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Venezuela en el Mercosur¿Es la integración que necesitamos?La semana próxima se realizará en Córdoba una nueva cumbre de presidentes del Mercosur. Lo novedoso es que será la primera luego del ingreso de Venezuela como miembro pleno del organismo regional. Después de la reunión de Caracas, donde el presidente Chávez formalizó su ingreso, se sucedieron una serie de enunciados espectaculares: se habló de la creación de una banca regional e incluso se llegó a insinuar la formación de un “ejército común”. Naturalmente son muchas las expectativas que despierta la emergencia de un espacio subcontinental que incluye 250 millones de habitantes y el 75% de la producción de Sudamérica. Pero lamentablemente, el ingreso de Venezuela no le cambia el carácter a un organismo regional que, desde sus orígenes, sólo ha sido un espacio para los pulpos económicos con nulo beneficio para los pueblos. Así fue utilizada como “plataforma de lanzamiento” de las multinacionales automotrices, siderúrgicas o del complejo sojero. Más cercano en el tiempo, vimos cómo los socios principales (Argentina y Brasil) se unían para exigirle “moderación” a Bolivia en la recuperación parcial de sus hidrocarburos y a la propia Venezuela en sus roces con los Estados Unidos. La última “perla” es el preacuerdo de la diplomacia regional para firmar un pacto de libre comercio entre el Mercosur e Israel, de escasa relevancia económica, pero que marcará un indudable alineamiento político con el país que está asesinando al pueblo palestino. Seamos claros: detrás de las frases y los discursos altisonantes, la ampliación del Mercosur a Venezuela tiene una sola realización material y concreta: el famoso gasoducto continental, negocio a la medida del pulpo trasnacional Techint. Con respecto a la “banca regional”, hasta ahora sólo aparece como un espacio por donde circulen los bonos con que países como la Argentina y Brasil sigan cumpliendo con los pagos a los acreedores externos. Necesitamos la unidad latinoamericana, no cabe duda de ello. Pero la precisamos para estatizar sin pago todos los hidrocarburos de Latinoamérica, creando luego una gran empresa petrolera continental bajo control de los trabajadores; para dejar de pagar la fraudulenta deuda externa, conformando un frente de deudores capaz de plantarse frente a cualquier represalia de los acreedores; para garantizarle la tierra a los campesinos e indígenas; para tener un banco regional, por supuesto, pero al servicio de fomentar el desarrollo y el progreso de la región; para expulsar a las multinacionales que vienen saqueando nuestras riquezas y medio ambiente. Esa unidad latinoamericana que sólo puede forjarse desde las luchas obreras, populares, campesinas e indígenas, es la que verdaderamente será capaz de hacer realidad la segunda independencia. J. C. |
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