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El abrazo de Bush y el Papa

Como dos gotas de agua… sucia

George W. Bush no es católico. Pero acaba de “tirar la casa por la ventana” en festejos para recibir la visita de Benedicto XVI a Washington y New York. Este Papa no ha tenido muchas alegrías en sus tres años de pontificado. Sus posiciones oscurantistas y archireaccionarias son recibidas en general con poca simpatía, y la grey católica sigue mermando en el mundo. Quizá por eso decidió pasarla bien el día de su cumpleaños, el 18 de abril, ¡¡festejando con Bush!! Sus diferencias en términos religiosos son casi insignificantes ante sus coincidencias muy profundas. Ambos manifiestan siempre su odio a los musulmanes. Ratzinger periódicamente ofende a sus líderes y a sus fieles. Para Bush, son todos “terroristas” y están ganados por “el mal”. Ambos repudian a los homosexuales y su derecho a casarse. Ambos confluyen en una cruzada permanente y frenética contra el derecho al aborto y contra las investigaciones científicas más avanzadas en los terrenos que ellos deciden que no están permitidos por su dogma religioso.

Además, el Papa agregó la frutilla: manifestó que ahora está de acuerdo (a diferencia de su antecesor Juan Pablo II) en que es útil que las tropas de EE.UU. continúen en Irak para estabilizar la situación y promover los derechos humanos (Clarín, 17/4/08).

Claro que no todo fueron rosas. A raíz de la visita volvió a los titulares de los diarios el escándalo por pedofilia que sacudió a las principales diócesis estadounidenses desde hace ocho años. La práctica espantosa del abuso sexual en niños no es ni nuevo ni raro en el sacerdocio católico. En Argentina el caso más mediático, pero no el único, ha sido el del padre Grassi y su fundación Felices los Niños.

Benedicto estuvo obligado a admitir que sentía “profunda vergüenza”. No podía guardar silencio ante una situación que oficialmente significó un total de más de 4.400 sacerdotes acusados de pedofilia, con 13.000 menores afectados y 2.000 millones de dólares en “compensaciones”. La tradicional y poderosa diócesis de Boston fue la más afectada. Desde hace años las víctimas y sus familiares piden ser recibidos por el Papa, y no lo han logrado. En este viaje, Ratzinger se negó a ir a Boston, y apenas recibió a cinco jóvenes afectados. Los familiares lógicamente manifestaron su descontento. Mientras tanto, el arzobispo bostoniano de entonces, Bernard Francis Lew, que protegía y trasladaba a los curas pervertidos, está en Roma como archipreste de la basílica pontificia de Santa María la Mayor. Repudiable por donde se lo mire.

M.P.


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