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Fuera el FMIAtrás han quedado los discursos de los Kirchner acerca del desendeudamiento con el usurero FMI. Bajo la farsa de un Fondo renovado y más flexible, el gobierno planifica la vuelta del organismo y el regreso al llamado “mercado de capitales”. Acorralado por la crisis económica y las dificultades para obtener financiamiento externo, el gobierno avanza en su coqueteo con el FMI. En ese sentido se inscriben las recientes visitas del chileno Nicolás Eyzaguirre, responsable del Fondo para el Hemisferio Occidental, quien la semana pasada se reunió con el ministro de Economía, Amado Boudou, y con Martín Redrado, titular del Banco Central. En aquella reunión, dicen, los funcionarios acordaron que antes de fin de año el organismo fiscal auditaría la economía argentina (Clarín, 28/8). Al otro día de la reunión, el FMI entregó a la Argentina fondos por 2.454 millones de dólares, préstamo acordado por los miembros del G-20. Sin embargo, nada de ese dinero se va a destinar a la resolución de los acuciantes problemas de los trabajadores y el pueblo. Por el contrario, va a quedar guardado para el pago de futuros vencimientos. El gobierno necesita cubrir una deuda de 5.500 millones de dólares en 2010 (Crítica, 30/8). Por eso se juega a recomponer lazos con el FMI. De las bravuconadas anti FMI a la sumisión completa Durante varios años, el peronismo kirchnerista, haciéndose eco del fuerte repudio popular hacia el FMI, se la pasó criticándolo. Incluso llegó a decir que el pago en efectivo de 9.810 millones de dólares, en 2005, era una política de desendeudamiento, a partir de la cual se acababan los condicionamientos a la economía argentina. En 2007, Cristina lanzó un spot de campaña en el que decía “logramos que tus hijos (…) no tengan idea de lo que significa el FMI”. Hoy, en cambio, se suman al coro de empresarios y presidentes que, con Obama a la cabeza, salen a embellecer y a recapitalizar al organismo con miles de millones de dólares para que vuelva a prestar con condicionamientos antipopulares, argumentando que ahora se ha vuelto más flexible. Nada de esto es cierto. La deuda: una sangría que no cesa “En 1976 cada argentino le debía 300 dólares al FMI. Durante la dictadura, la deuda externa creció un 364 por ciento. Carlos Menem dejó el poder con una deuda pública de 123.366 millones de dólares, duplicándola en diez años de gestión. Entre 1976 y el año 2000, la Argentina pagó, por servicios de la deuda (amortización más interés) 212.280 millones de dólares. Sí, los números son correctos: la misma deuda ya se pagó varias veces. Con De la Rúa, la deuda subió a 144.222 millones y en la era K”, pese a que este ha sido el gobierno que más deuda ha pagado, “se registró el momento más alto de endeudamiento: 191.296 millones en diciembre de 2004. Luego de la reestructuración de marzo de 2005, se redujo a 129 mil millones y, desde entonces, volvió a subir” (Crítica, 22/ 3). Es que la deuda ha sido históricamente el principal factor de miseria y dependencia de la economía local, al igual que en el resto de los países. Más que nunca, dejar de pagar La única forma de terminar con la pobreza y el desempleo, es dejando de pagar la deuda y destinar ese dinero a salud, educación y trabajo. La posible obtención de nuevos préstamos internacionales, festejada por el gobierno y la oposición patronal, no resuelve ninguno de estos problemas, sino que los agrava. No sólo porque la cantidad de dinero que ingresa es menor a la que sale, sino porque, además, los trabajadores sabemos bien qué significa tener a un organismo como el FMI organizando la ingeniería económica de nuestro país. En dos palabras: más ajuste. Por eso es que hoy, más que nunca, es necesario que Argentina deje ya de pagar la deuda externa y no lleve adelante ninguna renegociación con los fondos buitres, ni con el Club de París. No puede ser que mientras algunas provincias se proponen pagar los sueldos en bonos o crezca la pobreza, los organismos financieros internacionales cobren en dólares y de contado. Debemos impulsar un Movimiento Nacional por el no pago, amplio, integrado por luchadores, dirigentes y personalidades anti-imperialistas. Llamamos también a Pino Solanas y la centroizquierda a que se pronuncien, ya que hasta ahora no han emitido opinión al respecto. También a la CTA. Moyano y la CGT, que tanto hablan de redistribuir la riqueza, deben decir que pagarle al FMI significa menos salario y trabajo. “¡Plata para salario, trabajo, salud y educación, no para la deuda!”, debe ser el grito que unifique a los trabajadores y demás sectores populares para dar pasos a la Segunda Independencia y empezar a combatir, con ese dinero, los graves problemas de fondo. FMI: el mismo de siempreMal que les pese al conjunto de los nuevos publicistas del FMI -incluyendo a los Kirchner- , la realidad es que se sigue tratando del mismo FMI que conocimos en los 90, con sus mismas recetas de ajuste y miseria. Y si no, basta con ver cuáles han sido los 14 acuerdos firmados últimamente por el Fondo con distintos países que solicitaron ayuda económica de 2008 a hoy. La mayoría exigen “lo mismo que en los 90: ajuste fiscal, privatizaciones, suba de impuestos, desregulación financiera y flexibilización laboral” (Crítica, 30/ 8). Por ejemplo, tras su acuerdo con Bielorrusia por 2.500 millones, el país debió devaluar su moneda en un 25%. En el Salvador, tras la entrega de 1.000 millones, las autoridades decidieron eliminar los subsidios a la energía, trasladando esos valores a las tarifas de los usuarios. Lo mismo en México, donde, bajo los consejos del Fondo, se avanzó en “el recorte de los derechos de los trabajadores para que las empresas aumenten sus ganancias y repunte la inversión” (Idem). En Polonia, “el FMI ponderó el aumento de la edad jubilatoria y la necesidad de continuar reformando el régimen previsional, incluyendo el aumento gradual de la edad de retiro laboral y la disolución de los sistemas especiales en el régimen general”. La excepción fue Estados Unidos, para quien los auditores tuvieron un trato favorable, e incluso elogiaron su política para estabilizar y normalizar el sector financiero a nivel internacional (Clarín, 31/8). ¿Qué pasa si dejamos de pagar?Muchas veces hemos escuchado a los poderosos decir, a modo de extorsión, que es imposible dejar de pagar la deuda. Si lo hacemos, nos dicen, la “Argentina quedaría aislada”, “sin posibilidad de obtener insumos”, “nos embargarían”. Sin embargo, lo que nadie dice -y que sería más fácil responder-, es qué ocurre si continuamos pagándo. Los hechos están sobre la mesa: el pago de la deuda no ha hecho más que condenar al hambre y la miseria al pueblo trabajador. La deuda, junto con la fuga de divisas, se ha convertido en uno de los más grandes coladores por donde se escapan los fondos de nuestra economía. Y aún así, por más que se pague, continúa aumentando. Es necesario y urgente terminar con esta gran estafa. La plata que ha destinado Argentina en estos años ha sido para alimentar las burbujas inmobiliarias y especulativas en el mundo por parte de banqueros y multinacionales -con la venia de los gobiernos imperialistas-, llevándonos a una de las mayores crisis capitalistas de la historia que ahora descargan sobre las espaldas de los trabajadores. A su vez, el dinero que ha salido de nuestro pueblo ha ido a financiar la carrera armamentista yanqui contra Irak o Afganistán. Seguir pagando hoy, además de ser ilegal e inmoral -en tanto no se salda la deuda con nuestro pueblo-, significa seguir tirando plata para salvar a esos mismos usureros como el Citi o GM. Por eso no hay que pagar ni un peso más y llamar a conformar un Frente de Países Deudores Latinoamericanos. |
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