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Escribe:
Malena Zetnik
Actualidad
¡SI! al matrimonio entre personas del mismo sexo
El derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo parece que ha desatado una guerra entre el cielo y el infierno. Con media docena de movilizaciones a favor y en contra en casi todo el país, este miércoles 14 de julio está previsto que se trate en la Cámara de Senadores. Los resultados están abiertos.
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Tras una ajustada aprobación en la Cámara de Diputados, el proyecto de derecho al matrimonio para todas las personas indistintamente de su sexo está por definir su suerte. El proyecto busca modificar el artículo 172 del capítulo IV del Código Civil donde habla del consentimiento y establece: “Es indispensable para la existencia del matrimonio el pleno y libre consentimiento expresado personalmente por hombre y mujer ante la autoridad competente para celebrarlo”, que sería modificado donde dice “hombre y mujer” por el término “contrayentes”.
Paradójicamente, los controversiales términos “hombre-mujer” a reemplazar, tienen su origen en la necesidad de que, a través de su figuración explícita, las mujeres pudieran elegir si deseaban casarse o no. Es decir, que se les garantizaba el derecho a decidir su matrimonio, cosa que antes era potestad del hombre. En el pasado, como en la actualidad, es necesario que la legislación se modifique para garantizar los derechos violados. Pero como sucedió en la cámara baja, los legisladores no se definen según su afiliación política o lo que la mayoría de las personas quieren, sino que lo hacen según su “propia conciencia”. Es decir, que el derecho a no ser discriminados por la orientación sexual queda a criterio de las creencias personales de cada legislador.
A las filas detractoras del proyecto encabezadas por el PRO, se le suman senadores del Peronismo Federal como Sonia Escudero y Liliana Negre, Mario Cimadevilla de la UCR y del propio kirchnerismo con Adriana Bortolozzi, entre otros. Y, aunque pretendan embanderase como principales impulsores de la ley, a los K se le está complicando su política oportunista. Ya tuvieron que mandar de viaje con Cristina Fernández a dos senadoras para que no voten en contra del proyecto en la jornada del miércoles. Y nunca, hasta ahora, estuvieron a favor del tema (ver ´Las falsedades...´)
Lo “natural” y lo “anti-natural”
A pesar de los avances científicos que demuestran que los humanos vivimos en una cultura y por lo tanto hemos abandonado los instintos “naturales”, uno de los argumentos más utilizados por legisladores acólitos de las Iglesias, es que lo “natural” son los matrimonios conformadas por un varón y una mujer porque pueden reproducirse. Y, por lo tanto, una pareja de dos varones o dos mujeres sería “anti-natural”, porque no pueden concebir hijos. Evidentemente, esta concepción que se remonta al Medioevo y que fija a la unión de dos personas como una “fábrica productora de humanos”, debería llevar al absurdo de prohibirles también el matrimonio a los ancianos, a las personas con enfermedades reproductivas o incluso, a aquellas que se casan decidiendo no concebir hijos. Reducir la vida social a la mera reproducción, no solo es una creencia anticuada, sino que además, pretende esconder los verdaderos cuestionamientos de estos sectores retrógrados. El matrimonio civil es laico y no es competencia de ninguna Iglesia, aunque pretenda gobernarnos.
“La tradición Argentina”
Otro de los argumentos más utilizados es que la unión de personas del mismo sexo no es una tradición en nuestras tierras porque no es una práctica extendida. Pero el problema de ese argumento es que tampoco era tradición el voto femenino cuando las mujeres pelearon para que se le reconozcan sus derechos políticos. Ni tampoco el divorcio. A su vez, si la violencia, el hambre, la explotación datan de mucho tiempo y afectan a la mayoría de nuestra sociedad ¿entonces las Iglesias están a favor?
El derecho a una familia “normal”
Sin dudas, la adopción es el punto más sensible del debate. Parece que cualquier intento de modificar la estructura familiar patriarcal es sinónimo de atentado contra la especie humana. Sin embargo, ¿es acaso posible hablar hoy de un único tipo real de familia? Lo que sí hay que decir es que un sector importante de la población homosexual ya tiene hijos adoptados o de su propia sangre y lo que se exige es que tengan los mismos derechos. Además, numerosos estudios realizados en Estados Unidos y posteriormente en el Reino Unido, Francia y España, indican que no existen diferencias significativas entre homosexuales y heterosexuales a la hora de ejercer sus funciones parentales. No se puede plantear como impedimento matrimonial que un niño/a pueda sufrir a futuro, porque la sociedad es discriminatoria. El problema es de la sociedad que discrimina, no de la persona discriminada. Más aún, las investigaciones al respecto muestran que las niñas y niños de parejas de personas de un mismo sexo no poseen diferencias significativas con los de parejas heterosexuales, ni en la tipificación sexual, ni tampoco en su identidad u orientación sexual. De hecho, hasta el momento, la mayoría de las personas homosexuales han sido criadas por padres heterosexuales.
La unión civil no es una salida, es una traición
Frente a las presiones de las Iglesias y muchos feligreses, algunos legisladores, encabezados por el senador radical Ernesto Sanz propusieron una solución de compromiso: la unión civil. Pero no se trata de una diferencia sutil o intermedia. La unión civil (que ya existe en cinco distritos del país incluyendo a la Capital Federal) implica tratar a las parejas del mismo sexo como personas de segunda categoría. En la actualidad, el matrimonio es el único estatuto que además de la obra social, permite heredar, adoptar conjuntamente, obtener bienes gananciales, y decidir y acompañar a la pareja en caso de accidentes o imposibilidad de toma de decisiones. Por lo tanto, no hay dudas de que es el único modo de garantizar la igualdad de los derechos. Pero está claro que no es una pelea fácil. Como lo hemos hecho cada vez que conseguimos un derecho, hay que salir a pelearlo en las calles. Por eso convocamos a movilizarnos porque los derechos no se mendigan, se conquistan.
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