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Escribe:
José Castillo
¡Reestatizar de verdad!
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Una vez más, como tantas veces desde su privatización, Aerolíneas Argentinas está al borde del colapso. Sus empleados no cobran desde hace dos meses, la mitad de la flota está paralizada, no se paga el “leasing” (alquiler) de los aviones, las tripulaciones internacionales no son aceptadas en los hoteles por falta de pago y, para los usuarios, las demoras y cancelaciones son cosas de todos los días.
Hace un mes empezó a sonar la tan mentada “argentinización”: se trata de buscar un socio “local”, en lo posible amigo de los Kirchner -como se hizo en YPF Repsol hace unos meses-, que entre en el paquete accionario, hoy con mayoría de la española Marsans. Se mencionaba a López Mena, el dueño de Buquebús, quien había confesado que no tenía idea del negocio de la aeronavegación e incluso que no conocía los números de la compañía. Ahora parece que los vio y salió espantado.
Marsans, convencidos de que ya no es negocio seguir exprimiendo la enflaquecida vaca de Aerolíneas Argentinas, no quiere poner un peso más, ni siquiera para pagar lo mínimo para garantizar la continuidad operativa de la empresa. Por eso la anunciada “nacionalización” es un negocio redondo para los españoles: que el estado argentino se haga cargo de todas las deudas, incluyendo los pagos de salarios caídos de los trabajadores y hasta del alquiler vencido de los aviones. Y encima, que se les “pague”, o sea, que el estado argentino “compre” el paquete accionario de la empresa. Por eso presionan para que se le reconozca el mayor valor posible.
Por si todo ésto fuera poco, el gobierno dijo claramente que su objetivo no es estatizar la empresa, sino sanearla (léase que el estado pague sus deudas) para hacerla atractiva y “volverla a vender”.
Mientras tanto los gremios, detrás de esta confusa promesa de “nacionalización”, aceptaron comprometerse a que no desarrollarán más medidas de fuerza por 60 días. La experiencia de estos años es que la “paz social” nunca les sirvió a los aeronáuticos. Aerolíneas no existiría sin la feroz resistencia de pilotos, azafatas y personal de tierra que impidieron tantas veces el desguace, siendo el caso más recordado la huelga larga de 2001, que incluyó incluso el corte de la pista en Ezeiza y Aeroparque.
De nada servirá esta “nacionalización trucha”. La salida pasa por expropiar la compañía, no pagándole un peso a Marsans y que el estado tome el 100% de la misma. Que luego se la ponga a funcionar bajo control de sus trabajadores, realizando a la vez una profunda auditoría para determinar cuáles de sus deudas responden a su realidad operativa y cuáles no deben ser reconocidas. Éste será el primer paso para construir una Aerolíneas Argentinas al servicio de los trabajadores y el pueblo, que recupere las rutas internacionales rentables que regaló, ofreciendo más y mejores vuelos locales; que sea instrumento de desarrollo para unir a las poblaciones hoy aisladas, con tarifas sociales que hagan que los vuelos de cabotaje dejen de ser un lujo para pocos.
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