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16 de octubre de 1946: Diez jerarcas nazis fueron ahorcadosLos juicios de NürembergEn 1º de octubre de 1946 el tribunal internacional que sesionó en Nüremberg (Alemania) dio sus fallos: casi todos los jefes nazis juzgados fueron declarados culpables y ahorcados quince días después, por crímenes contra la humanidad y genocidio...
El aplastamiento del fascismo y el nazismo se logró con la heroica resistencia de las masas, la acción del Ejército Rojo y de los ejércitos norteamericano e inglés. El punto de inflexión fue el triunfo soviético en Stalingrado en 1943. En poco más de dos años, Hitler y Mussolini fueron derrotados. En muchísimos casos, la resistencia misma persiguió y castigó a los responsables de las atrocidades nazis y a quienes colaboraron con ellos. Hubo tribunales populares, y fusilamientos sumarios. El más célebre y conocido fue el de Benito Mussolini, capturado por los partizanos italianos cuando intentaba huir disfrazado de oficial alemán, el 28 de abril de 1945. El juicio contra los crímenes de guerra y genocidio La toma de la ciudad de Berlín estuvo en manos del Ejército Rojo. La Unión Soviética perdió más de 20 millones de personas en la Segunda Guerra Mundial. La conducción burocrática de Stalin había comenzado a pactar desde 1943 con EE.UU. e Inglaterra una división territorial de la Europa de posguerra, con “esferas de influencia”, cuyo objetivo debía ser la reconstrucción capitalista de gran parte del continente. Consumada la inmensa victoria democrática que significó la liquidación de los fascistas y los nazis, los tres principales gobiernos imperialistas vencedores (EE.UU., Inglaterra y Francia) y la URSS negociaron la ocupación de la derrotada Alemania y el juicio a los principales responsables del nazismo. El máximo jefe no pudo ser castigado. Adolf Hitler se había suicidado en su bunker a comienzos de mayo, cuando era inminente su caída. del Berlín. Lo mismo hizo su mano derecha y ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, junto a su esposa, luego de que ambos envenenaron a sus seis pequeños hijos. El 20 de noviembre comenzó a sesionar en Nüremberg (ciudad emblemática de las manifestaciones del nazismo) un Tribunal Militar Internacional, integrado por ocho jueces, representantes de Inglaterra, Estados Unidos, la Unión Soviética y Francia. Estaban acusados 22 jerarcas y otros 160 altos funcionarios nazis, por “conspirar contra la paz”, “crímenes contra la paz”, “crímenes contra la humanidad” y “crímenes de guerra y genocidio”. Cientos de sobrevivientes de los campos de concentración y otros testigos relataron la escalofriante crueldad de la maquinaria nazi. Se exhibieron 7.300 metros de películas y 2.000 metros de negativos. Por primera vez se hacían visibles las topadoras arrojando miles de cadáveres desnudos en zanjones, o los prisioneros que apenas conservaban aspecto humano, las cámaras de gas y las chimeneas humeantes. De los 22 principales acusados, tres fueron absueltos, siete condenados a prisión y doce a muerte, entre ellos Martin Borman, en ausencia. El día previo a su ejecución logró suicidarse con veneno uno de los principales condenados, Hermann Goering, ministro de la aviación de Hitler. Rudolph Hess, principal dirigente del Partido Nazi, fue condenado a cadena perpetua. La “desnazificación” El castigo a los máximos responsables del nazismo era una decisión política prácticamente ineludible, que había sido discutida y pactada entre los Aliados como parte de las negociaciones de la Europa de posguerra. Que esos doce monstruos hayan muerto ahorcados, y otras miles de condenas, fueron muy grandes conquistas democráticas, impuestas por la victoria de las masas que aplastaron a la bestia fascista. Pero fueron logros parciales, que no impidieron la política de “desnazificación” que impulsaron Estados Unidos, Inglaterra y Francia junto con el gobierno de la República Federal Alemana. Miles y miles de nazis pudieron huir impunes, gracias a la ayuda directa de los servicios de inteligencia yanquis y del Vaticano, que protegieron y permitieron su radicación en América del Sur o incluso en EE.UU. Los crímenes de genocidio no prescriben Las limitaciones que señalamos del castigo a los nazis no pueden esconder que en Nüremberg se estableció de manera pública e internacional la condena jurídica a los crímenes de lesa humanidad y el genocidio nazi. Hacia 1950, solo los aliados occidentales –es decir, Gran Bretaña, los Estados Unidos y Francia- ya habían condenado al menos otros 6.000 hombres. Y hubo muchos más en la Unión Soviética. La fuerza del reclamo de los sobrevivientes y familiares de las víctimas hizo que en Alemania Federal desde 1950 se siguiera persiguiendo a los criminales nazis y se fueran ampliando los plazos de prescripción. En un primer período se amplió el plazo de 20 a 30 años y luego se estableció otra gran conquista: los crímenes de lesa humanidad no prescriben.* En nuestro país hace pocos años tuvo amplia difusión el caso de Priebke, un nazi que vivía refugiado en Bariloche y era responsable de la masacre de las Fosas Ardeatinas, cerca de Roma. Klaus Barbie, el “carniciero de Lyon”, fue deportado a Francia y juzgado recién en 1983. Adolf Eichman, uno de los ejecutores de la persecución a los judíos, refugiado en la Argentina, fue secuestrado por los servicios secretos israelíes en 1960 y condenado a la horca en 1962. La lucha contra el genocidio en la Argentina no ha cesado en las décadas posteriores a la derrota de la dictadura. Y nuevas generaciones se incorporan a la pelea de los sobrevivientes y familiares de las víctimas del genocidio. Con una consigna que entre sus ecos nos recuerda aquel juicio de hace 60 años: “como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar”. El caso SpeerUna muestra emblemática de las limitaciones del juicio de Nuremberg lo da la condena a solo 20 años de prisión a Albert Speer. Este alto jerarca nazi era hijo de una familia burguesa, elegante, educado y brillante arquitecto. Fue uno de los principales colaboradores de Hitler, ministro de Armamento y Municiones. Como arquitecto planificó la reforma de Berlín que quería Hitler, y que significó deportaciones masivas de judíos y el vaciamiento casa por casa de barrios enteros. Speer se salvó de la horca haciendo alegatos antinazis y mintiendo durante todo el juicio. Sostuvo, por ejemplo, que nunca supo nada de las masacres en masa en Auschwitz, aunque sus colaboradores directos llevaban allí aceros y otros materiales para las obras. Solo le dieron 20 de prisión; salió en libertad en 1966 y se reintegró sin problemas en la sociedad de Alemania Federal. El paso del tiempo permitió a los investigadores acceder a la publicación de archivos desconocidos de las SS sobre la construcción de Auschwitz y otras actividades en las cuales estuvo involucrado Speer que probaron contundentemente que, como correspondía a su rango de ministro del Tercer Reich, no solo fue otro genocida, sino un simulador y mentiroso. Los diez ahorcadosJoachim von Ribbentrop, ministro de Relaciones Exteriores. |
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