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Se cumplen 70 añosLa revolución francesa de 1936En mayo-junio de 1936 se produjo una oleada huelguística en toda Francia que llevó a León Trotsky decir “La revolución francesa ha comenzado”. Las conducciones reformistas de los partidos Socialista y Comunista, que dirigían a los trabajadores y estaban gobernando junto con un sector de la burguesía francesa (el Frente Popular encabezado por León Blum), desmovilizaron a los obreros. Se lograron grandes conquistas económico-sociales, pero el capitalismo imperialista salvó su dominio del país.
A mediados de la década del treinta, Francia y casi toda Europa estaban convulsionadas por el crecimiento del fascismo y por el ascenso obrero. Un componente clave de esa situación, -signada por grandes derrotas (ya había triunfado Hitler en 1933 en Alemania), el avance de los ejércitos nazis y la segunda guerra mundial-, era la política totalmente equivocada y traidora que imponía Stalin a los poderosos partidos comunistas. Las vísperas Desde 1934 se venía incrementando la movilización de la clase obrera francesa. Con su lucha había obligado a sus jefes socialistas y comunistas a unirse ante los fascistas, que estaban fortaleciéndose. Pero el Partido Comunista transformó el paso muy positivo de la unidad de los obreros comunistas y socialistas en la trampa suicida del Frente Popular, es decir, la unidad política de los dirigentes reformistas y burocráticos con sectores burgueses “democráticos”. El 14 de julio de 1935, con una imponente manifestación que cantó La Marsellesa y la Internacional, se proclamó el Frente Popular, integrado por socialistas y comunistas (encabezados por León Blum y Maurice Thorez, respectivamente), por un lado, y el Partido Radical Socialista, de Eduardo Daladier por el otro. Poco después, el Séptimo y último Congreso de la III Internacional Comunista, proclamó esa política de conciliación con la burguesía como ley universal y permanente para todos los partidos comunistas del mundo. En febrero de 1936 triunfaron en España las listas del Frente Popular, que unían a los socialistas, comunistas y partidos burgueses republicanos. La huelga general Entre el 26 de abril y el 3 de mayo hubo elecciones en Francia y ganó el Frente Popular. Internamente, quienes sacaron más votos, fueron los candidatos del PC, cuyos dirigentes favorecieron en los cargos a los socialistas, que a su vez pretendía favorecer a los burgueses radicales. Pero la presión obrera obligó al PS a que su dirigente León Blum fuera el primer ministro. El verdadero rostro de la Francia revolucionaria quedó al descubierto a partir del 26 de mayo. Comenzó una oleada huelguística en todo el país, con ocupación de fábricas. En su pico llegó a tener un millón de trabajadores en paro. Al inicio del conflicto había un millón de sindicalizados, y en 20 días, estos subieron a los cuatro millones. El ruido sordo de las máquinas herramientas se silenció temporalmente y lo reemplazaron los improvisados coros proletarios que cantaban sus canciones predilectas. Los acuerdos de Matignon Aun sin haber asumido formalmente el gobierno, los jefes del Frente Popular se ocuparon directamente de las negociaciones con la burguesía, -y en particular con los representantes de las “200 familias” que dominaban Francia-, y con los dirigentes sindicales burocráticos socialistas y comunistas. Su obligación era engañar a los obreros para que renunciaran al poder que estaban poniendo en evidencia, y volvieran al trabajo, salvando al capitalismo. El 4 de junio, adelantando la fecha prevista, León Blum se transformó en primer ministro. Los negociadores se reunían en el Palacio de Matignon, donde finalmente se firmaron los acuerdos que cerraron la oleada de huelgas. Sin una dirección alternativa que les señalara con audacia el camino de apoderarse del poder, los trabajadores se conformaron con las grandes concesiones que aflojó la aterrorizada burguesía. Se lograron, entre otras conquistas, la semana de 40 horas y las vacaciones anuales pagas de un mes. Por seguir a los dirigentes traidores del Frente Popular, los trabajadores franceses se fueron desmovilizando y adormeciendo. Esa pasividad facilitó en 1940 que los ejércitos de Hilter ocuparan Francia. Le siguieron cinco años de tremendos sufrimientos y resistencia. En oleadas huelguísticas posteriores (como en el 68, en 1995 o más recientemente), los obreros y obreras franceses vienen peleando por defender partes de aquellas conquistas de 1936, que la burguesía imperialista ha venido minando, desconociendo y atacando desde entonces. |
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