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Despedimos a un dirigente revolucionarioFalleció Ernesto GonzálezA los 83 años nos dejó el “Viejo” Ernesto. Lo ganó para el trotskismo Nahuel Moreno en 1952, y desde entonces se transformaron también en entrañables amigos. Con su entusiasmo de siempre, en las últimas elecciones de la Capital Federal fue candidato a legislador por el Frente de Izquierda Socialista Revolucionaria. Desde que asumió la decisión de ser un militante revolucionario, Ernesto dedicó su vida a la construcción del partido.
Ernesto era de Pehuajó, y se fue a La Plata para graduarse en historia, aunque su pasión era el teatro. Así fue que conoció a otro joven, Nahuel Moreno, a quien también le gustaba la actividad teatral, pero lo ganó para el marxismo y la militancia trotskista*. Se hicieron inseparables. Ernesto ingresó en 1952 al GOM (Grupo Obrero Marxista, el grupo de Moreno), y poco después entró a trabajar al frigorífico La Blanca. Muchos años después, a ambos les gustaba recordar y reírse de los tiempos en que Ernesto con su grupo de amigos planeaban presentar la obra “Las manos sucias” de Jean Paul Sartre en Pehuajó, y juntaban plata para viajar a Francia… El rumbo de su vida cambió por completo. Se fue haciendo dirigente en el gremio de la carne y en el partido. Junto con Moreno fue uno de los principales integrantes de la dirección nacional en el PRT (luego PRT La Verdad), el PST y el MAS. Numerosas veces desarrolló actividades internacionales para la inmensa tarea de construir la Cuarta Internacional, en Uruguay, Perú y otros países. Su primera compañera Chela, también militante, con la cual tuvo una hija, fue secuestrada y desaparecida por la dictadura. Su compañera desde los años setenta, Lidia, fallecida hace varios años, compartió con él su militancia y sus viajes durante el exilio, en Colombia, Perú y Europa. Un militante infatigable González muchas veces repetía que el secreto para lograr las cosas se resumía en tres palabras: “sudor, sudor y sudor”. Esa abnegación por la actividad militante la combinó con una aguda inteligencia. Así encabezó la construcción de regionales, organizó imprentas, legales o clandestinas, escribió libros, documentos, artículos y folletos, viajó por el mundo, dirigió el periódico y Revista de América. Podríamos decir que hizo de todo, aportando siempre.
Para elegir una de las infinitas anécdotas, podemos recordar la primera experiencia de legalización electoral del partido, en 1972. Fue Ernesto, que por entonces estaba en Tucumán, quien, con un grupo de militantes, tomó la iniciativa de salir a recorrer manzana por manzana los barrios obreros y populares, apelando casa a casa a la solidaridad democrática de los trabajadores para que dieran su firma llenando las fichas de afiliación al PST. La experiencia se generalizó a todo el país, provincia por provincia. Nada doblegó su convicción revolucionaria Luego de la muerte de Moreno, entraron en crisis tanto el MAS como la corriente internacional que él encabezaba, la LIT-CI. Muchos quedamos, como lo señala Enrique Fernández de Perú, en posiciones distintas a las de Ernesto para seguir construyendo el morenismo. Ernesto se alineó con el grupo que retuvo el nombre del MAS, y fue luego expulsado con otros compañeros cuando comenzó a plantear críticas y diferencias políticas. No por eso abandonó ni un día su militancia. Siguió trabajando en la coordinación de los libros de la historia de nuestra corriente (ver recuadro). Y acompañando distintos procesos sindicales o políticos, siempre desde el punto de vista trotskista y revolucionario, y con la obsesión de impulsar los procesos de avance de la clase obrera. La muerte lo sorprendió pleno de actividad y proyectos. En marzo viajamos con él a San Pablo para participar de un acto en homenaje a su amigo y compañero Nahuel Moreno, realizado por el PSTU. En el mes de abril, fue su iniciativa personal la que dió lugar a que se formara el Frente de Izquierda Socialista Revolucionaria para las elecciones porteñas, entre Izquierda Socialista, la Liga Socialista Revolucionaria, la Unidad Socialista de los Trabajadores y el Frente Obrero y Socialista. Ernesto encabezó la lista de legisladores, y se sumaba contento a las volanteadas para pedir el voto en los barrios. Estaba pendiente de que se lograra también un frente de izquierda a nivel nacional para octubre. Lleno de lucidez y optimismo, estaba pendiente también de las discusiones de los trotskistas y revolucionarios venezolanos, bolivianos y de otros países. De la resistencia iraquí, de la revolución mundial. Como lo hizo desde su juventud. Como lo hizo todos los días, durante más de medio siglo. El pasado fin de semana era el cumpleaños de su hermano. Viajó y quedó descansando para siempre en Pehuajó, donde según él se comen los mejores merengues con crema del mundo.
Enrique Fernández Chacón** lo recuerda desde PerúCómo poner en letras lo que se siente para expresar cuando un compañero nuestro deja de estar físicamente entre nosotros. Mucho más difícil cuando es un compañero tan querido como nuestro Ernesto González, cuyo nombre siempre estuvo ligado para mí y para quienes lo conocieron al de Nahuel Moreno. Se nos fue un grande, entre los grandes, que supo estar por encima de luchas fraccionales en nuestra corriente. La última vez que tuve la ocasión de verlo, fue en Buenos Aires. Hacía uno o dos años que no lo veía. Me abrazó de tal manera, que sentí en ese abrazo su calor humano, quizá porque sin lugar a dudas, el Perú ocupaba una gran parte de su corazón. Me tocó estar en alguna discusión en la LIT, no en la misma trinchera con él, incluso acá en nuestro país, cosa que no me hacía ninguna gracia, de tal manera que después de la discusión me costaba mirarlo a los ojos y seguir hablándole. Con toda su sabiduría notó mi incomodidad y medio sonriente me dijo: “tranquilo, no siempre se puede estar de acuerdo”. Con nosotros militó un buen tiempo, nos visitó muchas veces, nos amamantamos con su sabiduría y su calidad humana. Hace pocos minutos me acabo de enterar de su fallecimiento y estoy muy consternado. Solo atino a expresar en estas breves líneas, el afecto y admiración que le tenía a nuestro Ernesto González, que siempre fue y será un ejemplo para todas las generaciones revolucionarias de la Cuarta Internacional y patrimonio indiscutible de nuestra Corriente Internacional.
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Los “libros de Ernesto”
Durante este 2007, la actividad política de Ernesto no mermó ni un ápice, a pesar de sus 83 años. Ya había aparecido en las librerías el Volumen I del Tomo 4 de El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina, la saga de libros a los que dedicó gran parte de su militancia de sus últimos años, con objeto de rescatar la trayectoria morenista y hacerla accesible a las nuevas generaciones. Parecía presentir que no le quedaba mucho tiempo para terminar su obra. Nos apuraba a sus colaboradores en el trabajo con el siguiente volumen. “Vuelvan a releer todo”, fue su última directiva. Aunque la campaña electoral del FISR lo tuvo como uno de sus protagonistas, no abandonó este trabajo y sus proyectos de reedición de los anteriores tomos agotados. Pese a su claro rol protagónico en el libro, siempre nos hacía ver que el trabajo de cada uno de nosotros era importante: “siempre creí en los equipos”, era su frase. Era el primero en llegar a las reuniones, con “puntualidad bolchevique”, como gustaba decir con una sonrisa, luego de un largo viaje en colectivo desde Villa Urquiza, donde vivía. Ernesto nos dejó teniendo un avanzado “borrador” del volumen en elaboración (período 1971-1973, hasta la presidencia de Perón) y de los capítulos del siguiente que llegan hasta el golpe de 1976. Esperamos poder darle a ésta, su última obra, edición y continuidad, y que la actividad política de su autor pueda continuar haciendo mella, motivando y formando a nuevas generaciones de jóvenes militantes revolucionarios. |
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