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Moreno luchó infatigablemente para que los trabajadores derrotaran al imperialismo y a todos los gobiernos burgueses. Lo hizo buscando que avanzaran no solo hacia la independencia política de clase (superando su adhesión al peronismo), sino hacia la pelea por los gobiernos obreros, por el socialismo y por la construcción de un partido revolucionario internacionalista. También se dio a conocer por sus investigaciones y textos sobre historia, lógica y diversos temas políticos.

Apenas dos años después de su muerte, en 1989, grandes cambios sacudieron al mundo, simbolizados en la caída del muro de Berlín. Movilizaciones revolucionarias de masas fueron derrotando a las dictaduras de partido único impuestas por los partidos comunistas burocráticos en el Este de Europa, hasta alcanzar a la propia URSS, que se disolvió a fines de 1991. Se abrió una nueva situación, que puso al rojo vivo antiguas y novedosas preguntas y sus respuestas. El movimiento trotskista mantuvo su dispersión, con enfoques políticos diversos y en algunos casos antagónicos.

Por parte de nuestra corriente, fuimos definiendo esos grandes cambios como triunfos revolucionarios -con la sangrienta excepción de China-, que lograron el inmenso paso adelante de derrotar a las dictaduras de partido único en la mayor parte de lo que se había denominado el “socialismo real”, o, al decir de Moreno “los estados obreros existentes”. Primeros triunfos democráticos de una revolución política que, ante la ausencia de direcciones revolucionarias, no alcanzaron para frenar y derrotar los procesos de restauración capitalista que se venían desarrollando, de la mano de la burocracia y el imperialismo donde se había expropiado a la burguesía, es decir, en la ex URSS, Europa del Este, China o la ex Yugoeslavia.

Muchos de los pronósticos de Moreno se confirmaron a la luz de esos procesos. Otros no. Pero todas las reflexiones de este libro, tanto las que se cumplieron como las que no, son un rico aporte al debate. ¿Qué ocurría en los países dominados por las burocracias contrarrevolucionarias? ¿Hay posibilidades de progreso para la humanidad bajo el capitalismo, o sigue vigente esa definición ineludible de “socialismo o barbarie”? ¿Por qué es tan necesario construir los partidos revolucionarios?

De todos los temas, quizá el de más vigencia tiene que ver con la importancia que le daba Moreno a la cuestión de las direcciones de las masas. El “problema subjetivo”, en sus palabras. En el mundo no paran las oleadas de luchas y movilizaciones, siguen cayendo dictaduras, como en la revolución árabe, así como gobiernos patronales de todo tipo, y se hacen recurrentes los picos agudos de la crisis económica del capitalismo imperialista. Si la burguesía aun conserva su dominio del planeta, con la ayuda de sus políticos, burócratas reciclados y dirigentes traidores de todo tipo, es gracias a la ausencia de direcciones consecuentes y revolucionarias con peso de masas, al “vacío de dirección”, decía Moreno.

Moreno dedicó su vida a la construcción de los partidos obreros y revolucionarios. Hoy día, ya han perdido su viejo y nefasto prestigio los aparatos  burocráticos de los PCs “pro Moscú” o “pro Pekín”, que durante la mayor parte del siglo XX usurparon el lugar del auténtico partido revolucionario. Que existió en las primeras décadas de surgimiento del movimiento revolucionario de la clase obrera, inspirado en el marxismo y que tuvo como sus líderes a Lenin y Trotsky, que era democrático y flexible, pero férreo en la unidad de lucha contra el enemigo de clase. Este tema de la burocratización de la URSS y demás países donde se logró expropiar a la  burguesía, así como la necesidad del partido atraviesan todo el libro, pero adquiere un peso en particular en el último capítulo. Muchos jóvenes luchadores en la actualidad cuestionan y rechazan esa necesidad del partido, en un explicable y sano repudio a la monstruosidad burocrática. En las reflexiones de Moreno encontraremos un fresco enfoque de este tema, a través de sus comentarios sobre la vida partidaria, en el cual veremos también que fue un gran ser humano.

Los editores, enero 2012