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9 de noviembre de 1989Hace 20 años caía el Muro de BerlínSorpresivamente, una noticia conmovió al mundo: una multitud derribaba el muro de hormigón que cercaba Berlín “Occidental”. Parientes y desconocidos se abrazaban. Fueron tres días de fiesta. Después de 45 años Alemania comenzaba a reunificarse por la decisión revolucionaria de su pueblo. Era el inicio del fin del todopoderoso aparato totalitario de la burocracia “comunista” engendrada en la URSS en la década del veinte. Ni del lado del imperialismo y la socialdemocracia, ni del lado del jefe de la URSS Gorbachov y el dictador de la República Democrática Alemana (RDA), Erich Honecker, había el menor interés en romper ese muro. Y mucho menos en la reunificación. Todos ellos querían mantener los acuerdos de 1945, cuando Stalin, Roosevelt y Churchill pactaron el reparto de influencias en la Europa de posguerra, para reconstruir el capitalismo y frenar los movimientos revolucionarios e independientes de los trabajadores y los pueblos del mundo. Así se dividió Alemania y se impusieron siniestras dictaduras, tanto en la zona oriental alemana como en Polonia, Hungría y demás países de Europa del Este, sojuzgados por la burocracia de Stalin y sus sucesores. El ascenso antiburocrático En la década de los 80 comenzó a crecer el descontento contra las dictaduras de los que denominamos “estados obreros burocráticos” que existían en Europa del Este y la URSS. Los partidos comunistas los denominaban “el socialismo real”. La revolución polaca fue una de las primeras y más profundas, con el surgimiento del sindicato Solidaridad. En 1989, en toda Europa del Este había movilizaciones, huelgas mineras sacudían a la URSS y en Armenia su pequeño pueblo frenaba al todopoderoso Ejército Rojo. Se desarrollaba una rebelión antiburocrática y democrática de los trabajadores y los pueblos. Comenzaban a darse los primeros triunfos de lo que León Trotsky denominó desde los años 30 una revolución política. Ese año, en junio, hubo una derrota importante en China, cuando la dictadura del Partido Comunista aplastó la revolución con la represión en la Plaza Tiananmen. Pero esto no detuvo a las masas del bloque soviético. Una revolución derrumbó el Muro A comienzos de octubre la RDA hizo los festejos de sus 40 años. El régimen dictatorial estaba en total crisis, con un país semiparalizado en los económico y sacudido por un éxodo creciente de su población y las movilizaciones populares. La visita de Gorbachov fue utilizada por las masas para manifestar sus anhelos de cambio. Un sector de la burocracia gobernante optó por sustituir al viejo dictador Honecker y fue nombrado como nuevo secretario general Egon Krenz. Como parte de estos cambios, un mes después, el secretario general del partido en Berlín dijo en conferencia de prensa que se darían libremente los permisos para visitar Berlín Occidental. Y agregó “inmediatamente”. La población, enterada por la televisión, empezó a desplazarse hacia el Muro y la policía abrió las barreras. “La apertura del Muro de Berlín fue una sorpresa total”*. Sin que nadie lo hubiera previsto o planificado, los orientales comenzaron a trasladarse, en coche y algunos directamente a pie, a visitar el otro lado, ya sin restricciones**. Se abrazaban parientes y desconocidos. Los occidentales ofrecían bananas y champagne a los visitantes. Y aparecieron los picos y martillos… Bajo la mirada desconcertada de los soldados orientales, comenzó la demolición del hormigón. En tres días unos cuatro millones de habitantes de la RDA visitaron la zona cercada durante 28 años. Se calcula que unos 20.000 no volvieron más. Ya nada quedó igual. Se había puesto en marcha, no sólo el fin de la dictadura “comunista”, sino la reunificación alemana. Un triunfo con un alto costo Los políticos imperialistas empezaron a proclamar, con la caída del Muro, “el triunfo final del capitalismo”. Los burócratas de los partidos comunistas les daban argumentos, lloriqueando sobre una “derrota histórica”. No fue eso lo que ocurrió en los grandes cambios producidos en 1989 o con la posterior desaparición de la URSS. La caída del Muro fue una victoria del pueblo alemán y del mundo, porque concretó y simboliza el fin de las dictaduras burocráticas de los partidos comunistas. Por eso fue una revolución política triunfante. Pero al mismo tiempo tuvo grandes limitaciones. En primer lugar, porque al retrocederse respecto de la expropiación de la burguesía y la planificación económica estatal que existía en la RDA, se tuvo el alto costo de no liquidar el proceso restauracionista. Se produjo una derrota, que fortaleció a una potencia imperialista como la nueva Alemania unificada. También se fortaleció la campaña ideológica de todos los reformistas (y de los ideólogos capitalistas, por supuesto) contra la expropiación y contra la propiedad estatal de las principales empresas de producción y servicios, que son la base económico social de un verdadero socialismo. Los trabajadores alemanes seguirán haciendo su experiencia con el capitalismo, que nunca podrá ofrecerles el progreso que anhelaban los que tiraron el Muro. Por eso ha habido y hay huelgas y movilizaciones, rechazando una situación que indica, según datos oficiales, que tres de cada diez alemanes son pobres. Queda planteada la gran tarea de avanzar en un verdadero socialismo con democracia obrera.
* The Rush to German Unity. Konrad H. Jarausch. Oxford University Press, New York , 1994. Sobre las contradicciones de la vida en la antigua RDA, recomendamos la película “Good bye Lenin”. Específicamente sobre la represión de la policía secreta, “La vida de los otros”. El pueblo terminó con la división del paísEl proceso de la reunificación alemana es altamente contradictorio. Esa aspiración democrática se resolvió sin que surgiera una dirección revolucionaria que encauzara la movilización hacia una revolución socialista con democracia obrera. Hubo un tremendo vacío, con líderes reformistas titubeantes que se fueron inclinando hacia la extensión del capitalismo al conjunto del país. Desapareció la RDA, donde, a partir de la expropiación de la burguesía en la década del cuarenta, se había formado un estado obrero, aunque burocrático y con una dictadura títere del Kremlin. Era un tercio escaso del país, en las regiones menos desarrolladas. Si bien estaban lejos del altísimo nivel de vida de la RFA (República Federal Alemana), uno de los más altos del mundo, los trabajadores de la parte oriental lograron una serie de conquistas sociales muy importantes, como el pleno empleo y la jubilación, guarderías, vivienda, desarrollo del deporte, educación y salud públicas a cargo del Estado. La represión totalitaria y el estancamiento económico, agravados por las comparaciones con el nivel de vida en la Alemania imperialista, fueron haciendo crecer el odio antiburocrático y el rechazo a ese engendro caricaturesco llamado el “socialismo real”. La población de la RDA, en un anhelo de libertad y progreso, sin que hubiera una alternativa real de verdadero socialismo con democracia obrera, finalmente optó por una reunificación en el terreno del capitalismo y de las instituciones estatales de la democracia burguesa de la RFA. Su movilización antiburocrática empalmó con la simpatía hacia la unidad entre la población occidental. En poco menos de un año, a contramano de los proyectos iniciales de todos los dirigentes políticos, Alemania se reunificó. El político burgués que más rápido y astutamente comprendió lo que estaba ocurriendo fue el demócrata cristiano Helmut Kohl, que asumió la conducción de lo inevitable. Con millones y millones de marcos, la riquísima Alemania Federal bancó una serie de concesiones económicas a los “parientes pobres” del Este. Estos obtuvieron en poco tiempo la equiparación 1x1 de los marcos de ambos lados. Para estabilizar la situación del país y desmontar la movilización fueron desembolsados más de un billón de marcos en la ex RDA. |
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