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Mercedes Petit

11-9-1973: Pinochet aplastaba la revolución obrera en Chile

A 34 años de la caída de Allende

La experiencia del gobierno de la Unidad Popular chilena y su trágico final mantienen total actualidad en el debate latinoamericano. Hoy día, el “modelo chileno” sigue siendo ejemplo de hambre, desigualdad y represión.

Pinochet y Allende. Agosto 1973

Pinochet y Allende. Agosto 1973

Bombardeo a la Casa de la Moneda

Bombardeo a la Casa de la Moneda

El 4 de septiembre de 1970, la Unidad Popular (UP-coalición de comunistas, socialistas, y el pequeño Partido Radical) obtuvo en las elecciones presidenciales el 36,3 % para Salvador Allende, socialista. Lo seguían Jorge Alessandri de la coalición derechista (34,9 %) y Radomiro Tomic, de la Democracia Cristiana (DC), 27,8 %. El primer lugar obtenido por la UP era el resultado de un proceso de ascenso obrero y popular. Los partidos obreros comunista y socialista eran una clara mayoría en la CUT, los sindicatos y organizaciones populares.

En octubre el Congreso nombró a Allende como presidente, gracias a un pacto de la UP con la DC, llamado “Estatuto de Garantías Democráticas”, con el cual el nuevo gobierno se comprometía a no tocar a las fuerzas armadas, la educación y los medios de comunicación. Se iniciaba “la vía pacífica al socialismo”, de la mano de Fidel Castro y los partidos comunistas de todo el mundo. Por su parte, la derecha golpista y el gobierno de EE.UU. ya estaban instalando un clima de extrema tensión, que se expresó en un complot apoyado por la CIA, en el cual fue asesinado el comandante en jefe del ejército, general René Schneider, conocido por sus posiciones constitucionalistas.

Chile entre la revolución y la conciliación

Los obreros y los sectores populares y campesinos se sentían fortalecidos para lograr sus demandas, porque se identificaban con la Unidad Popular y sus dirigentes. El gobierno fue promoviendo medidas que incentivaron el apoyo de las masas y su movilización. Se inició rápidamente la nacionalización de la industria textil. Un acuerdo UP-CUT instauró la participación de los trabajadores en todos los ámbitos de la sociedad, la expropiación de los grandes latifundios, de las grandes empresas del cobre sin indemnización (aprobada por unanimidad en el parlamento). Se reanudaron las relaciones diplomáticas con Cuba, y Chile se declaró como Nación no Alineada.

Todas estas medidas se fueron realizando dentro de los marcos de las leyes y los mecanismos constitucionales burgueses vigentes, del pacto firmado con la DC y entre discursos que prometían el socialismo con “paz y democracia”. Mientras tanto, la burguesía chilena y el imperialismo yanqui, iban incrementando su presión anti UP e incentivando el descontento de sectores de clase media que no se sentían representados por el gobierno.

En el mes de octubre de 1971, Allende presentó el proyecto de la reorganización de la propiedad en “privada, mixta y social”, y se daban pasos para estatizar la banca y el comercio exterior. En noviembre, Fidel Castro visitó oficialmente el país y permaneció más de tres semanas.

La burguesía y el imperialismo no aceptan medias tintas

Para fin de 1971, los partidos de oposición organizan la llamada marcha de las cacerolas vacías que se transforma en la primera gran movilización anti UP. Desde entonces fue creciendo la campaña de la burguesía y la acción contra la UP del gobierno norteamericano, la CIA y las multinacionales, agravando los enfrentamientos a lo largo del año siguiente. Sectores más de izquierda de la propia UP empezaron a realizar medidas más radicales contra la derecha y los yanquis. Allende, el PS y el PC impulsaron una línea que permitía el diálogo con la DC y el respeto a las fuerzas armadas, cuya cúpula era un baluarte opositor.

A pesar de los gestos conciliadores y las medias tintas de Allende, en agosto de 1972 se creó la coalición de partidos de derecha, del Partido Nacional y la Democracia Cristiana. Se acentuó la ofensiva de desestabilización, huelgas de comerciantes minoristas, empresarios del transporte, atentados del grupo de extrema derecha Patria y Libertad. Allende intentaba mantener la unidad del gobierno y fue haciendo concesiones a la derecha y los militares, por un lado, y a sus seguidores y los trabajadores por el otro. Así exacerbó los enfrentamientos y fue desgastando y confundiendo a los obreros y sectores populares que empujaban vigorosamente hacia la revolución y querían aplastar a la derecha y el fascismo.

En septiembre se inició una huelga de los camioneros, que se convirtió luego en un lock out patronal. Las compañías norteamericanas del cobre empezaron a dar pasos para embargar los cargamentos de cobre en el extranjero. La movilización anti UP se articuló: la oposición parlamentaria, la intervención norteamericana, los grupos de extrema derecha así como los sectores medios, representados por la Democracia Cristiana. El país fue prácticamente paralizado durante más de tres semanas.

Allende en noviembre anunció que se había superado la crisis y creó un gabinete con la participación de los militares (que se retiraron luego en marzo) y representantes de la CUT.

El 29 de junio de 1973 se produjo el “tancazo”, levantamiento del regimiento blindado N° 2 de tanques. Fue sofocado en una acción dirigida personalmente por el general Prats. La CUT y los cordones industriales apoyaron al gobierno. En la base de la marina y el ejército hay claros indicios de la voluntad de combatir a los militares golpistas.

La crisis económica se sigue agravando y en agosto se reinicia la huelga de los camioneros. Allende una vez más convoca a los jefes de las fuerzas armadas y carabineros a su gobierno, los que tres semanas más tarde otra vez renuncian. Eduardo Frei, jefe de la Democracia Cristiana y presidente del Senado, declaran que el gobierno era inconstitucional, abriendo paso al golpe. El general Prats es obligado a renunciar como comandante en jefe del ejército. Lo reemplazó Augusto Pinochet.

El 10 de septiembre, Allende anunció su decisión de convocar a un plebiscito para resolver la crisis, mientras en los cordones industriales se habían generalizado los enfrentamientos. Los trabajadores, aunque sus dirigentes del gobierno no los habían preparando para eso, estaban dispuestos a aplastar la contrarrevolución burguesa imperialista con su movilización y el sacrificio de sus propias vidas. Pero ya era tarde.

El 11 de septiembre, las fuerzas armadas ahogaron en sangre la revolución. Fue bombardeado el Palacio de la Moneda, donde murió Salvador Allende. Habían triunfado Pinochet y los fascistas. Se iniciaban los negros años de la feroz dictadura. A sangre y fuego se fue imponiendo el “modelo chileno”, récord de represión, privatizaciones, superexplotación, hambre y desigualdad social.


Nahuel Moreno y el proceso chileno

Nahuel Moreno y su corriente latinoamericana fuimos acompañando paso a paso el proceso de la revolución obrera en Chile. Junto al llamado a la defensa del gobierno de Allende contra la ingerencia imperialista y el golpismo, tempranamente denunciábamos el peligro que significaba la política de medias tintas y reformista de la Unidad Popular.

Por ejemplo, ante la expropiación de las minas de cobre, en octubre del 71, alertábamos sobre la gran fricción que se creaba con los yanquis, y la amenaza de golpe de la derecha proimperialista.

Decíamos en el periódico La Verdad*: “La continuidad del ascenso obrero y campesino en Chile y las maniobras y presiones de la burguesía contra las concesiones populistas de Allende, y del imperialismo contra las medidas nacionalistas, van a ir elevando la presión de la caldera pese a la buena letra que intente el gobierno y al freno que ejercen los partidos reformistas y la burocracia sindical”. (10/11/71).

“El único camino de los trabajadores chilenos hacia el socialismo, es la revolución. La vanguardia obrera, estudiantil y campesina, sin hacer concesiones al reformismo de la Unidad Popular, debe desarrollar la movilización y organización de las masas por sus reivindicaciones económicas y políticas. Sobre esta base, y con los métodos de la lucha de clases, debe estar en primera fila en la de defensa del gobierno de Allende contra los ataques de la derecha y el golpe burgués imperialista, sin depositar la más mínima confianza en la dirección allendista. Este es el único método que garantizará lo conquistado: el otro, el de Allende, prepara derrotas a lo Perón [en Argentina en 1955] o Torres [en Bolivia en 1971]”. (15/12/71)

 

* Citado en el texto de 1974 El partido y la revolución, por Nahuel Moreno, Editorial Antídoto, 1989 (pág. 198).


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