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Tragedia en la rutaNo se puede hablar de fatalidadLas escenas son shockeantes, con un ómnibus casi rebanado en dos y el saldo terrible de trece muertos: nueve alumnos de secundario y una profesora que viajaban en el micro y los dos ocupantes del camión. Pero lamentablemente el accidente de Santa Fe no es un caso aislado. Semana a semana vamos sumando más y más vidas sesgadas en las rutas de nuestro país. El gobierno y los medios de comunicación usan y abusan de una palabra: fatalidad. ¿Pero se puede hablar efectivamente de fatalidad? ¿Por qué hay cientos de micros de larga distancia recorriendo diariamente distancias de 700, 1.000 y 1.500 kilómetros? ¿Por qué cualquier ruta se transforma cada noche en un “camino de la muerte” por la circulación de larguísimas filas de camiones? Hay una primera respuesta obvia: en nuestro país se desguazó la red ferroviaria, que antes cubría la mayor parte del país. Prácticamente ya no existe ese medio de transporte que el mundo entero reconoce como el más seguro, económico y ecológico. Pasajeros y cargas son lanzados entonces a la ruleta rusa del transporte automotor sobre las rutas. Pero remitámonos ahora específicamente a esto último, ¿por qué son tan inseguros nuestros caminos? La respuesta es elemental: una autopista, con manos separadas de una y otra dirección, bien señalizada, iluminada y mantenida, con buenas banquinas, es cientos de veces más segura que nuestras “rutas”, donde los concesionarios de peaje se limitan a construir casillas para cobrar por toda inversión y donde cada conductor “se juega la vida” cada vez que tiene que pasar a otro vehículo. Muchas veces abogamos por un gran plan de obras públicas para resolver el problema de desempleo. Además de viviendas, la construcción de una red segura de autopistas a lo largo de todo el territorio nacional haría que nos evitáramos estas tristes consecuencias. Por último, debemos señalar las culpas de los empresarios del transporte de pasajeros y de carga: choferes superexplotados, obligados a hacer jornadas maratónicas sin dormir para sumar un peso más, y vehículos sin o con escaso control. Un tercio del parque de camiones que circula por el país tiene más de treinta años. En los ómnibus de larga distancia, los empresarios optan por los “doble piso”, inseguros y prohibidos en prácticamente todo el mundo, mientras la Secretaría de Transporte hace la vista gorda. El uso obsceno de la palabra “fatalidad” esconde las verdaderas responsabilidades que deben salir a la luz. J.C. |
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