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4/11/79: Humillación al imperialismo en IránToma de la Embajada yanqui en TeheránCon la revolución en plena ebullición, el ingreso a EE.UU. del dictador derrotado, el sha Reza Pahlevi, detonó la ocupación con rehenes durante 14 meses de la Embajada de EE.UU. en la capital iraní. El presidente Carter perdió las elecciones sin poder liberar a sus 52 empleados.
La caída del sha fue un contundente golpe a la presencia del imperialismo yanqui en la región, y particularmente en el Golfo Pérsico, conflictiva zona petrolera. Aunque con una dirección religiosa y burguesa, fueron las masas que protagonizaron una insurrección, con movilizaciones multitudinarias que demolieron al ejército de Pahlevi y sus asesinos de la SAVAK (ver recuadro). Proteger al dictador les costó caro El sha se había refugiado en México. Pero Nelson Rockefeller (el magnate petrolero) y Henry Kissinger (hombre de confianza de Richard Nixon y luego de Reagan y George Bush) presionaron al presidente Jimmy Carter para que diera una visa de ingreso a los EE.UU. a su fiel aliado de décadas. El 22 de octubre de 1979 el ex dictador viajó a Nueva York para hacerse una operación. En Teherán, la capital iraní, comenzaron las acciones de repudio. El 4 de noviembre, mientras la rodeaban miles y miles de manifestantes, un comando de jóvenes estudiantes ocupó la embajada yanqui y tomó de rehenes a sus empleados. Exigían al gobierno yanqui que entregaran al sha para juzgarlo por sus crímenes, y recuperar sus bienes depositados en el extranjero. Allí estuvieron durante 14 meses. A pedido de Carter, el presidente Torrijos recibió a Pahlevi en Panamá el 15 de diciembre. Pasaban los meses y la fuerza de la movilización revolucionaria en Irán mantenía la ocupación de la embajada como una avanzada de la lucha antiimperialista. El 23 de marzo, en un avión privado y furtivamente, el sha se fue a El Cairo, donde murió cuatro meses después. Una bofetada al imperio Las imágenes de la ocupación recorrían el mundo, mostrando al todopoderoso gobierno de EE.UU. humillado y sin salida. Y fue mucho peor cuando un comando norteamericano –la célebre Fuerza Delta- intentó recuperar por la fuerza a los rehenes y fracasó estrepitosamente. Un diario de Beirut dio la noticia con el título “Alá 1, James Bond 0” (citado en mayo de 1980 por Opción Nº19, el periódico del PST bajo la dictadura). Además del bochorno que significaba no poder liberar a los rehenes, lo que estaba en juego para el imperialismo yanqui era la tremenda fuerza de la revolución iraní. Como ejemplo recordemos la declaración del “shora” de los metalúrgicos de Isfahan, del 11 de mayo de 1980: “Si la movilización revolucionaria se detiene, seremos esclavos entre las garras del imperialismo” (Opción Nº24). Carter pretendía mantener el control que habían tenido sobre el Golfo Pérsico. Entonces resolvió alentar a su aliado de entonces Saddam Hussein, presidente de Irak, que en septiembre invadió Irán, con la excusa de una disputa territorial. Fue otro pelotazo en contra. Le habían prometido un paseo. Todos los pronósticos apostaban a que el ejército iraní se derrumbaría ante el todopoderoso Irak. Pero no contaron con la energía en el combate de las masas revolucionarias, cuya efectividad superó con creces al desarticulado ejército tradicional que existía bajo la dictadura. La guerra duró ocho años, tuvo cientos de miles de muertos y desangró a ambos países, pero el imperialismo no logró derrotar a Irán y se fue debilitando su influencia en Irak. En noviembre de 1980 Jimmy Carter perdió las elecciones ante su rival republicano Ronald Reagan. Este, más pragmático y efectivo, venía negociando secretamente con el gobierno iraní, ofreciendo armas y datos de inteligencia, para liberar a los rehenes. Lo logró poco después de asumir en enero de 1981. El Banco Central de Irán pudo recuperar las cuentas del fallecido Sha. Y los yanquis nunca recuperaron el dominio del país que perdieron en 1979. Febrero de 1979: En Irán triunfó una revolución obrera y popularEl todopoderoso sha de Irán fue durante décadas un incondicional aliado y servidor del imperialismo yanqui y un brutal dictador, que hundía en la miseria al pueblo iraní, mientras él y sus familiares disfrutaban de una incalculable fortuna, ligada a la riqueza petrolera. A fines de la década de los setenta era creciente la movilización contra la dictadura. Comenzaron los estudiantes y los sectores religiosos shiitas de los clérigos musulmanes, los ayatolas. Y se fue incorporando la poderosa clase obrera iraní, con huelgas y ocupaciones de fábricas. La mayoría de la burguesía comercial iba restando su apoyo al régimen dictatorial. En enero de 1979, el Sha y su esposa salieron furtivamente del país. Y regresó luego de 15 años de exilio el líder religioso Komeini. Mientras las cúpulas religiosas, de los militares y la burguesía negociaban una salida a la crisis de la monarquía, en febrero las movilizaciones impusieron el triunfo de una insurrección obrera y popular. El movimiento de masas enfrentó a las tropas del ejército leales al Sha durante semanas y semanas, hasta derrotarlas. Los agentes de la policía secreta, la siniestra SAVAK (que asesinaba 20.000 iraníes al año) fueron perseguidos y fusilados, se formaron comités (los “shora”) de obreros, soldados, estudiantes, y se instaló una situación de doble poder. Las masas iraníes se movilizaban por sus reclamos antiimperialistas, democráticos y sociales. El país se independizó del dominio imperialista. La dirección religiosa y nacionalista burguesa de Komeini y los ayatolas, encabezando esa proceso, fueron canalizando y desmontando el poder de las masas, para impedir que se profundizara la revolución y se avanzara hacia un gobierno de los obreros y el pueblo iraní que rompiera con la burguesía. Pero desde entonces no han cesado los choques y enfrentamientos de Irán contra el imperialismo yanqui y su lacayo en la región, Israel. |
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