¿Se acabó la fiesta?

Tiemblan las Bolsas del mundo

Desde el 2003 la economía mundial crece a tasas exorbitantes. Los precios de las materias primas, como el oro, la soja y el petróleo, están por las nubes. Pero cada vez hay más señales de que todo está sostenido por una gigantesca especulación en los Estados Unidos. Un par de días de fuertes bajas en las Bolsas del Primer Mundo abrieron el interrogante: ¿se sostienen estas tasas de crecimiento? ¿Qué va a pasar con la economía argentina si se acaba la coyuntura internacional favorable?

Crisis de la Bolsa de Valores

El miércoles 17 de mayo se conoció el dato de que la inflación de abril en los Estados Unidos fue de 0,6%, un valor considerado alto para los estándares del país del Norte. Inmediatamente se comenzó a rumorear que la Reserva Federal (una especie de Banco Central yanqui), subiría la tasa de interés para “enfriar” la economía y contener una posible suba de precios. Hasta acá se trata de una noticia “técnica” de esas que abundan todos los días en los diarios especializados en economía y finanzas. Pero dejó de ser un dato que le interesa sólo a la “city financiera” cuando, a partir del día siguiente, comenzaron a derrumbarse las Bolsas en casi todos los países del mundo.

Empezó un tembladeral donde nadie entendía nada. Un día las Bolsas del mundo se caían. Al día siguiente se recuperaban, y entonces los gurúes empezaban a teorizar que “no había problemas”, que “la economía mundial estaba más fuerte que nunca”, etcétera. Pero a los dos días todo se derrumbaba de vuelta. Y así sucesivamente.

Ya llevamos más de quince días de este sube y baja. El balance es que se trata de la peor fuga de capitales de los mercados bursátiles desde la crisis asiática de 1997/98. En promedio, las Bolsas del Tercer Mundo ya llevan una caída acumulada de 11%, la lira turca y el real se devaluaron 9% frente al dólar. La Bolsa de la India llegó a caer 10%. De la Bolsa de San Pablo se fueron en mayo casi la mitad de todos los capitales que habían ingresado desde principios de año. En la Argentina, el índice Merval de la Bolsa de Buenos Aires perdió en 24 horas todo lo que había ganado en un año.

Se pasó de la “euforia” de los inversores a una reversión de las expectativas donde todos desconfían de todos, empezando por las propias autoridades económicas de los Estados Unidos.

Un crecimiento con pies de barro

Todas las regiones del globo vienen registrando altísimos índices de crecimiento económico desde el 2003. Por supuesto que este auge no beneficia de ningún modo a la clase trabajadora, a los campesinos o a los cientos de millones de marginados del mundo, ya que el capitalismo desde hace más de un siglo es sinónimo de crisis, miseria y guerra.

Lo que hay actualmente son miles de millones de dólares girando por el planeta y haciendo que “los productos brutos” de los países engordaran a tasas exorbitantes. El mecanismo es relativamente sencillo. Los Estados Unidos son el gran comprador mundial de productos fabricados sobre la base de una superexplotación sin precedentes de la clase obrera china y del Sudeste Asiático. En realidad, los yanquis compran mucho más de lo que realmente pueden adquirir, por eso tienen déficit de balanza comercial (compran más en el exterior de lo que venden), déficit fiscal (el Estado gasta más de lo que recauda) y un infernal sobreconsumo de las familias (todas están endeudadas entre hipotecas y tarjetas de crédito en el doble de sus ingresos anuales). China, el gran fabricante, a su vez requiere, para su auge industrial, de gran cantidad de materias primas (acero, petróleo, aluminio), provocando que el precio de éstas suba. Y toda esta ruleta es sostenida por una descomunal emisión de dólares.

Entonces, miles de millones de billetes verdes circulan por el planeta, se acumulan en las reservas de los bancos centrales asiáticos, o salen de ellos prestados a tasas de interés muy bajas. Se trata, como cualquiera puede imaginarse, de una oportunidad sin precedentes para hacer dinero con la especulación, haciendo subir ficticiamente los valores de las materias primas. Así, el oro pasó de 300 dólares la onza a 734, el cobre aumentó 80%, el aluminio está en su nivel máximo en 27 años y la plata duplicó su valor en un año. Además del conocido valor del petróleo arriba de 70 dólares el barril, o de los increíbles precios de la soja. Además se generó una fenomenal burbuja especulativa en los mercados inmobiliarios de varias ciudades importantes del mundo. Todos estos valores tuvieron, y tienen, mucho que ver con las tasas de crecimiento de muchas economías, incluida la argentina.

¿Y ahora?

¿Estamos a las puertas de una nueva oleada de crisis financieras globales, como la del efecto Tequila en México del 94, el Sudeste Asiático en el 97, Rusia en el 98 o Argentina en el 2001? Es muy pronto para predecirlo. Debemos evitar el pecado de ver un solo lado de la realidad y caer en lo catastrófico. Lo que sí es una realidad es que muchos de los grandes pulpos de las Bolsas mundiales piensan que se terminó la hora del dinero fácil que circulaba por las economías “emergentes” y actúan en consecuencia. Asia, Rusia y los países productores de petróleo tratan de desprenderse rápidamente de sus tesoros en dólares, pasándose al euro y provocando la devaluación del billete verde. Estos temblores de las Bolsas mundiales pueden terminar en un “tsunami” que arrase con todo, o no. Pero lo que sí es un hecho es que, aun si Ben Bernanke (el nuevo presidente de la Reserva Federal norteamericana) logra ganar credibilidad y evita el “estallido”. Lo más probable es que se vaya a un crecimiento menor de la economía yanqui, y por lo tanto mundial, y a un desinfle de los precios de las materias primas que cotizan en los mercados globales. Malas noticias para un Kirchner que hasta ahora había podido esconder que su “éxito” económico se basaba en una coyuntura mundial extraordinaria.

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