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Chamuyando la noticia
Mariano Grondona, los ricos y los pobres
El inolvidable Petiso Páez solía decir que él leía La Nación para conocer qué decía el enemigo. La última vez se lo escuché decir en una charla sobre el SITRAC en Humanidades de La Plata.
Desde los editoriales de la revista Visión (de la CIA), leo a Mariano Grondona. Docente de la UBA, con cuyos sueldos se convirtió en ganadero de los pagos de Manuelita (Pehuajó), vecino de Palermo Chico, con pileta climatizada en suite, discípulo en el bloque intelectual del padre de la Plaza del Sí y vocero de Doña Rosa, don Bernardo Neustadt. Creador del premiado Hora Clave, anfitrión de Massera, Patti y “tutti cuanti”.
Como ladero del fisgón de los vericuetos de la política nacional, don Morales Solá, todos los domingos se despacha con estilo docente, pedagógico, en la página 33 de La Nación como gran teórico, erudito en los griegos, Maquiavelo e incluso Marx.
Semanas atrás regresó deslumbrado de “la mínima y bellísima Ciudad del Vaticano...” ¡Sí!, la misma que repudió Maradona por su ostentación de oro. Fue invitado a la Academia Pontificia de Ciencias Sociales fundada por Juan Pablo II en 1994, que se sumó a la antigua Academia de Ciencias que data del siglo XVII. Responsable de la condena (“desafortunada” para Don Mariano) a Galileo Galilei, por la cual “Juan Pablo II pediría perdón casi cinco siglos más tarde”.
Ciento veinte académicos, más invitados, se dedicaron a meditar un tema vital de nuestro tiempo: “La solidaridad intergeneracional, la solidaridad que les debemos a los jóvenes y a los niños que ya nacieron y a los que van a nacer”.
Sesudamente, durante cinco días debatieron “sobre el deber moral que tenemos los adultos de esta generación para con los integrantes de las generaciones venideras”, obligación “tantas veces olvidada por la presión de las urgencias cotidianas que han llevado a cargar sobre las espaldas inocentes de los portadores del futuro el peso abrumador de la deuda externa”.
Don Mariano, con el mismo desparpajo con que comenta al pasar el lento perdón de la Iglesia a Galileo, cuenta que a la mitad de las deliberaciones descubren la “paradoja” de que “en tanto la solidaridad familiar sigue vigente en los países pobres, tiende a diluirse en los países ricos”. Así, llegan a la conclusión de que los ricos no son más ricos por insolidarios y los pobres no más pobres por solidarios!!!
¡Aleluya Mariano, vamos todavía!
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