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Chamuyando la noticiaMundial 78: el grito silenciosoSabemos que con la primera herramienta del hombre, la mano, desde el fondo de la historia, ya se viaja a las estrellas. La fascinación que ejerce el fútbol “pasión de multitudes”, es precisamente porque está prohibido tocar la pelota con las manos. No me gusta el que se practica hoy, puro vértigo y manotazos. Me gusta el que hace correr la pelota, pecho inflado, cabeza erguida, mirada en abanico... el de los Perucca, Sacchi, Redondo, Cambiaso. Y es lógico que así sea. Mi fútbol es el del tiempo de los ravioles, siii, los jugadores comían los ravioles de la vieja los domingos al mediodía y marchaban a la cancha. En esos tiempos no había concentración, sólo el aguatero y el que armaba el equipo. Nada del show actual. La manera de sentir el juego del Pipo Rossi... ¡el patón de América!, que jugando para Huracán en el ocaso de su carrera, después de quiebres y amagues, sólo frente al arquero, no la reventó, le pegó suave con tres dedos... ¡con desprecio! Y se le fue afuera rozando el poste, empatados en el clásico del barrio, era el triunfo. Semidesnudo en el vestuario, la cabeza gacha, recibía estoico el huracán de puteadas, de repente mirándolos preguntó "¿y si entraba?". Viví el Mundial del 78 en la U9 de La Plata sintiendo los bocinazos y bombas después de cada partido, en el fondo del yompa, lejos de la pajarera, donde la yuta tenía la radio. Los compañeros de las primeras celdas hacían de cronistas cuando salíamos al recreo. Semanas antes habían traído desde Córdoba diez compañeros con la amenaza de que “si ocurría algo” durante el campeonato eran boleta. Gambeteé esta angustia leyendo la novela Tienda de los milagros, de Jorge Amado. Al igual que en toda la sociedad, se desarrollaban en ese pequeño microcosmos del pabellón todas las polémicas. Campeonato sí, campeonato no. Si tal o cuál jugador. Si la renuncia a la capitanía y al equipo de Carrascosa era correcta o no. Si Menotti era un charlatán intelectual del fútbol o había formado un buen equipo. Muy en especial la miserable frase del "Gordo" Muñoz: "Los argentinos somos derechos y humanos". En la final ante Holanda, después del silencio por el empate holandés, el gol de Kempes desató el delirio de toda la yuta. El de Bertoni, consolidando el triunfo, envalentonó a la canalla, que pateando las rejas nos exigían: "¡Griten hijos de p...! Sólo de alguna celda había escapado algún grito ahogado. Teníamos una alegría sorda, introvertida, silenciosa, para no darles el gusto. Con los abrazos en el siguiente recreo nos sumamos, casi por aclamación, a aquella alegría del pueblo argentino. |
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