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Escribe:
Miguel Lamas
Aprueban ley de protección de la propiedad privada
Avanza la restauración capitalista en China
El 16 de marzo la Asamblea Nacional china aprobó una ley de protección de la propiedad privada, señalando que “nadie puede atentar contra ella” y equiparándola en derechos a la estatal y colectiva. Esta propiedad, que la ley protege, incluye a las grandes empresas, muchas de ellas propiedad de multinacionales yanquis, japonesas o europeas.
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La nueva ley es otro paso en las reformas que vienen transformando a China en un paraíso para las multinacionales. Los economistas del imperialismo aplauden y dicen que el país avanza en convertirse en una “gran potencia económica”. Al mismo tiempo, desde el gobierno y PC chino, el PC cubano y otras organizaciones afines, se defiende el proceso chino como progresivo calificándolo de “socialismo de mercado”.
El crecimiento económico es innegable. Ha sido el mayor del mundo entre 1988 y 1998, con un promedio anual de entre el 12 y el 14%, que descendió al 8% después de la crisis asiática del 98. Pero, ¿eso benefició a las mayorías obreras y campesinas?
La revolución de 1949
El pueblo trabajador chino realizó una inmensa revolución socialista en 1949 que lo liberó del hambre de siglos, del analfabetismo y del dominio imperialista. Después de años de insurrecciones y guerrillas, derrotaron a los imperialistas japoneses y posteriormente a los ejércitos burgueses y terratenientes de Chiang Kay Shek, tomaron y distribuyeron las tierras. La revolución estatizó las grandes empresas, los bancos y el comercio exterior.
Se fundó en China un estado obrero que permitió estos avances históricos. Sin embargo ese estado careció de organismos de poder centralizados democráticos de los trabajadores. Desde un comienzo su dirigencia, Mao Tse Tung y el PCCH, establecieron un régimen burocrático de partido único.
Puertas abiertas a las multinacionales
En 1978, después de la muerte de Mao, con Deng Shiao Ping, el PCCH dio un viraje, resolviendo sin ninguna discusión democrática, una apertura hacia la restauración capitalista que la nueva ley, que acaban de votar, profundiza.
En 1989 el régimen sofoca violentamente con el ejército las protestas estudiantiles y populares de plaza Tien An Men.
Los trabajadores de las industrias estatales bajo la economía planificada tenían garantizada vivienda, sanidad, educación y otros beneficios. El empleo era para siempre y sus hijos podían heredarlos. Todos estos derechos se han reducido despiadadamente. La tierra, los edificios, bienes culturales, todo ha sido sometido a un gigantesco saqueo y pasó a ser privado en un lapso de 15 años. Sin embargo, las empresas estatales todavía tienen 11.000 escuelas primarias y secundarias, y 6.100 hospitales. Fueron despedidos 50 millones de trabajadores. Hoy el 70% del producto nacional corresponde a empresas privadas multinacionales y de nuevos millonarios chinos, muchos de ellos provenientes de las filas del PC, que se robaron las propiedades estatales.
El éxito económico de China se basa en ofrecer a las multinacionales que se instalaron en las llamadas Zonas Económicas Especiales, 100 millones de trabajadores con salarios miserables y condiciones de trabajo casi esclavistas. “Los salarios mensuales de 600/800 yuanes (60/80 euros), las jornadas laborales de diez a catorce horas sin sobrepago por horas extras, y las peores condiciones de alojamiento, son corrientes en sectores como el del juguete, calzado, electrónica y textil, de los que Cantón y su región son el principal centro” (diario La Vanguardia, España 15 febrero 2006).
Por eso las multinacionales se mudan a China. Buscan mano de obra barata e indefensa. Un ejemplo claro lo vemos en la industria del calzado. En el 2002, China tenía una cuota en el mercado internacional del 6%, en el año 2005 se multiplicó, llegando al 22%, mientras que la Unión Europea bajó del 54% al 29%. La mayor parte de las exportaciones son ropa, juguetes, zapatos, muebles y bienes de tecnología limitada (fotocopiadoras, microondas, etc.).
Saqueo y superexplotación
China tiene hoy 1.300 millones de habitantes de los cuales 750 millones se encuentran en áreas rurales y 200 millones están subempleadas. Hay 150 millones de inmigrantes campesinos miserables en las grandes ciudades, durmiendo en covachas y la mayoría con empleos informales. Las huelgas están prohibidas y también los sindicatos que no sean los oficiales. Pese a esto los trabajadores hacen numerosas huelgas ilegales, que son reprimidas.
La contrapartida y condición del éxito económico capitalista son las condiciones miserables de los obreros, y un desastre social del campo. Los campesinos, que antes tenían tierra para cultivar, salud y educación garantizadas, se ven despojados masivamente. Decenas de millones tienen que emigrar a las ciudades, y ha proliferado la venta de sangre, de niños y de mujeres, como forma de supervivencia. En las regiones cercanas a las ciudades les roban las tierras (que son teóricamente estatales) para entregarlas a especuladores. Durante el 2005 hubo 87.000 manifestaciones de protesta campesinas (según datos oficiales).
El enorme superávit comercial no es utilizado para gastos sociales, sino para comprar bonos de la deuda norteamericana, sosteniendo así artificialmente al dólar y a la economía yanqui.
Estos datos muestran sobradamente que China ni es socialista, ni va hacia el socialismo. ¡Todo lo contrario! Llamar “socialismo” al mercado capitalista más despiadado es como llamar “justicia” a un genocidio. Los hechos están mostrando que el régimen dictatorial del PCCH está conduciendo a China a convertirse en una semicolonia capitalista.
Sólo el levantamiento de los explotados chinos y el derrocamiento de ese régimen puede detener ese curso contrarrevolucionario. Las numerosas protestas populares indican que están germinando las condiciones para que la resistencia a esta despiadada explotación, hoy dispersa en miles de movimientos, estalle en una nueva revolución China.
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