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La revolución árabe en marcha
• La caída del dictador tunecino Zine El Abidine Ben Ali, el 14 de enero, fue el primer triunfo democrático revolucionario. Ahora, luego de siete días de crecientes movilizaciones, en medio de una huelga general y millones manifestando, está acorralado y a punto de caer el “matón de EE.UU.”, Hosni Mubarak. Egipto es el mayor de los países árabes, y su líder histórico y natural. Su dictadura de 30 años lo convirtió en el principal apoyo de EE.UU. e Israel. Su caída definitiva pateará el tablero de todo el juego imperialista, agudizando la creciente debilidad de Estados Unidos en la región y la crisis del sionismo. Crecerá la desestabilización política en todo Medio Oriente y en los países árabes. • En Egipto se lucha por el triunfo de otra revolución democrática. Se abriría una nueva etapa. Seguramente se conquistarán importantes libertades, procesos electorales, y las tareas democráticas que siguen planteadas, así como las antiimperialistas, se darán en un nuevo marco. Ya la tarea central de los trabajadores y el pueblo egipcio no será hacer una nueva revolución democrática, salvo que se produzca un golpe contrarrevolucionario. Se plantea la lucha por el triunfo de una revolución socialista, movilizarse hasta imponer un gobierno de los trabajadores y el pueblo para que vaya hasta el final en las tareas democráticas, antiimperialistas y anticapitalistas pendientes*. • La revolución democrática triunfante, según los gobiernos patronales y sus comentaristas políticos, no sería una revolución anticapitalista, sino democrática y popular. Y más cuando existe un inmenso vacío de dirección, fundamentalmente del movimiento obrero y de masas. Pero la lucha de los pueblos egipcio y tunecino es objetivamente anticapitalista por dos razones: 1) porque la movilización popular revolucionaria derrotó un régimen contrarrevolucionario capitalista, agente directo del imperialismo yanqui y europeo, y responsable del feroz desempleo y la pobreza, agravados por la crisis económica mundial, y 2) porque la revolución fue llevada a cabo por los trabajadores y el pueblo, no por la burguesía opositora tunecina. La contradicción de la revolución es, justamente, que los dirigentes de los partidos políticos burgueses y reformistas intentarán usurpar esa revolución para que quede en los marcos del capitalismo. Ese proceso se expresó en Túnez, donde las movilizaciones que continúan contra el nuevo gobierno, aunque inconscientes del problema de fondo (por la ausencia de una dirección revolucionaria), han levantado consignas como “No al robo de la revolución”. • Un rasgo característico del proceso actual es la ausencia de conducciones o reivindicaciones religiosas islámicas. Los Hermanos Musulmanes no han apoyando de entrada a las movilizaciones, aunque su peso político y organizativo probablemente les dé un papel importante a partir de que cambiaron y se empezaron a plegar a la lucha. • Las masas árabes están hartas de la miseria, la repugnante desigualdad social (la fortuna de Mubarak se calcula en 40.000 millones de dólares), la corrupción y las dictaduras. Encabezado por el pequeño Túnez y ahora el poderoso Egipto, está en marcha un proceso revolucionario en los países árabes. En Yemen (pequeño pero importante aliado de los yanquis) y Jordania (una monarquía que capituló hace rato a Israel) crecen las movilizaciones. Ya se extiende el descontento a otros países como Argelia, Libia, entre otros. • Las consignas para la revolución en marcha en los países árabes están ligadas a la gran necesidad histórica de construir partidos revolucionarios. En primer lugar, debemos llamar a la solidaridad incondicional con las movilizaciones obreras y populares de los pueblos contra las dictaduras, comenzando por ¡Abajo Mubarak!¡Basta de dictaduras hambreadoras y proimperialistas! En Túnez, junto a los reclamos democráticos, antiimperialistas y sociales, ya está planteada la necesidad de un sistema de consignas que tengan como eje central el llamado a que se reemplace el actual gobierno provisorio que nadie eligió ni apoya, por un gobierno de la central obrera tunecina (UGTT) y los comités de ciudadanos y demás organizaciones populares, reclamando que la UGTT retire su apoyo al nuevo gobierno. Ante la caída del dictador egipcio se abrirá una etapa semejante. En Egipto es urgente el apoyo internacional para solidarizarse con las movilizaciones populares y las huelgas para acabar definitivamente con Mubarak. Y estará planteado seguir la lucha por un aumento de salarios inmediato, contra el desempleo y la pobreza, por la libertad de todos los presos políticos y una amnistía total, por la plena libertad política y sindical; por la disolución de todos los aparatos represivos; cárcel a todos los funcionarios y represores del régimen anterior; por la expropiación, bajo control de los trabajadores, de las propiedades de la familia Mubarak (así como el clan Trabelsi, la familia de Ben Alí en Túnez); por la reestatizaciones de todas las empresas privatizadas; por elecciones libres y por la convocatoria a una Asamblea Constituyente Libre y Soberana. Por la unidad de todos los pueblos árabes contra el imperialismo yanqui y europeo y la recuperación de Palestina para su pueblo.
* Para profundizar sobre el tema de la revolución democrática anticapitalista ver Colección Inéditos (Verde), de Nahuel Moreno, desde página 161. |
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