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Editorial
Apoyemos las luchas y defendamos a los delegados del Subte
La semana pasada tomó estado público una inédita noticia. La burocracia sindical de la Unión Tranviarios Automotor (UTA) había convocado para este martes 2 de setiembre, a un Congreso Extraordinario, con el fin de votar la expulsión del cuerpo de delegados de subterráneos. Una clara ofensiva contra dirigentes que forman parte de un nuevo sindicalismo combativo, opuesto al rol pro-patronal y pro-gobierno de la conducción de UTA.
La Comisión de Ética Gremial iba a ser la encargada de revocar el mandato de los delegados y expulsarlos, “vulnerando el derecho democrático más elemental en cuanto a convivencia de diferentes formas de pensar, un claro caso de discriminación ideológica, al mismo tiempo que se viola el derecho a la defensa, ya que no hemos podido intervenir en el juicio que ha armado la dirección del sindicato contra nosotros”, según reza un texto de los delegados.
La UTA, procediendo como en las mejores épocas de Lorenzo Miguel, se aprestaba así a ajustar cuentas contra una conducción avalada varias veces en elecciones democráticas por casi el 90% de los compañeros. Logrando, entre otras conquistas, que no haya despidos en el subte desde hace más de 10 años a esta parte; recuperando la jornada de trabajo de 6 horas que posibilitó crear 1200 nuevos puestos; la incorporación a Metrovías de más de 800 trabajadores que pertenecían a empresas tercerizadas, entre otras.
La amenaza de un paro anunciado para este martes por parte de los trabajadores y la enorme solidaridad recibida, nacional e internacional, hizo que el ministerio de Trabajo obligara a la UTA a levantar dicho congreso. Un primer paso. Quedando pendiente que se convoque a elección de cuerpo de delegados como estaba previsto para este mes. Debiéndose mantener la guardia bien alto para enfrentar cualquier otra nueva agresión.
El proceder de la directiva de UTA ha sido avalada por la conducción de la CGT de Hugo Moyano, estructura a la que pertenece. Este ataque es el punto culminante de un accionar que vienen protagonizando las conducciones de algunos gremios contra los que luchan y los nuevos delegados, todo avalado por el gobierno nacional. Recordemos cuando el ministro Aníbal Fernández acusó al cuerpo de delegados ferroviarios de TBA, en la figura del “Pollo” Sobrero, de protagonizar el incendio de la estación Haedo, cuando fue la furia de los usuarios, hartos de un servicio deplorable, los que repudiaron al servicio privatizado. Hagamos memoria también, cuando Alberto Fernández envió a la patota kirchnerista del “Tuto” Muhamad al hospital Francés. O la represión contra los trabajadores y delegados del Casino, DANA, la agresión de funcionarios kirchneristas, como Varizat, contra los docentes de Santa Cruz, o las patotas de UPCN contra trabajadores del INDEC, accionar que prueba acabadamente lo que venimos diciendo.
Por otra parte, para mantener sus sillones de privilegio, la burocracia apela a miles de maniobras -adelantando elecciones sindicales, poniendo gente afín para intentar desplazar a los nuevos dirigentes que surgen, pactando despidos junto a las patronales, o poniendo trabas para que no se presente la oposición, como va a hacer nuevamente el nefasto Pedraza en las elecciones nacionales convocada en ferroviarios para el próximo 8 de setiembre- (ver página 8).
Que una conducción sindical llame a un congreso extraordinario para expulsar a trabajadores, en momentos que docentes y estatales están dando pelea contra la inflación y por aumento de salario, indica en qué anda la burocracia sindical. Mientras, maestros y trabajadores del Estado están luchando en varias provincias; hacen lo mismo los profesionales de la Salud de los 77 hospitales bonaerenses; los docentes universitarios paran en todo el país apoyados por estudiantes de la UBA y los secundarios de Capital están movilizados. Estas y otras luchas demuestran que hay ganas de enfrentar la actual situación. Sin embargo, las conducciones de la CGT y CTA miran para otro lado.
Los dos Hugos (Moyano, de la CGT y Yasky, de la CTA), se han unido. Pero no para apoyar los reclamos o tomar alguna medida nacional en defensa del salario. “Toda vez que haya que defender intereses vitales de la clase trabajadora la unidad en la acción tiene absoluta justificación”, señaló Yasky (Página/12, 31-08). Pero para estos dirigentes, los “intereses vitales” pasan por apoyar al gobierno, no a los trabajadores. Por eso, por primera vez, se “unieron” para avalar el proyecto de los Kirchner para Aerolíneas o la movilidad jubilatoria, medidas que no van en defensa del patrimonio nacional ni de los jubilados.
Moyano se ha comprometido a seguir salvaguardando al gobierno, negándose a reclamar la reapertura de las paritarias, pactando migajas a cambio, como una rebaja del mínimo no imponible en Ganancias (aceptando que los asalariados sigan pagando impuestos por trabajar) o un aumento miserable en las asignaciones familiares. Mientras Cristina sigue pagando la deuda externa con plata del pueblo (ver páginas centrales).
Llamamos a apoyar las luchas en curso de docentes y estatales para que puedan triunfar. Reclamando un aumento de salario de emergencia para ellos y todo el movimiento obrero. Y la reapertura de las paritarias. Que el dinero salga de los pagos de la deuda externa y el superávit fiscal evitando que el gobierno le pague al Club de París. Haciendo firmar el petitorio por un millón de firmas contra las mentiras y patotas en el INDEC. Y a seguir sacando pronunciamientos por la no expulsión de los delegados del subte.
Cristina y los salarios
La presidenta señaló días atrás: “En 2003 nadie pensaba que el salario de un trabajador pagaría impuesto a las ganancias... Estamos en un país distinto”. Moyano agregó “ninguno de nosotros sabía qué era la tablita de Machinea”, dando argumentos de que ahora se gana bien. Lo que no dicen ambos es que es una vergüenza que los salarios paguen “impuesto a las ganancias”, es decir, un impuesto al trabajo, cuando están exentas las transacciones financieras y el impuesto que más recauda, es el IVA, que paga el pueblo, mientras los grandes empresarios gozan de exenciones y jugosos subsidios.
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