La corrupción capitalista de los gobiernos patronales

(Tiempo estimado: 3 - 5 minutos)

Dilma, Maduro y Cristina KirchnerEscribe: José Castillo

Frente a las escandalosas escenas de corrupción que estallan en los diarios y en las pantallas de televisión muchos compañeros nos preguntan: ¿por qué sucede esto? No se trata simplemente de “un coimero que se quedó con un vuelto” (que obviamente lo es). Tampoco alcanza con responder en abstracto: “en todos lados hay corrupción”.

La corrupción existe porque forma parte del entramado sobre cómo hacen sus ganancias las grandes empresas locales y multinacionales en Latinoamérica. Está íntimamente vinculado a cómo gobiernan todos los gobiernos patronales de la región. La obra pública es uno de sus mecanismos más importantes. Debería servir para solucionar el escandaloso déficit habitacional o para la construcción de escuelas y hospitales, o para la realización de obras de infraestructura que conecten regiones aisladas o eviten catástrofes naturales como las inundaciones. Pero se transforma en un mecanismo donde abundan los sobreprecios, los “arreglos” para hacer ganar a “la empresa amiga”.

Los llamados gobiernos “progresistas” y “nacionales y populares” fueron parte y garantizaron una extensa trama de negociados en cada país, entre ellos y con el imperialismo. Se está viendo en los escándalos que estallan en nuestro país, pero también en los que, desde ya hace unos años, tiene en vilo a Brasil. Ahí se ha desnudado una telaraña que va desde el Poder Ejecutivo hasta el Legislativo, pasando por las más altas figuras tanto del PT como del resto de los partidos patronales. La principal empresa involucrada es Odebrecht, el conglomerado industrial más grande de Brasil y la constructora más importante de América Latina. Su presidente, Marcelo Odebrecht, está preso, condenado a casi 20 años de prisión por ser parte de una tremenda corrupción entre su empresa y Petrobrás.

Los tentáculos de Odebrecht llegan a la Argentina, donde la empresa tiene presencia en la obra pública con hidroeléctrica Pichi Picún Leufú en Neuquén, la Autopista del Oeste (que une la ciudad de Buenos Aires con Luján), entre otras. Integra el grupo empresarial a cargo de la nunca realizada obra del soterramiento del Ferrocarril Sarmiento.

La corrupción fue central para las superganancias que hicieron decenas de empresas argentinas y extranjeras contratando con el estado. No se trató sólo de los empresarios “k”, como Lázaro Báez, Cristóbal López. El propio Julio De Vido, cuando aún era Ministro de Obras Públicas, tratando de exculparse de la acusación de que “todas las obras iban a sus amigos”, publicó un listado de los que efectivamente se beneficiaron con los contratos de obra pública: ahí están Techint, la ya citada Odebrecht e IECSA (del macrista Calcaterra) entre otras. Austral Construcciones, de Lázaro Báez, figura en el puesto 36 (aunque primera en Santa Cruz). Esto no lo libera de culpa. Al contrario. Es que todos “eran sus amigos”. Justamente: se trata del mismo entramado de cómo funciona el capitalismo.

La corrupción fue central en el kirchnerismo, como también en el PT brasileño y el gobierno venezolano denominado del “socialismo del siglo XXI”. Miles de millones de dólares producto de los altos precios del petróleo, la soja o los minerales se volcaron a llenar los bolsillos de los pulpos empresarios (dejando sus “vueltos” en los funcionarios coimeros). Y también lo es hoy en día del macrismo (como lo vemos en sus empresarios “amigos” Calcaterra o Caputo) o del actual gobierno provisional del Brasil de Temer, tan enchastrado como el PT en las mismas causas de corrupción.

Es que todos los gobiernos patronales avalan y desarrollan esta forma de hacer negocios en América Latina. Y no sólo ellos. Al igual que en Brasil, es el conjunto de instituciones que conforman el régimen político de esta democracia para los ricos. Ahí está el Congreso, con sus “fueros” para los diputados y senado- res. O el Poder Judicial, que ha sido (y es) escandalosamente cómplice. Basta mencionar que el juez Daniel Rafecas tenía “dormidas” las causas contra José López desde el año 2008. O los incontables escándalos del ex juez Oyarbide, siempre listo “para todo servicio” cuando se trataba de tapar hechos de corrupción (con los Kirchner y antes con el menemismo).

La obra pública hoy está en el centro de la atención y es uno de los ejes del desvío de fondos públicos hacia los capitalistas. Pero no es el único. Ahí están en nuestro país los subsidios a las privatizadas o, más grande aún, la fenomenal estafa de la deuda externa.

En síntesis, el origen y la causa de toda esta corrupción se encuentra en el propio capitalismo, en los gobiernos patronales que lo llevan adelante y en las empresas locales y extranjeras que se benefician. Por eso insistimos en que deben gobernar los trabajadores, para que cada uno de los fondos públicos sean destinados planificadamente a resolver las más urgentes necesidades populares y las obras que ello requiera sean gestionadas y controladas por los propios trabajadores.

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