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Escribe:
José Castillo
Cumbre del G 20
¿Un nuevo orden económico internacional?
Líderes de países imperialistas, con Bush a la cabeza, se reunieron con los jefes de estado de las economías más grandes del Tercer Mundo. Se firmó una declaración general, donde los yanquis obtuvieron el compromiso para apoyar el “libre mercado” a cambio de la promesa de darles una silla en los organismos financieros internacionales a los “países emergentes”.
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Protesta contra los presidentes imperialistas en la cumbre |
Se lo propagandizó como el nuevo “Bretton Woods”, haciendo alusión a la reunión de 1944 donde se organizó el orden internacional de posguerra, creándose el FMI y el Banco Mundial. Pero George Bush no es Roosevelt, ni Gordon Brown es Churchill, ni mucho menos Medvedev es Stalin o Sarkozy De Gaulle. Y, obviamente, ni Dominique Strauss-Kahn (del FMI), ni Henry Paulson (secretario del Tesoro yanqui), son Keynes o Dexter White (los economistas que diseñaron el nuevo orden).
Fue la primer cumbre presidencial del G 20. Este grupo de países se creó en 1999, como reunión de ministros de Economía que agrupaba tanto a los países desarrollados del G 7, como al resto de los países más “grandes” del planeta. Su objetivo inicial era encontrar medidas de coordinación luego de la serie de crisis abiertas en la década del ´90. El grupo está integrado por Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Japón, Reino Unido e Italia (el G 7), más una representación de la Unión Europea como tal (lo que le permitió en ese lugar asistir a Zapatero) y por los restantes países: Arabia Saudita, Australia, China, Corea del Sur, India, Indonesia, Rusia, Sudáfrica, Turquía, Brasil, México y Argentina. Sobrevoló la cumbre un debate sobre “reducir” el número de participantes (pasar a un G 14) lo que dejaría automáticamente afuera a la Argentina.
Nada en concreto
La cumbre reflejó la crisis de liderazgo mundial: los Estados Unidos, aunque siguen siendo la mayor potencia del planeta, transitan los últimos días de la mano del repudiado Bush en medio de una impresionante crisis que no sólo es económica, sino también política y militar. Lejos, muy lejos, quedaron los planteos del británico Gordon Brown, o del francés Sarkozy, de un nuevo Bretton Woods. Es que los propios líderes imperialistas no se pudieron poner de acuerdo en lo mínimo: la Unión Europea quería que se endurecieran las regulaciones para el funcionamiento de los fondos de alto riesgo (los llamados “hedge funds”), y Estados Unidos se oponía. La conclusión fue que “se deja en manos de cada estado la opción de elegir sus propias medidas”. ¡Pero eso es precisamente lo que está sucediendo hasta ahora! Es evidente que para eso no se necesitaba una cumbre.
Por eso parece absolutamente desproporcionado y fuera de la realidad el planteo de Lula, que calificó a la cumbre de “histórica”. Quizás se refería a que Bush lo sentó a su lado en la cena de cierre y aparece, junto con la China, como los candidatos a obtener las dos “sillas” en la mesa de conducción permanente del FMI y el Banco Mundial. Hasta ahora, a esto se limita la tan mentada “reestructuración” de los organismos internacionales para darle “más participación a los países emergentes”, como dice la declaración.
El rol patético de Cristina
El gobierno argentino jugó un papel de reparto. Parece que las promesas de pagos al Club de París, la reapertura del canje con los bonistas y la alineación con los yanquis en la condena a Irán, no alcanzaron para que Cristina tuviera ni siquiera una conversación telefónica con Obama. Encima casi se pierde, por llegar tarde, la foto con los presidentes, lo único que se iba a llevar de recuerdo.
A la salida de la cumbre, la presidenta argentina hizo declaraciones conclurimbombantes: “Estamos frente al fin de un modelo económico y político que pregonaba la falta de controles como concepto”... “no estoy hablando del fin del capitalismo sino que necesitamos otro capitalismo. Uno que busque generar puestos de trabajo, progreso social. No hay crecimiento ni desarrollo sin apoyarse en la estructura productiva”. Mientras tanto, su equipo de prensa ordenaba a los medios adictos reseñar una crónica de la Cumbre, donde los Estados Unidos habrían “cedido” antes los países del Tercer Mundo.
¿Se puede afirmar que “los Estados Unidos cedieron”? Creemos que es lo contrario: leamos para comprobarlo uno de los párrafos textuales de la declaración final de la cumbre, donde bajo el título “compromiso con una economía abierta”, los presidentes presentes afirman: “Reconocemos que estas reformas sólo serán exitosas si se enmarcan en un compromiso con los principios de libre mercado, incluyendo el respeto a la ley, la propiedad privada, la apertura comercial y la inversión, los mercados competitivos y eficientes, y sistemas financieros efectivamente regulados. Reconocemos la crítica importancia de rechazar el proteccionismo... En ese marco, dentro de los próximos 12 meses, no crearemos nuevas barreras a la inversión o al comercio de bienes y servicios... Además, alcanzaremos acuerdos este año sobre las modalidades que conduzcan a una exitosa conclusión de la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio.”
Quizás, la mejor expresión fue la de Chávez, cuando dijo: “Yo en verdad no me explico qué van a hacer a Washington. El anfitrión es el gran culpable de esta catástrofe”. Claro que sería interesante que en vez de tanta retórica, convocara él a una cumbre alternativa de los países dependientes para dejar de pagar la deuda externa, conformar un Club de Deudores, proponer nacionalizar las bancas y estatizar los recursos naturales hoy privatizados. ¡Esto sí que sería un paso para “refundar el orden económico internacional”!
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