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Después de BeijingLos últimos fuegos de artificio ya iluminaron la ceremonia de cierre de Beijing 2008. Los nombres del nadador norteamericano Michael Phelps o del velocista jamaiquino Usain Bolt, dos de los grandes consagrados de los Juegos Olímpicos, han comenzado a desparecer de los suplementos deportivos. Se abre paso, entonces, el balance de los juegos. El medallero olímpico deja en claro el abandono completo en el que el gobierno de nuestro país tiene al deporte de alto rendimiento. De las 6 medallas que obtuvo la argentina, 2 de oro y 4 de bronce, 3 corresponden a deportes por equipos, donde el sustento estatal no tiene prácticamente relevancia. Quienes lo practican lo hacen a nivel híper profesional, como los casos del fútbol y el básquetbol masculinos, o combinan jugadores amateurs con profesionales y con importantes sponsors privados, como es el caso del hockey femenino con el equipo de Las Leonas. De las otras 3 medallas, una fue ganada por la joven judoca Paula Paretto y otra por la dupla de ciclistas Curuchet-Pérez. En ambos casos, según comentaron los deportistas y sus familias, el apoyo del Estado a su preparación y a la propia participación en los juegos fue prácticamente nulo, y pudieron garantizar su concurrencia gracias a aportes de familiares o de sponsors privados. Los resultados muestran una vez más que el gobierno no invierte nada en apoyar a los atletas de deportes de alto rendimiento. Pero, como ya es una costumbre, el doble discurso del gobierno de los Kirchner intentará ocultar que esa falta de inversión lleva a que nuestro país esté a años luz de las marcas de los atletas de otros países. Valga el ejemplo de pruebas individuales como el atletismo o la natación. La presidenta, recibiendo a los medallistas olímpicos para festejar y colgarse de la fama de los deportistas triunfadores, es la mejor cara de la hipocresía reinante. Una vez apagados los flashes, el abandono del deporte olímpico por parte del Estado volverá a ser la moneda corriente por los próximos cuatro años. |
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