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Mayo de 1937 en BarcelonaEl Frente Popular aplasta la revoluciónHace 70 años era derrotado el proletariado revolucionario en Barcelona y se establecía un gobierno agente directo de la burguesía imperialista y de la burocracia estalinista de la URSS. Como lo denunciaba entonces León Trotsky, Negrín y Stalin fueron los “mejores ayudantes” del fascismo de Franco.
Cataluña era el centro económico de la España republicana. Toda la industria textil estaba allí, produciendo ropas y frazadas para el ejército y la población civil, así como productos para la exportación. Al quedar relativamente aislado el país Vasco, los obreros metalúrgicos y químicos catalanes hicieron prodigios para que una improvisada industria de guerra equipara las tropas. Las granjas colectivas lograron las mayores cosechas de la historia, alimentando a las ciudades y al ejército y produciendo frutas cítricas para la exportación. Combatientes de la CNT (Central Nacional de Trabajadores, anarquista) actuaban masivamente en los frentes de Aragón y Teruel, y habían desplazado fuerzas decisivas para la salvación de Madrid. Los marineros de la CNT tripulaban los barcos que garantizaban el ir y venir de las cargas. El proletariado de Cataluña era la columna vertebral de las fuerzas antifacistas.* Los aires de la revolución se respiraban en las calles de Barcelona. Desde julio de 1936, los obreros parecían los dueños de la ciudad, con el fusil en bandolera, la pistola a la cintura y ropas de trabajo. No se veían ni guardias civiles, ni “señoritos” de ropa fina, o restaurantes y cabarets de lujo. Allí funcionaban comedores populares. En los edificios públicos y fábricas se veían los carteles: “colectivizado por el pueblo”, “pertenece a la CNT”. La insurrección derrotada Dos poderes antagónicos convivían en el bando antifascista. El gobierno republicano burgués, sostenido por los dirigentes obreros conciliadores, defendían con uñas y dientes la propiedad privada capitalista, cuestionada por las masas revolucionarias. En todas las ciudades y la mayoría de los pueblos funcionaban todo tipo de comités de obreros y campesinos, para la defensa, para la salud pública… Y la situación se fue tensando a medida que las masas movilizadas exigían medidas más radicales para profundizar la lucha militar contra Franco. El gobierno del Frente Popular, integrado por la burguesía republicana y los dirigentes socialistas, anarquistas y del POUM (partido centrista de izquierda con peso en Cataluña), pretendía conciliar esos intereses irreconciliables. A fines de 1936, a medida que crecían las tensiones, el POUM fue echado del gobierno. Al mismo tiempo, ganaban influencia la burocracia que dominaba la URSS. Con el prestigio heredado de la Revolución de Octubre, y el hecho decisivo de que era gran proveedor de armas a la República, el gobierno contrarrevolucionario de Stalin iba logrando el fortalecimiento del prácticamente inexistente Partido Comunista español. A comienzos de mayo estalló la tensión en Barcelona. El gobierno mandó tropas de asalto para arrancar de manos de los obreros anarquistas el control del edificio de la central telefónica. La ciudad se llenó de barricadas. El 4 de mayo, los trabajadores se habían adueñado de la capital. Pero los dirigentes de la CNT, convenciendo también a los del POUM, renunciaron a llevar la insurrección al triunfo y hacerse cargo del poder. Optaron por ceder una vez más al gobierno burgués y frenar la lucha, provocando la derrota. En medio de las barricadas, el grupo de los Amigos de Durruti (ver El Socialista Nº 52) y los Bolcheviques Leninistas (un puñado de seguidores de Trotsky), proponían en sus volantes un camino distinto, llamando a la unidad, a la huelga general, a desarmar a las tropas del gobierno burgués. Entraron a la ciudad 5.000 guardias de asalto, que reestablecieron el “orden”. Habían quedado unos 500 muertos y unos 1.000 heridos. El gobierno contrarrevolucionario de Negrín Desde julio de 1936 encabezaba el gobierno del Frente Popular republicano un dirigente del ala izquierda del socialismo, Largo Caballero (véase El Socialista Nº 21 y 38). Su política centrista, de conceder algo a las masas sin romper con la burguesía, lo había ido debilitando. El Partido Comunista iba imponiendo su consigna “primero ganar la guerra, después la revolución”. Derrotada la insurrección, quedó el campo libre para que coparan el gobierno en Barcelona los jefes estalinistas y sus “asesores” rusos, agentes de la policía secreta de Stalin (también el dirigente del PC argentino Victorio Codovilla). Los dirigentes del Frente Popular, hicieron un ultimátum a Largo Caballero: hacerse cargo de la represión a los insurrectos, en primer lugar al POUM, y adoptar una serie de medidas para cortar de raíz el proceso revolucionario. Largo Caballero optó por renunciar y le cedió la jefatura de gobierno a Juan Negrín López, quien encabezaría la contrarrevolución y la capitulación a Franco. Trotsky denunció al nuevo gobierno. Decía: “Inglaterra y Francia por sí solas jamás habrían podido imponer a la España revolucionaria un gobierno contrarrevolucionario como el de Negrín. […] En la lucha por ganarse la confianza de la burguesía francesa y británica, Stalin se ha ocupado constantemente de impedir que los obreros españoles tomen la senda de la revolución.” (16/10/1937) El programa de Negrín, rechazado por Largo Caballero, tenía cuatro puntos: 1) El definitivo control jerárquico del ejército, acabando con las medidas de democratización y las milicias (la película “Tierra y Libertad” muestra este aspecto de la represión). 2) Liquidar el control obrero en las fábricas y acabar con las granjas colectivas. 3) Ir a fondo en la represión contra los obreros y sus organizaciones, acabando con todos los disidentes, alas izquierdas y el POUM (su dirigente Andres Nin fue asesinado poco después). 4) La conciliación con la Iglesia Católica (que abría el camino para conciliar con el propio Franco). La más conocida figura del estalinismo español, la Pasionaria (Dolores Ibarruri) le dio la bienvenida a Negrín, calificándolo como “el gobierno de la victoria”. Desgraciadamente, tal como lo denunciaba Trotsky, al aplastar a la revolución obrera y campesina en Cataluña, se abrió el capítulo que culminaría con el triunfo del fascismo.
* Véanse: Revolución y contrarrevolución en España. Félix Morrow, Pluma, Bogotá, 1977. La revolución y la guerra de España. P. Broué y E. Temime, FCE, 1962. Jalones de derrota. C.G. Munis, Lucha Obrera, México. León Trotsky: Escritos sobre España, en diversas ediciones. |
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