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La Iglesia habla de “discordia y odio”
¿El demonio anda suelto?
El cardenal Bergoglio, máxima figura de la Iglesia Católica, habló frente a la Basílica de Luján ante una multitud de peregrinos llamando a “vivir como hermanos y dejar de lado las diferencias como pueblo… el demonio no se queda tranquilo. Es el padre de la discordia, de la discusión, de la violencia”.
Aunque culpó al Demonio, Kirchner se dio por aludido y contestó diciendo que aquél también puede vestir sotana. No es nuestro propósito resolver esa cuestión teológica, ni descubrir si Bergoglio está endemoniado. Sí traducir lo que dijo la Iglesia y tratar de comprender el porqué de la pelea con Kirchner.
El cardenal repitió lo mismo que dicen los jerarcas católicos argentinos cada vez que hay juicios a los genocidas. Lo hicieron en 1987, poco antes de la sublevación de Rico en Semana Santa, respaldados por el propio papa Juan Pablo II cuando vino a la Argentina a hablar de la “reconciliación”. Por eso los “carapintadas” utilizaron esa argumentación proporcionada por la Iglesia para lograr la Obediencia Debida y el Punto Final. “Reconciliación” y “vivir como hermanos” quiere decir para los obispos que no se juzgue y condene a los genocidas del Proceso. Es posible que los monseñores se sientan “hermanos” de Etchecolatz, Videla, Astiz y compañía, porque mientras estuvo la dictadura la apoyaron abiertamente, fueron parte de la tortura como el cardenal Von Wernich, bendijeron sus actos oficiales, el obispo Quarracino dijo que los desaparecidos “estaban en Europa” y no levantaron un dedo ni siquiera para reclamar incluso por los católicos y eclesiásticos desaparecidos o asesinados, como el obispo Angelelli o los padres palotinos. Pero la inmensa mayoría del pueblo argentino quiere que los genocidas reciban el castigo que merecen y sea desmantelado el aparato represivo. Porque sabemos que no es sólo un tema del pasado. Es también el presente y el futuro, para que nunca más haya un golpe ni repriman al pueblo.
Bergoglio protesta porque cree que Kirchner debería detener los juicios. Amnistía para los “militares que combatieron la subversión”, pidieron en el acto los apologistas del terrorismo de Estado en plaza San Martín. Y recibieron, también ellos, una cariñosa cartita de Bergoglio diciéndoles que no podía ir “por compromisos anteriores”, llamando a la “reconciliación”. Bergoglio tira la piedra y esconde la mano. No dice abiertamente amnistía. No se anima a tanto porque sabe que sus propios fieles lo repudiarían. Pero lo sugiere y se lo exige veladamente al gobierno.
No sabemos si hay “demonios” sueltos sembrando discordia. Lo que sí sabemos es que hay miles de responsables del genocidio, con sus cómplices directos, sueltos y sin castigo, y contra ellos tenemos que apuntar.
Por eso repudiamos los dichos de Bergoglio, nos pronunciamos por cualquier amnistía o perdón y llamamos a seguir movilizados por cárcel a todos los genocidas y represores de ayer y de hoy.
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