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PANORAMA POLÍTICOEl conflicto del campo abrió una nueva situación políticaLa crisis económica mundial se metió en la política argentina. Cristina aumentó las retenciones para garantizar “caja” por la falta de inversiones y las ganancias de las multinacionales. Los chacareros estallaron y produjeron verdaderas puebladas. Y detrás se coló el mal humor social, la bronca por la inflación, el autoritarismo, las patotas y los reclamos reprimidos por las conducciones gremiales. El gobierno salió debilitado, golpeado, reconociendo que perjudicaba a los pequeños productores. Intentó una demostración de fuerza en Plaza de Mayo, pero sólo dio a luz su debilidad. Se resquebraja el frente kirchnerista y la unidad detrás del plan económico. Se desgasta la figura de Cristina, que culpa al periodismo y trata de amordazarlo. La nueva situación favorece los reclamos salariales y sociales. Hay que impulsar las luchas para derrotar el techo salarial y enfrentar el modelo para que los trabajadores y el pueblo no paguemos la crisis. Y buscar la unidad de los luchadores para fortalecer una alternativa política al kirchnerismo. Se acabó la discusión teórica sobre si el país se “desacopla” o no de la crisis mundial. Sólo con las medidas “preventivas” de Cristina con el campo, para garantizar las ganancias de las grandes empresas y multinacionales, el país tuvo un reguero de luchas, cortes, cacerolazos, enfrentamientos con patotas, actos y contra actos, que hicieron despertar del “sueño paradisíaco” a los Kirchner y les recordó que estamos en la Argentina “pos argentinazo”. Cristina tuvo que retroceder. ¿Lo hace, como quiere hacernos creer ahora, porque “no manejaba bien los datos que el 80% de los productores produce sólo el 20% de la soja”? ¿Fue un conflicto por “error” del gobierno? No. Cristina sabía muy bien lo que hacía. No es otra cosa que la política que el imperialismo y las multinacionales están aplicando en todo el mundo, incluso en los EEUU: abrumar de impuestos a los pequeños productores para que terminen vendiendo o arrendando sus campos a los holding y multinacionales, avanzando en la concentración de la tierra. Para doblegar la lucha agraria, el gobierno apeló a todo. Los acusó de oligarcas y golpistas. Les mandó las patotas de D´Elía y el kirchnerismo a la Plaza de Mayo y de Moyano a los cortes. Hizo dos discursos por cadena nacional, un acto en Parque Norte y otro en Plaza de Mayo. Acusó a la prensa de golpista y mafiosa. Pero aun así, no lo logró. Porque si bien se levantaron los cortes para negociar, lo hicieron en un clima de fortaleza, con un acto genuino con más de 30 mil en Entre Ríos. Mientras que Cristina juntó cerca de 40 mil a la Plaza, pero llevados por el aparato del PJ, con punteros barriales y de la burocracia sindical y el dinero que la Rosada mandó a los municipios. Nada de masas espontáneas. El gobierno debió reconocer que devolverá el costo de las retenciones a los pequeños productores. No dice cómo y ni siquiera se anima a sentarse a negociar, para no demostrar su retroceso. Los chacareros siguen a la ofensiva, reclamando el diálogo y con actos semanales de miles en distintos puntos del país. Una muestra de cómo salió cada uno. Cristina se fue a Francia para alejarse de los problemas argentinos, a tomar aire por unos días. Suspendió una conferencia de prensa para entrevistarse con la modelo Naomí Champbell. Ahora vuelve y se encuentra con una fuerte caída de su imagen (28% menos de la que tenía su marido hace un año) y con la inflación motorizando la bronca popular. Pero no sólo anda mal por abajo. La crisis se filtró en el kirchnerismo. Los gobernadores Das Neves y Schiaretti están al frente del cuestionamiento al gobierno ante el manejo de la crisis del campo. A los ministros, diciendo que Alberto Fernández ya está “desgastado” y debería dar un paso al costado. Son cabeza visible de algo más generalizado entre los gobernadores y dirigentes kirchneristas. Todo el esfuerzo de meses que llevaba Néstor Kirchner, al volcarse a recomponer el PJ, pactando con todos, con Lavagna, Cafiero, etcétera, se fue por la borda en 15 días de conflicto. Ahora tiene que “barajar y dar de nuevo”, en un PJ con clima enrarecido.
Pero no sólo hay críticas políticas dentro del poder. Entró con todo el cuestionamiento al plan económico. Los gobernadores reclaman a viva voz que hay que modificar el reparto del superávit, que debe llegar a las provincias. Que por retenciones, por ejemplo, giran miles de millones de dólares a la Nación, pero no les vuelve nada. También surgen sectores empresariales, como el kirchnerista Eduardo Curia, quien dijo “el modelo necesita un service”. La unidad patronal con el modelo económico kirchnerista, que desde la asunción de Duhalde se mantuvo firme, ahora comenzó a agrietarse, fundamentalmente con el choque de intereses con la oligarquía del campo, que no quiere pagar ni un peso más de retenciones. Aunque todos ellos coinciden en algo: el “service” no debe apuntar a resolver la miseria de los trabajadores y el pueblo. Coinciden en mantener el techo salarial, en una inflación más “controlada” que permita un saqueo masivo y permanente en las arcas de los asalariados. En mantener el superávit fiscal evitando que el dinero vaya a salud, educación u obra pública. Pero, dentro de esos acuerdos, por primera vez hay desacuerdos, que permiten que entren con más fuerza los reclamos sociales y debilitan políticamente al gobierno para enfrentarlos. A Cristina tampoco le alcanzó el pacto con la CGT y CTA. Las puebladas demostraron que los elementos del Argentinazo, de crisis del régimen y falta de autoridad de sus instituciones, siguen vigentes. Fue un conflicto entre el campo y la presidenta, sin intermediarios, sin parlamento, ministros, ni entidades intermedias, que asustó a algunos analistas burgueses. La burocracia sindical se está debilitando. Moyano y D´Elía son los grandes referentes de este desgaste cada vez mayor ante la base. Lo que reactiva los procesos de pelea por nuevas conducciones en internas y gremios. Cristina sólo los pudo usar, parcialmente, como fuerza de choque, no como contención. Y su accionar generó una reacción en contrario. Hubo bronca a sus patoteadas y, al apañarlos mientras “humildemente” llamaba al diálogo, Cristina acrecentó el desgaste de su imagen. El parazo docente en 9 provincias al año del asesinato de Fuentealba, rebelándose a la conducción de CTERA que no convocó, mostró que además del repudio a la impunidad había bronca a CTERA y CTA, que marchaban con Cristina y D´Elía y no hacían nada por Fuentealba. Por eso los dirigentes de CTERA no pudieron siquiera subirse al palco del multitudinario acto en Neuquén. Y se fortaleció nacionalmente la oposición docente. En el campo no están derrotados ni desmoralizados. Y la población de conjunto se sintió identificada con la lucha de los pequeños productores, al ver que alguien volvía a plantarse firme frente al gobierno. Lamentablemente un sector de la izquierda, como el PO, PTS y MAS, no entendieron esta situación y terminaron cayendo en el juego del kirchnerismo. El PC, directamente, terminó pasándose al oficialismo con pies y cabeza. El gobierno está debilitado y el kirchnerismo empieza a tener divisiones internas y con los empresarios. La inflación sigue siendo un gran motorizador de bronca y seguramente de conflictos. Por todo esto decimos que hay una nueva situación. Además del paro docente, hubo paros en salud, conflicto por la reapertura en el CBC de Merlo, reclamos salariales en varios lugares. Muestran la posible tendencia a que se vaya retomando el proceso de luchas que fue parcialmente frenado por los primeros acuerdos de Moyano, la CGT y la CTA en paritarias. El gobierno quiere que las consecuencias de la crisis económica mundial la paguemos los trabajadores y el pueblo. No quiere “distribuir las riquezas” que producimos los trabajadores. La pelea es por derrotar ese plan y que la crisis la paguen los ricos, dejando de pagar la deuda externa, anulando las privatizaciones y cortando los subsidios a los de arriba. Con retenciones diferenciadas, nacionalización del comercio exterior y una reforma agraria. Y que la plata vaya al salario, educación, salud e inversiones productivas. Para eso hay que fortalecer una herramienta política de izquierda y los trabajadores. La gran tarea unificadora contra el plan del gobierno sigue siendo, revitalizada, la lucha por aumento salarial, contra los techos y el pacto social, contra la burocracia sindical. Impulsar, apoyar, coordinarla, es la actividad central de los luchadores. Para todo esto lo llamamos a que se sume a Izquierda Socialista. |
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