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Miguel Lamas

Afganistán

La otra guerra perdida de Bush

La semana pasada, en una emboscada a sólo 50 kilómetros de su capital, Kabul, la resistencia golpeó duramente al contingente francés de las fuerzas invasoras, matando a 10 soldados e hiriendo a 21. Pese a la presencia de 70.000 soldados invasores de la OTAN, la resistencia afgana ya domina gran parte del país y amenaza con cercar Kabul.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, confirmó la gravedad del ataque, al hacer un viaje urgente a Afganistán a reunirse con sus tropas.

No fue un hecho aislado. Los golpes militares de la guerrilla se multiplican. El 12 de julio murieron en combate 9 soldados yanquis en el noreste del país. Y en los últimos días fue atacada varias veces una base militar norteamericana.

La salvaje respuesta de la OTAN fue una masacre con un bombardeo bajo mando estadounidense, cerca del pueblo de Azizabad en el distrito Shindand. “Constatamos que muchas casas fueron destruidas y más de 90 civiles, la mayoría mujeres y niños, murieron”, declaró el domingo a la AFP, Nematulá Shahrani, ministro de Asuntos Religiosos y presidente de la comisión de investigación realizada por Kabul.

Estas masacres sobre población civil, que los generales atribuyen a “errores” o “daños colaterales”, que son muy frecuentes, sólo logran aumentar el odio de la población afgana a los ocupantes, sin afectar la capacidad militar de la resistencia.

El ministro francés de Defensa, Hervé Morin, hizo un resumen del contexto militar: “Los combates son cada vez más difíciles porque los talibanes son capaces de poner en práctica tácticas mucho más aguerridas que antes” (Página/12, 24/8).

Los talibanes traspasan fácilmente la frontera con Paquistán. En el país vecino, sumido en una profunda crisis política que ya hizo caer al presidente Musharraf, en la zona fronteriza habitan los pashtunes, que son de la misma etnia que sostiene al movimiento talibán en Afganistán. Ahí existe ahora una activa guerrilla que también enfrenta al régimen paquistaní y proporciona refugios seguros a los talibanes.

Además de los talibanes, operan otros movimientos insurrectos. De hecho el gobierno títere gobierna sólo Kabul, sostenido por la OTAN.

Llamamos a redoblar la campaña mundial por la inmediata retirada de las tropas imperialistas de Irak y Afganistán.


A 8 años de la invasión

Recordemos que Afganistán, país muy pobre, de 30 millones de habitantes, fue bombardeado e invadido en 2001, poco después del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York. El propósito declarado de la invasión fue la llamada “guerra contra el terrorismo” y la captura de Bin Laden, un árabe saudita, residente en Afganistán, supuesto autor intelectual del atentado.

Los talibanes controlaban el poder desde 1996. Eran una de las fracciones de la resistencia que derrotó a la ocupación del ejército de la URSS (Unión Soviética) en la década del 80. El imperialismo yanqui financió y armó a los talibanes a través de la CIA (el propio Bin Laden era un contacto de la CIA) y del régimen del vecino Paquistán, con el objetivo de golpear a la URSS y tener un régimen adicto.

Hasta hoy, después de 8 años de haber ocupado militarmente, derribado al régimen talibán e instaurado un gobierno títere, jamás encontraron al mítico Bin Laden. Tampoco se esclareció si el atentado del 11 de septiembre fue realmente una acción comandada desde una montaña afgana por un chiflado, o un autoatentado organizado por algún sector de la CIA y el régimen imperialista utilizando a su antiguo agente Bin Laden.

Lo cierto es que la excusa del mismo fue utilizada para invadir primero Afganistán, y luego Irak, cuyo régimen, nada tenía que ver con Bin Laden. Contaron para eso con el apoyo inicial de la población norteamericana. Y proyectaban invadir Irán y Siria.

Ocho años después, esta contraofensiva militar, destinada a restaurar el dominio militar imperialista en Asia y controlar las fuentes petroleras, está en crisis total. Los yanquis y sus aliados están perdiendo en Irak y Afganistán. El enclave sionista de Israel, el principal gendarme de los yanquis en Asia, está en crisis después de perder la guerra del Líbano y no poder doblegar a Hamas en Gaza. La guerrilla afgana se extendió a parte de Paquistán. Y se desestabilizó el régimen paquistaní: cayó Musharraf, el aliado de Bush. Y la propia población norteamericana repudia la guerra de Irak.


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