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No hay “redistribución de la riqueza”La plata va a la deuda externa y privatizadas, no a hospitales y escuelasEl gobierno de Cristina afirma cínicamente: “estamos defendiendo un modelo de redistribución de la riqueza”. Lo dijo Kirchner este martes: “estamos defendiendo la mesa y el bolsillo de los argentinos” ¡Mentira! Está aumentando el número de pobres e indigentes. Y en los últimos meses, volvió a aumentar la cantidad de desocupados. La mitad de los “ocupados” están en negro. Y los “privilegiados” trabajadores en blanco ven como su salario se pulveriza ante el astronómico aumento de los precios. Ahora sacaron de debajo de la manga un “plan de redistribución social” (que obviamente no existía en la imaginación de nadie un día antes). El gobierno dijo que los supuestos 1.450 millones de dólares que se recaudarían con el aumento de las retenciones del 36 al 41% se iban a destinar a financiar un plan social. Señala que espera recaudar este año 800 millones de dólares y el resto el año próximo. Y que se va a usar el 60% para construir 30 hospitales y 300 centros de salud primaria. Otro 20% para viviendas populares (se habla de 15.000) y el restante para caminos (860 kilómetros). Todo es una vulgar mentira. En realidad, no habrá ninguna escuela ni hospital nuevo. Es más, esas obras ya están en el presupuesto 2008, votado el año pasado. Lo que sucede es que el dinero que le correspondía ya se usó para otros rubros. Y ahora se quiere tapar los baches con los fondos de las retenciones. Ejemplos: el Ministerio de Salud debería iniciar este año un “programa de incentivos nacionales a la calidad asistencial de hospitales públicos de jurisdicción provinciales y municipales”. Pero la plata ya se usó, “para otros fines” y hoy el proyecto no tiene financiamiento. En lo que respecta al 20% que se destinaría a caminos, la situación es más patética aun: la Dirección de Vialidad Nacional ya gastó casi la mitad de todo el dinero que tenía asignado para el año. O sea, no sólo no habrá “nuevos caminos”, sino que ni siquiera se garantiza el mantenimiento y reparación de los existentes. Pero es peor aun: existe una ley de “superpoderes” que permite al Jefe de Gabinete modificar los destinos de los recursos a gusto. El gobierno se desgañita hablando de los 1.450 millones de dólares con los que “redistribuirá la riqueza”. Mientras tanto, bajando artificialmente el dólar, ya se llevan despilfarrados más de 3.000 millones de reservas del Banco Central, que fueron a manos de los operadores financieros. Y la pregunta del millón... ¿dónde fue a parar la plata del 35% de las retenciones de todos estos años? Yendo más a fondo, el año pasado se recaudaron 200.000 millones de pesos. ¿A dónde fueron? Si se dice que hay que lograr dinero para redistribuir para el pueblo, ¿por qué Argentina cobra la renta petrolera más baja de toda Latinoamérica? ¿Porqué no se avanza sobre la renta pesquera, minera o, peor aun, sobre la renta financiera, donde las operaciones están exentas hasta de pagar impuesto a las ganancias? Este gobierno redistribuye, sí, pero para el lado de los grandes monopolios, de las empresas privatizadas, de los acreedores externos. Ellos son los que se llevan miles de millones de dólares con subsidios, pagos de deuda, o aceptándoles trampas como sucede con los propios grandes monopolios cerealeros, que hacen que las propias retenciones sean pagadas sólo por los pequeños, como explicamos más abajo. Construir una vivienda popular cuesta 58.000 pesos. Un hospital con equipamiento sale 100.000 pesos. Con los 3.000 millones de dólares que se pagaron este año de deuda externa podrían construirse 150.000 viviendas populares ó 90.000 hospitales. Dejar de pagar la deuda, estatizar las privatizadas y terminar con los subsidios a los monopolios, aumentar los salarios y las jubilaciones, eliminar el IVA, cobrar efectivamente impuestos a los más ricos. Esos sí serían pasos efectivos para “redistribuir la riqueza”. Y no los anuncios efectistas de un doble discurso que, a esta altura, ya no se lo está creyendo nadie. |
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La verdad sobre las retenciones
En sus discursos, tanto Néstor como Cristina, defienden las retenciones como la panacea de la distribución del ingreso. Como los precios de los granos están muy altos en el mercado mundial, aseguran que si se sacan las retenciones, los precios del pan, la leche y la carne van a subir por las nubes. ¡Cómo si los productos de primera necesidad no estuvieran creciendo independientemente de las retenciones! El gobierno actúa como si los precios se formaran por el libre juego de la oferta y la demanda. Entonces bastaría darle la “señal al mercado” de un aumento de las retenciones para que no suban el pan o la leche. En la Argentina todos los sectores productivos, y la alimentación el primero, están fuertemente monopolizados, en manos de una, dos o a lo sumo tres corporaciones, que son las que deciden los precios. Por otra parte, es tan mentiroso el planteo de que el aumento de las retenciones es para “mantener bajos los alimentos”, que en el famoso decreto que las aumentó, subió las de la soja, que se exporta en un 90%, y no tiene incidencia sobre el mercado interno, mientras que se bajaban las retenciones al trigo y al maíz, que sí son granos que influyen en los precios de los comestibles. La otra gran mentira es presentar a las retenciones como el gran “impuesto redistributivo”, el que les saca a los ricos, a los que más ganan. Es mentira que las retenciones le sacan más a los que más ganan. Como bien señala un reciente estudio de Mario Cafiero y Javier Llorens (*), el único que paga el total de las retenciones es el pequeño productor, que vende su cosecha y al que el acopiador, en ese momento, ya le descuenta la retención. De ahí en más, para los grandes, existen mecanismos, avalados vergonzosamente por el propio gobierno, que le permiten “declarar ventas” antes que se concreten, adelantar o atrasar fechas de las transacciones y así terminar pagando de hecho el 22% de retención en lugar del 41, generando una evasión desde noviembre del 2007 de 1316 millones de dólares. El debate de las retenciones desnudó el problema de fondo, la realidad de eso se llama genéricamente “el campo”. Es cierto que en el campo están los grandes oligarcas, los pooles de siembra y los monopolios de los agronegocios. Y que ellos se llevan la inmensa mayoría de las ganancias del sector. Pero también es verdad que además existen más de 300.000 pequeños productores, que son los que efectivamente no podrán zafar ante el aumento de las retenciones, están siempre bajo el riesgo de quebrar y que su campo pase a manos de los grandes, aumentando la concentración de la tierra. Por eso la salida, a la que se negó el gobierno permanentemente, es retenciones diferenciadas. Hay que cobrarles más, pero cobrarle de verdad, a los grandes terratenientes. Y avanzar en una reforma agraria, que le garantice tierra al que la trabaja, al pequeño productor, al chacarero, y a los miles de campesinos sin tierras, y a tantos argentinos que hoy viven hacinados en las grandes ciudades y que, si tuvieran la oportunidad, irían a colonizar nuestro campo. Este es el programa de fondo, el que lamentablemente la Federación Agraria no está haciendo valer, negándose a diferenciarse de la Sociedad Rural. Si el gobierno estuviera tan preocupado por el precio de los alimentos, podría empezar por sacarles el IVA – eso sí que sería “redistribuir el ingreso”-, o establecer precios máximos a la canasta familiar, cosa que se cuida bien de no hacer para no perjudicar a sus “amigos”, los grandes pulpos de la alimentación, como Sancor, La Serenísima, o Arcor. Y si quisiera efectivamente apropiarse de la renta generada por los altos precios internacionales de los granos, debería nacionalizar el comercio exterior. Recién ahí, y con la utilización de esos fondos, además de los provenientes del no pago de la deuda externa, para resolver las necesidades populares, se empezaría a hablar de un programa real de “redistribución de la riqueza”. José Castillo
(*) “La falacia de las retenciones móviles - Los ocultos móviles de esta medida de gobierno, dispuesta contra el campo y el pueblo argentino”. Alimentos y petróleo: Negocio capitalistaSegún se acaba de denunciar en la cumbre de la FAO, cinco grandes multinacionales controlan el 80% del mercado de cereales del mundo. Así funciona el capitalismo. Por eso los precios de los granos (trigo, maíz, soja) están por las nubes. Esto genera, por un lado, un tremendo encarecimiento de los alimentos, que ha provocado un aumento mundial del número de hambrientos, que ya llega a los 857 millones de personas. Por otro, es un gran negocio para las grandes exportadoras. En contra de esto hay millones en el mundo dispuestos a pelear por lo mínimo: un plato de comida que el sistema capitalista les está negando. Y ya se han protagonizado cortes de rutas y paros de transportistas por el aumento del petróleo. Después de la “burbuja inmobiliaria” que estalló en Estados Unidos, ahora los capitales especulativos están haciendo una burbuja alimentaria, llevando las materias primas a valores inaccesibles para millones. Con la lucha de los trabajadores se la tenemos que pinchar. Y exigir que las consecuencias, la paguen quienes las provocaron: los especuladores, multinacionales, el FMI y Banco Mundial y los gobiernos de turno. J.C. ¿Riesgo de “default”?Los kirchner nos vendieron que ya no debíamos preocuparnos por el tema de la deuda externa. Entre el canje de 2005 y los 11.000 millones en efectivo que le pagamos por adelantado al FMI, el tema “habría desaparecido”. Pero poco a poco nos fuimos “enterando” que eso no era tan así: seguíamos debiendo cada vez más. Año a año, miles de millones de dólares se destinaban al pago de la deuda. Cuando el gobierno quiso negociar, otra parte de la deuda (la que se tenía con los países europeos, llamada del “Club de París”), estos mandaron al país a “negociar primero con el FMI”. Y, lo más grave, la deuda seguía, cual bola de nieve, aumentando año a año. Ahora el Financial Times, principal diario de negocios de Europa, lo dijo blanco sobre negro: «Los niveles de deuda de la Argentina son superiores a los registrados cuando el país presentó el mayor default de su historia, en 2001» (edición del 13 de junio). Así, la deuda pública argentina ya está en el 56% del PBI, cuando en el 2001 era del 54% del Producto Bruto Interno. Y el diario británico, haciéndose eco de lo que es un secreto a voces en el mundillo de las finanzas, afirma que hay que sumarle a los bonistas que no aceptaron la reestructuración del 2005, lo que llevaría la deuda a 170.000 millones de dólares, un 67% del PBI. La deuda sigue siendo el talón de Aquiles de la economía argentina: el Gobierno necesita pagar o refinanciar este año 14.600 millones de dólares (y de hecho sólo obtiene refinanciación, y cara, de Venezuela). Pero además tiene 11.800 millones para el próximo año y 10.500 millones para el 2010. ¡Y ya está usando plata de los jubilados para hacer frente a los vencimientos externos! ¡Una barbaridad! La crisis económica mundial indica que se cerró el crédito para los países periféricos. Más que “default”, entonces, necesitamos suspender inmediatamente los pagos de esa deuda, para invertir ese dinero en saldar la deuda social con nuestro pueblo. J.C. La leche y la deudaEl gobierno, para echarle la culpa de las consecuencias de su nefasto modelo económico a los pequeños productores, los acusó de ser inhumanos y tirar la leche cuando podría ir a los niños necesitados. Lo que no dice Cristina es lo siguiente: que la industria láctea argentina está en crisis culpa de su política. Los tamberos son esquilmados por los grandes monopolios (como La Sererísima y Sancor, subsidiadas por los Kirchner), que les pagan por litro de leche cruda 83 centavos, precio fijado y avalado por el gobierno. Con ese valor, el pequeño tambero muchas veces no cubre ni siquiera sus costos. Por eso, año a año vemos un impresionante cierre de tambos (5000 desde 2002), con vacas lecheras liquidadas para hacer hamburguesas y tierras que van a manos de los sectores más concentrados. Pero esos 83 centavos no son para garantizar “leche barata a la población”. Todos sabemos que los monopolios lácteos terminan colocando sus productos a 2 ó 3 pesos. En la Argentina se producen 27 millones de litros de leche diarios. Con los 9.000 millones de pesos que ya se destinaron este año al pago de la deuda externa, el gobierno podría haber repartido gratuitamente 9.000 millones de litros de leche a la población (la producción de un año), pagándole un peso por litro a cada productor. ¡Eso sí que sería “redistribuir la riqueza”! Conclusión: la deuda externa y el gobierno de los Kirchner son quienes le roban la leche a los chicos del país, no los pequeños productores. J.C. |
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