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Cosecha y exportaciones récord¿Se benefician los trabajadores?
Las exportaciones argentinas del 2006 fueron un récord: 46.569 millones de dólares, un 15% más que el año anterior. Encabezan la tabla las ventas de soja, con 8.860 millones, siendo muy importantes también las exportaciones de trigo (1.479 millones), maíz (1.212 millones) y carne vacuna (1.095 millones). Pero eso no es todo. Casi todos los cálculos indican que la cosecha de la temporada 2006/2007 marcará un nuevo récord, con 90 millones de toneladas, prácticamente el doble que hace un década. Pero como los precios de esos bienes siguen en alza, se calcula que el monto de las exportaciones del sector aumentará un 24% más. Y podríamos seguir tirando números de récords, como los que se esperan también para las exportaciones vacunas de 2007. Ahora bien, esos millones de dólares enriquecen a una pequeña oligarquía, ya hoy compuesta mayoritariamente por pulpos transnacionales como Benneton y Soros, y en menor medida por las “tradicionales” familias patricias. Pero los trabajadores y la inmensa mayoría del pueblo no se benefician en un centavo con estos “récords”. Los dueños de esos negocios reciben las divisas, muchas de ella ni siquiera ingresan al país y las que lo hacen sólo sirven para abonar la especulación y el despilfarro de estos sectores. Encima, los altos precios internacionales de estos productos repercuten sobre el mercado interno: a los dueños de estos negocios les conviene vender al exterior antes que a un menor valor en el mercado interno. El resultado es obvio: los precios tienden a igualarse con los de exportación o los productos desaparecen de las góndolas. Esto explica el astronómico precio de la carne o los lácteos. El gobierno, mientras tanto, trata de “quedarse con algo” de esa fenomenal fiesta de los dueños del agro aumentado las retenciones (impuestos a la exportación) de soja. Es como querer cazar un elefante con un rifle de aire comprimido. La insuficiencia de cualquier medida parcial quedó en claro cuando el gobierno quiso “regular” el precio de la carne y sólo terminó beneficiando a los grandes frigoríficos. Nuestro país produce alimentos como para darle de comer a diez Argentinas. Es una vergüenza que existan hambre y desnutrición, o que un buen bife o un pedazo de queso sean un “artículo de lujo”. En el país de las vacas y el trigo cualquier política que se precie de popular debería comenzar con lo elemental: que esos productos no falten de la mesa de ninguna familia trabajadora. Y el resto, lo que sobre, debe exportarse para generar divisas que sirvan para financiar las otras acuciantes necesidades populares. Claro que para ello será necesario nacionalizar el comercio exterior de modo que seamos realmente los trabajadores argentinos los que nos apropiemos de ese superávit. Y al mismo tiempo realizar una profunda reforma agraria, que elimine la especulación de la renta de la tierra, permita el acceso masivo de los sectores populares a ella, condone las deudas de los pequeños productores y permita de conjunto decidir qué y cuánto se produce (no como ahora que la “moda” de la soja está produciendo un daño ecológico irreversible a miles de campos). Sólo entonces podremos hablar de récords de producción y exportación que signifiquen beneficios para la clase trabajadora. |
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