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Socialista es una publicación de Izquierda Socialista
Escribe:
Anatoly Matvienko
desde Misk, bielorrusia
A 20 años de Chernobyl
Cuando el tiempo no cura…
El 26 de abril de 1986 sucedió una de las más grandes tragedias del siglo XX, el estallido en la central atómica de Chernobyl, en Ucrania, 100 kilómetros al sur de Kiev. Fue el mayor accidente nuclear de la historia.
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Marcha en Minsk, Bielorrusia, 2005 |
Durante una sesión de prueba del reactor número cuatro, se desató un incendio que expulsó al exterior ocho toneladas de combustible radiactivo. Según los cálculos de los expertos, la catástrofe de Chernobyl fue el equivalente al estallido de 500 bombas atómicas como la que los norteamericanos arrojaron sobre Hiroshima en 1945.
La irresponsabilidad y el silencio criminal de la burocracia
La principal razón del accidente fue el culto a los dictados de la ideología totalitaria sobre la ciencia, que impuso el partido único en nuestro país desde los tiempos de Stalin.
Así como durante la Segunda Guerra Mundial la dirección del Partido Comunista, sin considerar las pérdidas y la situación real en los frentes, planificaba victorias y toma de ciudades para que coincidieran con todo tipo de fiestas comunistas (como el nacimiento de Stalin o el aniversario de la revolución de Octubre), de la misma manera, 20 años atrás, la puesta en funcionamiento del cuarto bloque de Chernobyl, fue planificada para la fiesta del Primero de Mayo.
Sin embargo, a la energía atómica la tienen sin cuidado las directivas y decisiones del Comité Central del Partido Comunista, que violaban los procesos tecnológicos, intentando complacer a los jefes en los plazos previstos.
La información sobre lo sucedido llegó de inmediato al Kremlin y al dirigente del PCUS, Mijail Gorbachov. Y nuevamente, la dirección del país, contrariando el sentido común, en lugar de proceder a la evacuación de la población y a informar sobre métodos elementales de defensa contra la radiación, decidió callar.
El Primero de Mayo y el 9 de mayo (conmemoración del Día de la Victoria sobre el fascismo), en todas las principales ciudades del área donde se produjo el accidente, hubo manifestaciones y fiestas populares al aire libre y miles de chicos hicieron campamentos. Sin sospechar nada, la gente recibió dosis mortales de radiación.
La magnitud de la tragedia
Analizando la estadística demográfica de los últimos quince años, se calcula que en Rusia, Ucrania y Bielorrusia, han muerto 200.000 personas como consecuencia del accidente: 60000 en Rusia, 140000 en Ucrania y Bielorrusia.
De acuerdo con datos de Greenpeace, en el futuro en todo el mundo, cerca de 270000 casos de afecciones cancerígenas tendrán relación con las consecuencias de la catástrofe de Chernobyl, de las cuales 93.000 tendrán un desenlace fatal.
Según los ecologistas, 45.600 kilómetros cuadrados en Rusia, Bielorrusia y Ucrania, fueron contaminados con Cesio-137; la radiación afectó un 40% del suelo europeo, y entre 1990 y 2000, los casos de cáncer aumentaron un 40% en Bielorrusia. En la región de Gomel, la más cercana al accidente, 52%. En Ucrania los casos de cáncer aumentaron un 12% y en la región de Jitomir la mortalidad creció tres veces. En Rusia, en la región de Briansk, la cantidad de casos de cáncer creció 2.7 veces.
Solo en Bielorrusia hasta 2004 se registraron 7000 casos de cáncer de tiroides, enfermedad que en los niños aumentó 88.5 veces, en los adolescentes 12.9 veces y en los adultos 4.6 veces. En los próximos setenta años, se calcula que se producirán de 14000 a 31000 casos de cáncer de tiroides. En Ucrania se esperan 24000 casos más, de los cuales 2400 serán mortales.
En los tres países subió la cantidad de enfermedades de la sangre y del sistema linfático.
La doctora Oksana Lozovaya, de la clínica pediátrica de Rivna a 300 Km. de Chernobyl, cree que las consecuencias del accidente de 1986 se dejarán sentir en muchas generaciones. “La acumulación de radiación y de Cesio en el organismo hace que hoy los jóvenes sean más débiles. Hoy la gente es más débil que sus padres y abuelos, se enferman más”.
La doctora Ida Oradosvskaya, del Instituto de Inmunología de Minsk, dice que “veinte años después de la catástrofe, todos los que participaron en la liquidación del incendio tienen insuficiencias inmunológicas, lo que significa que el organismo deja de resistir a las enfermedades. 85% de los observados tienen tres o más enfermedades crónicas”.
Además de las consecuencias para la salud, los habitantes de la región vecina a Chernobyl tuvieron que enfrentar graves problemas económicos como la pérdida de sus tierras y sus pertenencias, y tuvieron que radicarse en otras regiones o ciudades.
Evitemos otro Chernobyl
La amenaza de un nuevo accidente no está eliminada. El sarcófago que se construyó al precio de numerosas vidas no cumple con las normas técnicas de seguridad y las pérdidas de radiación continúan.
Lo más grave es que hay otros Chernobyl preparándose. En Lituania, se ha creado un enorme basurero nuclear en la Central Atómica de Ingal, donde se junta basura nuclear de toda Europa, a 700 metros de la frontera con Bielorrusia en el norte, en las únicas regiones que escaparon a la radiación de Chernobyl.
Los pue blos de Bielorrusia, Ucrania y Rusia nos quedamos prácticamente solos con nuestra tragedia, porque las organizaciones internacionales, los fondos y compañías, no hacen más que especular con la catástrofe, en lugar de brindar una ayuda real. De hecho se han ido terminando todas las ayudas, pues la Agencia Internacional de Energía Atómica ha declarado que la situación ya se normalizó y que la cantidad de víctimas no fue tan grave como se suponía. Según un comunicado de la AIEA, “las consecuencias del accidente en la salud… no fueron tan significativas como se pensó al principio”; “no descubrimos profundas consecuencias negativas en la salud de la población vecina y no podemos hablar de una difundida radiactividad, con excepción de algunas zonas cercanas a la planta”.
Anualmente, el 26 de abril en Minsk se desarrolla una manifestación recordando las víctimas de Chernobyl. Esta fecha de protesta, en una fecha tan triste para nuestro país, es un símbolo de lucha de nuestro pueblo contra los crímenes de la burocracia bielorrusa y soviética, y de la oligarquía internacional, que no ha hecho nada para impedir una nueva catástrofe.
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