la “agenda” a la que hoy se oponen los trabajadores, en un movimiento creciente día a día.

Mientras tanto, Tsipras se enfrenta al hecho de que la Troika le dice que “va bien” pero todavía debe “ajustar más”. Así se lo hizo saber la propia titular del FMI Christine Lagarde, quien le señaló que la terrible reforma del sistema de pensiones debe ser más dura aún. Esta exigencia de mayores ajustes es la excusa para demorar el envío de fondos a Grecia comprometido por la Unión Europea. Mientras tanto, la economía griega sigue hundiéndose, con salarios y jubilaciones 40% por debajo a los de pocos años atrás y niveles de desempleo cercanos al 30%.

La clase trabajadora griega, aún en el marco de la enorme confusión y desánimo que significó la traición de Tsipras, no está derrotada. La fortaleza de los paros parciales y el indudable éxito de la nueva huelga general marcan que no le será fácil al gobierno llevar adelante el ajuste. Lamentablemente, este enorme activismo sindical no está acompañado por una recomposición política de las fuerzas de izquierda que se oponen al memorándum. Mientras el KKE (Partido Comunista Griego), la fuerza de izquierda opositora más grande, sigue con su política criminal de dividir todas las luchas y no coordinar con nadie, el resto de las organizaciones no han dado paso alguno para coordinarlas. Esto es lo que se necesita: un frente o bloque que unifique las luchas con un programa alternativo, que no puede ser otro que el rechazo a un acuerdo con la Troika, por la ruptura con la Unión Europea y el Euro, por el no pago de la deuda externa y la nacionalización de los bancos y las riquezas del país, para ponerlas en beneficio de un plan de reconstrucción al servicio de los intereses de la clase trabajadora.

 

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