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Escribe:
Daniel Campos
Con la política de Kirchner
Cada vez se come menos carne
No hace falta que lo pida Kirchner. Quizás no se enteró, pero en la mesa familiar hace rato que cada vez hay menos carne. Y menos frutas, verduras frescas y lácteos. Siguen los aumentos de precios en los alimentos y el gobierno no aplica medidas elementales para atacar esas subas.
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Ministra de Economía Felisa Miceli |
Ya es fin de mes y la carne no bajó. Por el contrario, siguió subiendo. Parece que no ha tenido efectos en el mercado la “orden” de Kirchner de sustituir en el menú de la Casa Rosada el bife de chorizo por el carré de cerdo, el pollo relleno o los pescados. De hecho, en la cena con Bachelet el menú incluyó unas deliciosas mollejas, pero el precio de la carne picada y el osobuco no se dieron por enterados.
Es que el problema no es en la Rosada, o en la mesa de los privilegiados, donde a veces se suspende la carne para iniciar algún régimen que afine la silueta. En “la otra Argentina”, en decenas de miles de hogares populares, se para la olla como se puede, a puro guiso de fideos y arroz. En estos días, otra vez una noticia se repite: la muerte de un bebé por desnutrición en Santiago del Estero como la expresión extrema. Pero no hace falta ir al Norte del país. Recorriendo el Gran Buenos Aires, vemos las consecuencias de la desnutrición: cada vez más sectores populares, con sus niños, con las típicas “panzas” o cachetes llenos de alimentos que no proveen las proteínas ni vitaminas básicas.
Canasta básica, por las nubes
Nada ha frenado los aumentos de los productos básicos. Los precios por las nubes de la carne agravan una situación que abarca a todos los bienes de consumo popular. Ya se anuncia que la ropa de invierno viene con el 15% de aumento. ¿Saldrá el presidente a decir que no nos abriguemos para que bajen esos precios?
Si la canasta familiar ya está a $1.920 es evidente que muchas familias tienen serios problemas para comer sanamente. Que no se olvide el presidente de que la mayor parte de los trabajadores ocupados están en negro, con sueldos de $400. Y que buena parte de los jubilados cobra la mínima de $380. Por eso viene bajando el consumo de productos esenciales por habitante, como la carne y los lácteos.
Medidas urgentes
La ministra Miceli salió orgullosa a decir que frenó el impulso inflacionario. Las organizaciones de consumidores rápidamente la desmintieron y las amas de casa siguen sufriendo los precios altísimos y los aumentos en mostradores y góndolas.
En la Argentina continúa agrandándose la brecha entre ricos y pobres: abundantes cosechas y millones de cabezas de ganado sólo enriquecen a una minoría. El gobierno se ufana con cifras de crecimiento económico y de alta recaudación impositiva. Esto favorece a unos pocos, mientras que en la mayoría de los hogares se hacen milagros para mandar los chicos a la escuela y abastecer la mesa familiar.
Hay que tomar medidas de emergencia, sin dudas. Pero éstas deben apuntar a resolver el drama de decenas de miles de familias trabajadoras. Y ninguna es más urgente que el aumento del salario al valor de la canasta familiar.
Claro que también hay que atacar el flagelo de la inflación. Pero eso no se logra con llamados a “no consumir”. Si el gobierno quisiera de verdad bajar los precios le bastaría con suprimir el IVA en los productos básicos (uno de los impuestos más regresivos del mundo), ponerles precios máximos y exigirles a los grandes monopolios que los cumplan, aplicándoles, caso contrario, la Ley de Abastecimiento, que autoriza a multar, incautar, clausurar y hasta expropiar a aquellos que no los respetan.
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