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Otro invierno sin gasCaos para conseguir una garrafa. Precios por las nubes. Empresas que paran la producción y la reaparición del fantasma de suspensiones o recortes salariales. Todo mientras el gobierno de Cristina, gran defensor de los negocios de las petroleras, niega que exista “ningún problema de abastecimiento” Siempre lo mismo. Si hace frío, porque hace frío. Si hace calor, porque hace calor. Todos los años escuchamos la misma excusa: nos encontramos ante un invierno (o verano) “único”, “irrepetible” y “esta vez” (sólo “esta vez”) el consumo energético fue récord y superó la capacidad de sostenerlo. Por eso se corta o baja la presión del gas (para los “privilegiados” que tiene conexión de red natural) o “desaparecen” las garrafas (o “reaparecen” a valores astronómicos) para el resto. O, como suele pasar en verano, empiezan los cortes de luz. Hace apenas dos semanas, el ministro de Planificación, Julio De Vido, afirmaba: “problemas energéticos en Argentina no hay. Sólo cuando existen picos de demanda de gas se corta a los contratos interrumpibles. No hay crisis energética” (Clarín, 17-07). Pero llegó la ola de frío, y el desastre. Desde el hecho más básico: ahí donde hay red de gas natural, prendemos una hornalla y vemos ese color “amarillo” en la llama. Es que las empresas distribuidoras inyectan el gas con menos presión, para que “les dure más”. Conclusión: las estufas no andan, los calefones no calientan, para cocinar se tarda el doble. Y esto es apenas una anécdota menor frente al drama de millones de compatriotas que directamente no tienen gas natural y deben recurrir a las carísimas e inencontrables garrafas (ver nota aparte). También hay desabastecimiento de GNC en las estaciones de servicio. Y muchas empresas paran la producción ante la falta de gas. La continuidad de la política menemista Nuestro país tiene gas y petróleo. Pero en vez de utilizarlo para nuestro desarrollo, se ha transformado en un lugar prioritario de saqueo. Del desguazamiento de Gas del Estado salieron los negocios de la extracción y la estafa de transportadoras y distribuidoras, que cobran fortunas mientras no cumplen ninguna de sus obligaciones de inversión. Similar situación sucede con el petróleo, desde la venta de la estatal YPF. En muchos casos, las empresas ganadoras son las mismas, encabezadas por Repsol, la transnacional española que tiene de socio minoritario a Ezkenazi, el paradigma de empresario kirchnerista. El panorama es desolador. Se ha priorizado la sobreexplotación de los pozos para exportar, antes que la exploración de nuevos yacimientos. Las reservas probadas de gas, que antes de la privatización llegaban a 30 años, hoy apenas si alcanzan a 7. Y en el caso del petróleo, a 11 años. Como ya denunciamos muchas veces, vamos camino a quedarnos sin esos vitales recursos, y a tener que importarlos en su totalidad. La producción de gas viene cayendo ininterrumpidamente desde 2004, y la de petróleo desde 1998. Pero además, por falta de inversiones, ni siquiera tenemos infraestructura para transportarlo. Apenas si tenemos capacidad para 130 millones de metros cúbicos de gas por día, cuando la demanda nacional es de 170. Ya hoy, para cubrirla, se importa gas de Bolivia y fuel oil en barco de Venezuela. Los buques regasificadores, muchísimo más caros que la producción local, hoy son un recurso habitual desde que llegaron por primera vez en 2008. Nuestro sistema energético es un verdadero caos. Las grandes empresas del sector, que extraen y venden al exterior, apenas si tienen la obligación de repatriar sólo el 30% de las divisas. Mientras tanto, no exploran ni invierten en infraestructura. Las transportadoras y distribuidoras se siguen llenando los bolsillos con los subsidios del Estado. Para “garantizar” el servicio, ya llevan cobrados 2.400 millones de dólares desde que comenzó el año, tres veces más de todo lo que gastó en el mismo período el ministerio de Salud. Los Kirchner priorizan el saqueo antes que el abastecimiento No se trata sólo de “mala administración”. Es un hecho que los Kirchner, ya desde sus años en Santa Cruz, establecieron una alianza estratégica con los pulpos del gas y el petróleo. Esto viene desde el mismísimo momento en que pusieron el avión de la gobernación para garantizarle a Menem los votos necesarios para la venta de YPF. Ahora, sus empresarios “K”, como Eskenazi o Cristóbal López, están entrando como socios “menores” en el saqueo de esos recursos estratégicos. O se prenden en el “otro negocio”, el de importar gas a precios 3 o 4 veces mayores a los locales. Y a todos se les garantiza, con la vista gorda de los entes reguladores que deberían controlar, la violación a todas las reglas contractuales en términos de obligación de abastecimiento o nuevas inversiones. Hace un año, el gobierno de Cristina quiso favorecer a estas mismas empresas con un aumento sideral de las tarifas. Logramos pararlo con la movilización, saliendo de ahí un extendido movimiento donde confluyeron asambleas barriales contra el tarifazo, asociaciones de usuarios, organizaciones de trabajadores y partidos políticos con un eje común: la única salida pasa por la reestatización. La crisis energética nos plantea retomar ese movimiento, con idénticos métodos y objetivos.
Cortes de gas en las fábricas: ¡Ni suspensiones ni rebajas salariales!300 grandes empresas, entre ellas 50 que reciben gas desde Metrogas, y otras 85 que lo hacen desde Gas Natural Ban, ya tuvieron cortes de suministro. Hubo un corte total de gas en el Polo Petroquímico de Bahía Blanca. La General Motors decretó “vacaciones” y paró directamente durante una semana. La crisis energética está pegando de esta forma sobre la industria. Y, como siempre, hay que preguntarse quién la va a pagar. Bajo ningún punto de vista se debe aceptar ninguna suspensión, eliminación de contratos de tercerizados, o rebaja salarial, con la excusa de que la empresa “paró” debido a la crisis energética. Los empresarios reciben el gas subsidiado y pagan infinitamente menos que cualquier trabajador que tenga que comprar una garrafa. Ya ese sólo hecho en sí debería ser discutido. Entonces, que los efectos de la crisis energética no los descarguen sobre los trabajadores, sino que los absorban desde las ganancias y subsidios que obtienen todos los días. J.C. El escándalo de las garrafasUno de cada tres argentinos no tiene acceso a la red de gas natural. Debe entonces calentarse y cocinar con garrafas. Según el gobierno esto no es ningún problema. Todo el mundo debería poder comprarlas a 16 pesos las de 10 kilos, a 12 pesos las de veinte y a 25 pesos las de 15. Pero las garrafas no aparecen por ningún lado. Según un informe de la Defensoría del Pueblo de la Nación, hay dos millones de personas afectadas, principalmente en el Gran Buenos Aires, Santa Fe, Mendoza y Córdoba. Y cuando finalmente salen a la venta en alguna parte, lo hacen a valores astronómicos, alrededor de un 100% más cara que el precio oficial. No cabe ninguna duda: para acceder al derecho humano de no morirse de frío y cocinar un plato caliente, en nuestro país los pobres pagan infinitamente más que los ricos. Pero ahí no temina la odisea. No se encuentran garrafas en cada esquina. Muchos deben dedicarle horas, acarreando los envases vacíos, y volviendo cuadras y cuadras con la pesada garrafa llena. Eso, si tienen suerte. En las estaciones de servicio de Shell, por ejemplo, cuando hay, sólo aceptan envases de la misma marca. En muchos otros sitios de expendio directamente pusieron el cartel “no hay garrafas”. Las empresas proveedoras le echan la culpa a “la cadena de comercialización”. Los vendedores le responden que a ellos no les llegan. El gobierno se hace el tonto, pese a que “destina” 200 millones de pesos específicamente a subsidiar el consumo de garrafas. Ante estas dificultades, en medio de la ola de frío, muchos deben recurrir a los peligrosos calentadores de alcohol, o al kerosene, con serio riesgo de morir intoxicado. En algunas zonas, en pleno siglo XXI, se retrocede aún más: se cocina y calefacciona directamente con leña. Pero aún esto no es gratis: por una carga de 100 kilos, se está cobrando entre 43 y 50 pesos. Vergonzoso. J.C. Hay que reestatizar el gas y el petróleo
La crisis energética es el producto más palpable de la continuidad entre las políticas menemistas y actuales. De las privatizaciones del petróleo y el gas de los primeros años 90, no modificadas ni un centímetro, peor aún, fueron profundizadas por el kirchnerismo. Resulta urgente y fundamental planificar una nueva matriz energética. Que empiece priorizando las necesidades populares: todo el país debe tener acceso, sin dificultades, a los medios necesarios para calefaccionarse y cocinar. Es necesario entonces empezar por extender y universalizar el tendido de la red de gas natural a todo el territorio argentino, en particular al Noreste argentino y a las grandes barriadas populares que rodean a las grandes ciudades del país, hoy desconectados. Habrá que discutir también cómo se hace para no desperdiciar recursos no renovables. Hoy el 50% de nuestra energía proviene del gas y el 40% del petróleo. Se queman para obtener electricidad eléctrica que podríamos conseguir por vía hidroeléctrica (si se hicieran nuevas inversiones en el área) o atómica, si se terminara Atucha II. O incluso con nuevas obras que permitirían utilizar e incluir en nuestra oferta energética nacional fuentes alternativas, como la solar o la eólica. Hay que debatir y planificar qué hacer con nuestras riquezas en gas y petróleo, cómo aplicarlas a un verdadero proyecto de desarrollo al servicio de las necesidades populares. Pero, antes que eso, debemos recuperarlas. De ahí que el primer paso sea reestatizar todo el complejo gasífero-petrolero. Terminar con los negociados de YPF-Repsol, Panamerican y las transportadoras y distribuidoras. Se impone la conformación de una gran empresa estatal de energía, que rearticule y se de una política de utilización de nuestro gas y petróleo. Y, para evitar que, -como pasó en otras épocas o pasa hoy con Enarsa-, esa empresa estatal sea “colonizada” por los grandes pulpos (locales o transnacionales), o quede sumida en la corrupción, es necesario que sea administrada por sus propios trabajadores y profesionales, incluyendo la gran capacidad técnica desperdiciada de miles de ypefianos que fueron despedidos con la privatización. Una vez obtenida esta base indispensable, habrá que planificar, incluyéndolo en un plan más global, las obras públicas necesarias para ampliar nuestra infraestructura energética, agrandando las centrales hidroeléctricas, terminando las nucleares y desarrollando nuevas fuentes, cosa perfectamente factible de financiar si se le dedica apenas una parte de las millonadas que hoy se pagan de deuda externa. Y, mientras se realiza este programa imprescindible de ampliación de la oferta energética, debe quedar en claro donde están las prioridades. No debe haber excusas: la prioridad es el consumo de los trabajadores, desocupados y jubilajubilados a tarifas populares. Y, mientras no sea universalizada la red de gas natural, es una exigencia básica que las empresas deben cumplir prioritariamente con la existencia de garrafas a los precios establecidos en todos los puntos donde se requiera o ser castigadas con la ley de Abastecimiento, que autoriza a multar, clausurar e incluso expropiar a los transgresores. J.C. Charla debate“La Deuda Externa” Expone: José Castillo Viernes 30 de julio, a las 18:00 hs. |
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