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Triunfo de los aeronáuticos

Lecciones de una lucha de alto vuelo

El triunfo de los pilotos y técnicos aeronáuticos se ha transformado en un gran aliciente para las luchas en curso. De esta huelga, que algunos catalogan de histórica, se pueden extraer ricas conclusiones para los miles de trabajadores que están reclamando aumento de salarios, contra los despidos y mejores condiciones de trabajo.

El conflicto de Aerolíneas es parte de una oleada más general de reclamos obreros y populares. Pero se transformó en el más importante. Fue un golpe directo a la multinacional española, al gobierno de Néstor Kirchner y a todas las maniobras que siempre se tejen desde el poder y la burocracia sindical para frenar los conflictos.

 

La primer gran derrotada fue la empresa. En una gran solicitada, no tuvo empacho en tildar a los aeronáuticos de ejecutores de un “paro intempestivo, falta de sensibilidad, caos y desorden; anarquía, prepotencia, soberbia, amenazas, violencia, de tener de rehenes a los pasajeros y desestabilizar a la empresa”. Los mismos epítetos que se tendrá que guardar ahora, donde bien uno sabe y pretende, al conocerse el exitoso, -aunque parcial-, resultado del conflicto. Política que la patronal llevó adelante con la complicidad de los grandes medios. Por ejemplo, el diario La Nación, vino actuando como su mejor abogado defensor. Sus columnistas más afinados, entre ellos Joaquín Morales Solá, -a quien se lo vio destilar por boca esa misma babaza blanca que suelen despedir los perros rabiosos, en este caso rabia de clase oligárquica contra los huelguistas-, llegó a decir que los técnicos y pilotos actuaron con “saña inhumana” y “con el método más antirrepublicano que se conoció en los últimos tiempos”. El mismo periodista que defendió a la sí bestia humana, George Bush, cuando anduvo de visita por Argentina.

Pero ese mismo matutino, vocero de la empresa, si bien respiró aliviado ante el levantamiento del paro, hizo un balance lapidario: “La empresa acusó el golpe de los sindicalistas...Le quedó más números en el debe que en el haber”. Y no era para menos. De tantas brabuconadas tuvo que retroceder con los 327 despidos; otorgar $ 1000 a los pilotos, $ 600 a los copilotos y entre 400 y 450 a los técnicos a cuenta de futuros aumentos, mientras se sigue negociando en los próximos tres meses; el Ministerio de Trabajo tuvo que echar atrás las sanciones millonarias a los sindicatos; y encima cayó la plana mayor de la empresa.¡Mamita!.¡Qué recule!

 

Los medios quieren pintar que esta lucha “se arregló” por una exitosa intervención del presidente Kirchner. Mentiras.

Es cierto que el gobierno intercedió a último momento, pero no porque estuvo preocupado por el salario de los aeronáuticos, como está acostumbrado a decir ahora el presidente, de que está defendiendo los “bolsillos de la gente”. No. Al contrario.

Fue Kirchner y su ministro Tomada quienes se pusieron desde un primer momento al servicio de quebrar el conflicto y actuaron para destrabarlo cuando ya los había sobrepasado y era la mecha que podía propagar otros reclamos. Los sobrepasó a ellos –al igual que al propio Subsecretario del transporte, Ricardo Cirielli-. Eso explica el urgente llamado al presidente español Rodríguez Zapatero y la intervención de los embajadores tanto español como argentino.

“El Poder Ejecutivo hizo una fuerte presión sobre los sindicatos para desarmar el paro: les dictó la conciliación obligatoria, los amenazó con multas millonarias, puso a disposición de Aerolíneas un Boeing 707 de la Fuerza Aérea con pilotos militares y no frenó el envío de los telegramas de despido”. (Página 12, 3/12). Más claro, hay que echarle agua.

Si alguien corre con la lamentable tarea de lavarle la cara al gobierno, es porque desgraciadamente no termina de comprender –o lo hace a sabiendas-, de que Kirchner no es un gobierno que defiende a los trabajadores, sino que hace causa común con los grandes empresarios, en este caso Marsans y los capitales españoles. De la misma forma que salió a defender a las grandes constructoras que sobrefacturan las obras públicas estafando al Estado, o ahora pactando con el empresario Coto.

 

Esto demuestra que el verdadero motor y artífice del conflicto fue la voluntad de los técnicos, pilotos y copilotos que después de un año y medio de presenciar negociaciones que no llegaron a nada –mejor dicho, que dilataban la cosa y de esa manera sellaban el congelamiento salarial-, dijeron basta y salieron a pelear. Y vaya si salieron. Con paro por tiempo indeterminado, algo que en estas épocas, culpa de la burocracia sindical, pareciera una reliquia.

Si fueron a esa dura medida desde el arranque, es porque en este tiempo –precisamente en los dos años de gobierno de Kirchner-, fueron víctimas del manoseo empresarial y de los ministros kirchneristas. Pero las cuentas se pagan. Y la empresa y el gobierno la tuvieron que pagar y caro.

Todos estaban anoticiados de lo que se venía. Se cuenta que en la última visita de Kirchner con Zapatero, el tema estaba en agenda porque decían “explotaba a mediados de noviembre”. Pero no lo trataron. Y explotó.

 

Pero esa explosión no fue “anarquía”. Sino firmeza, decisión, organización y toma de decisiones en asambleas, como la que permitió ratificar el paro en una colmada Federación de Box. O la última donde se aprobó el acuerdo con críticas de muchos que no querian levantar las medidas.

Mucho más valorable hace a esta huelga el hecho de que además de tener que enfrentar a la patronal y al gobierno, los aeronáuticos tuvieron que sufrir la vergonzosa embestida de los dirigentes de los otros cinco sindicatos que nuclean a otros sectores de la vida aeronáutica, que se pusieron decididamente del lado de la empresa y fustigaron las medidas que la base había tomado. En vez de defender el “derecho constitucional” e inalienable de un trabajador por un mejor salario y su puesto de trabajo, la ex azafata, ex diputada y ex dirigente de la Asociación Argentina de Aeronavegantes, Alicia Castro, señaló tener en su haber el mérito de “nunca haber hecho un paro por tiempo indeterminado”, que ella denomina despectivamente “salvaje”, sino de elegir el camino de “conseguir aumentos sin poner en riesgo la empresa”. ¿Qué diferencia podrá advertir el lector en estas palabras con las proferidas por los propios empresarios?

Si agregamos que los gremios (uno o los dos) que luchaban está adheridos a la CGT, -circunstancia que pasó desapercibida, ya que Hugo Moyano, que preside esa central, no abrió la boca para apoyarlos, por lo menos públicamente-, la lógica conclusión es que la fuerza vino bien desde abajo, donde se gestan, desarrollan y empujan los verdaderos conflictos, que terminan muchas veces, con un claro rédito triunfal, como vemos ahora.

 

Volvemos al principio. Este paso adelante de los aeronáuticos tiene que servir y seguro servirá de ejemplo para las luchas en curso. Que con fuerza, voluntad y logrando que los dirigentes hagan lo que la base decida, los conflictos pueden triunfar, aunque enfrente a poderosos enemigos.


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