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Ni Kirchner, ni LavagnaKirchner apostaba a que el último gran hecho político antes del Mundial de Alemania fuera el acto del 25 de Mayo. Y que en el mes de junio los titulares de los diarios alternaran entre el equipo de José Pekerman y la discusión sobre la reelección. Que las únicas discusiones fueran si Messi o Saviola, Tevez o Crespo, Néstor o Cristina, o como el propio presidente ironizó, “pingüino o pingüina”. Pero no fue así.
La irrupción del ex ministro Roberto Lavagna como más que seguro candidato cayó como un balde de agua helada en el entorno presidencial. Vino a sacudir el panorama nacional generando un nuevo escenario político. La prisa con la que Elisa Carrió y Mauricio Macri salieron a anunciar sus candidaturas para una elección que tiene fecha dentro de un año y medio reafirma esta idea que se ha ido instalando desde las tapas de los diarios en las últimas semanas. Lavagna no es alternativa Surge rápidamente una duda ante semejante revuelo. ¿Qué diferencia de fondo existe entre el proyecto político que encarna Lavagna y el que lleva adelante el presidente Kirchner? Queremos ser categóricos. Para el pueblo trabajador estos dos proyectos no presentan grandes diferencias. A nadie escapa que los trazos gruesos de la política económica que actualmente lleva adelante la ministra Miceli son la continuidad de su antecesor, el hoy candidato Roberto Lavagna. Pero sí existen diferencias desde la óptica de la gran patronal. El ex ministro es, en primer lugar, una alternativa más “seria y respetable”, que ofrece garantías de continuidad en el rumbo económico. Es más, es uno de los principales autores del modelo económico basado en un tipo de cambio que favorece a los sectores exportadores, inflación controlada, pero permanente, y topes salariales. Lavagna es, en este marco, el candidato de los sectores patronales que no quieren cambios bruscos en términos de política económica pero que ven con malos ojos ciertas actitudes del presidente Kirchner. Son aquellos sectores políticos, económicos y sociales que ven con recelo el discurso gubernamental de enfrentamientos con la Iglesia, las fuerzas armadas o con los productores ganaderos, por más que saben que no es más que eso, un discurso con escasa relación con las acciones concretas. Aunque, por ahora, la mayor parte de los empresarios se cuida de dar un apoyo explícito para no chocar con el gobierno, al cual siguen apoyando. Pero la candidatura de Lavagna, un hombre que fue funcionario en los gobiernos de Alfonsín, Duhalde y Kirchner, es también un intento por recomponer, aunque sea en parte, el régimen político bipartidista que desde el 19 y 20 de diciembre de 2001 anda rengo. Este es un objetivo de mediano plazo visto con buenos ojos por todos aquellos sectores políticos y empresariales que quieren ir construyendo una alternativa “confiable”, que pueda actuar como dique de contención del movimiento de masas, cuando en el futuro se acaben las expectativas y comience a perder confianza en el gobierno de Kirchner. No por casualidad Raúl Alfonsín se encuentra detrás del lanzamiento del ex ministro, uno de los políticos que desde el retorno de la democracia ha venido actuando para sostener el bipartidismo y sus instituciones. Su protagonismo en el Pacto de Olivos, que habilitó la reelección menemista y la conformación de la Alianza que llevó a De la Rúa al gobierno, son claras muestras de ello. Por un frente de izquierda Queda claro que una candidatura sostenida por estos personajes no será alternativa para resolver los problemas del pueblo trabajador. El propio Lavagna se ha encargado de aclarar que busca ocupar un espacio de centroderecha, al criticar un supuesto “giro a la izquierda de Kirchner” (La Nación,13/6). Debemos comenzar a trabajar en forma unitaria para constituir un gran frente entre los luchadores sociales, sindicales, estudiantiles, de desocupados y todos los partidos de izquierda, que tenga como objetivo, en primer lugar, apoyar las luchas en curso y a los nuevos dirigentes combativos. Y sobre la base de un programa en defensa del salario, el no pago de la deuda, nacionalización del petróleo y el gas, reestatización de las privatizadas, entre otras medidas de fondo, se postule para brindar una alternativa también en el plano electoral, para los trabajadores y el pueblo. |
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