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Crisis económica mundial¡Qué la paguen los ricos!La semana pasada siguió la montaña rusa de los mercados mundiales, con bajas explosivas y quiebras. Se volcaron más de 500.000 millones de dólares para salvar a los grandes pulpos. Una vez más, los trabajadores y pueblos del mundo tendrán que salir a luchar para evitar que la crisis de la economía capitalista se descargue sobre ellos
Las bolsas mundiales, las cotizaciones de los bonos estatales y los tipos de cambio suben y bajan al compás de las noticias. El viernes 10 los bancos centrales europeos, del Japón, Australia y Canadá, y la Reserva Federal yanqui, inundaron el mercado de divisas con una “intervención” más grande que todo el PBI argentino: más de 300.000 millones de dólares. Obviamente, ese día “los mercados subieron”. Pero el alivio duró sólo hasta el martes siguiente. Ahí todo volvió a caerse, y reaparecieron las intervenciones: más dinero lanzado al mercado por la Reserva Federal y los japoneses. El miércoles la cosa se mantuvo más o menos estable, y el jueves se derrumbó todo otra vez: noticias de quiebra del banco hipotecario más importante de los Estados Unidos, baja de cotizaciones de todo, hasta de la soja, el oro y el petróleo. El viernes, cuando ya el dinero volcado a los mercados financieros superaba los 500.000 millones de dólares, la Reserva Federal tomó una medida técnica más importante: bajó la tasa de descuento de 6,25% a 5,75% anual (es la tasa de interés a la que la propia Reserva Federal le presta a los bancos para “salvarlos” si necesitan dinero y no lo tienen). Al cierre de esta nota (mañana del martes 21) los mercados “abrían en alza”, claro que gracias a una nueva generosa “ayuda” del Banco Central del Japón, que acababa de inyectar unos 7.000 millones. Ponemos la “fecha y hora” en que escribimos porque nadie puede garantizar si asistiremos a una nueva baja violenta en horas, días o semanas. La crisis llegó para quedarse Es un hecho que las perspectivas de la economía mundial van a estar marcadas por la magnitud de esta crisis. Estamos asistiendo a un “crack” de los mercados financieros globales y a un despilfarro increíble de recursos para pararlo. Ya la economía mundial del futuro próximo no será la del “crecimiento fácil” que hubo desde el 2002 para acá. Las preguntas se amontonan: ¿habrá una recesión en Estados Unidos? ¿Vamos a una caída global del capitalismo, con mayores aumentos del desempleo y la miseria? ¿Cómo le pegará esto a Latinoamérica? Tres afirmaciones aparecen como incontrastables. Primero: la recuperación parcial de la economía norteamericana desde la recesión del año 2000 (cuando casualmente estalló otra burbuja especulativa, la de las empresas “punto.com”) no tenía bases sólidas: se asentaba en déficits fiscales y comerciales récord. Pero esto no era simplemente un “desajuste”, sino una política conciente para favorecer a las propias multinacionales yanquis en el mundo. El déficit comercial (importar más de lo que se exporta) está causado en un alto grado por las propias transnacionales yanquis que explotan mano de obra en China y luego venden sus productos al interior de Estados Unidos. El déficit fiscal esconde la multiplicación al infinito del gasto militar, motivado por la guerra de Irak, un fenomenal negocio para las propias empresas norteamericanas que le venden a “su” Estado los productos del complejo militar-espacial. Segundo. La asquerosa hipocresía de los gobiernos imperialistas, organismos multilaterales de crédito como el FMI y el Banco Mundial, y “gurúes” de los pulpos financieros. Los mismos que desde sus sillones con sueldos de millones de dólares proclaman a los cuatro vientos la necesidad de reducir las partidas sociales (de ayuda a los pobres, salud y educación pública), e incluso la ayuda al Tercer Mundo y los fondos para catástrofes, son los que hoy salen a exigir, y lo consiguen, sumas billonarias, que superan los productos brutos de varios países, para que los salven de la quiebra. Y lo más escandaloso es que esto sucede en el mismo momento que en Perú se amontonan en las calles los cadáveres del terremoto de la semana pasada, sin que, sencillamente, haya ataúdes para enterrarlos, con la población pidiendo desesperadamente comida ante las cadenas de televisión internacionales (que hacen su negocio y aumentan su facturación transmitiendo en directo “desde el lugar de la catástrofe”). Lo mismo sucede con las víctimas del huracán que azota Jamaica, Belice y la península del Yucatán; y con los inundados del sudeste asiático. ¿Quién paga la crisis? Y tercero. Como viene pasando recurrentemente en los últimos treinta años, una vez más el imperialismo, las transnacionales y los pulpos financieros van a intentar que los trabajadores del mundo y los pueblos semicoloniales paguen los platos rotos. Empiezan a aparecer los discursos de “se acabó la fiesta” y “ahora hay que ajustarse el cinturón”. Ya los estropicios anteriores que provocaron las burbujas especulativas trataron de ser descargados sobre los hombros de los trabajadores. Así sucedió con la deuda externa latinoamericana, con la crisis asiática o la cesación de pagos de Rusia. Esto lo sufrieron incluso los trabajadores europeos, a los que insistentemente se les trata de recortar los beneficios sociales que conquistaron con sus luchas desde hace décadas. Una vez más queda demostrado que el sistema económico capitalista está en crisis y funciona sólo para las ganancias de los de arriba. Los trabajadores no fuimos invitados a ninguna fiesta. Sí vimos el escándalo de la opulencia y el gasto de lujo desenfrenado. Mientras, al lado, nadie se preocupaba por ayudar a resolver los problemas de millones de desempleados, o trabajadores con salarios de hambre, “herencia” de las crisis anteriores. No vamos a permitir que nos traten de nuevo como el pato de la boda. Hay que prepararse para parar cualquier tipo de ajuste con la excusa de la “crisis mundial”. Si alguien tiene que pagar, que sea los que se beneficiaron y enriquecieron con estos negociados especulativos que llevaron todo al estallido. ¿Cómo enfrentar la crisis en la Argentina? Lo que está sucediendo en la economía mundial no le saldrá gratis al país y al pueblo trabajador. Ya muchos economistas, tanto del oficialismo como de la oposición, empiezan a “hacer cuentas” sobre “cuanto saldrá”. Y pronto aparecerá, también acá, la palabra “ajuste”. Nuestro planteo es clarísimo: ¡ni un peso de los trabajadores y el pueblo para pagar una crisis que no provocamos! • ¡Dejar de pagar ya la deuda externa! Porque no es cierto que “nos independizamos” después del canje y el pago anticipado al FMI. En los dos últimos años no se notaron tanto los pagos porque todo se “refinanciaba” en el mercado financiero mundial, al costo de aumentar los montos futuros de deuda. Pero ahora que se cerró el crédito: ¿con qué vamos a pagar los 2.000 millones de dólares que todavía vencen este año? ¿y los 7.500 del año que viene? Ni un peso de las reservas o el superávit fiscal debe ir a los pulpos. Ese dinero es prioritario para resolver la desocupación y la miseria de los millones de argentinos que siguen bajo la línea de pobreza, y para mejorar nuestra degradada salud y educación públicas. • ¡Nacionalizar la banca y el comercio exterior! En el Banco Central hay casi 44.000 millones de dólares de reserva. Pero se lo usa para “ayudar” a los bancos (los mismos que robaron a millones de ahorristas y se niegan a dar crédito a los sectores populares). O para “sostener” el dólar, jugando al compás de los especuladores de la City. Las divisas que entran al país por los altos precios de la soja y el petróleo serían mucho más si el propio estado realizara las operaciones de manejo de comercio exterior y compra-venta de divisas. Un ejemplo: YPF-Repsol sólo tiene la obligación de “ingresar” al país el 30% de los dólares que obtiene por sus exportaciones que saca del subsuelo argentino. ¡Y encima sin ningún control, ya que ese número se estipula en base a una “declaración jurada” de la propia petrolera! • ¡Reestatizar inmediatamente todas las privatizadas! Hay que recuperar el control de nuestros recursos, empezando por el gas y el petróleo, hoy fuente de divisas, creando una gran YPF estatal que sea pilar de un plan energético global. Y también las de servicio público privatizado, que año a año “repatrian” ganancias a sus países de origen, generadas cuando nos cobran por los pésimos servicios que brindan, a la vez que hacen lobby ante los organismos internacionales para que se les aumente la tarifa. J.C. |
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