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Menores e inseguridad
Una serie de crímenes protagonizados por menores, sumado al debate parlamentario, han puesto nuevamente en discusión la baja de la edad de imputabilidad como medida para enfrentar el crimen. La propuesta, fogoneada por el gobernador kirchnerista Scioli, consiste en bajar la edad de 16 a 14. Un propuesta que, en su boca -además de inútil-, es de lo más hipócrita, teniendo en cuenta que viene de recortar sensiblemente el presupuesto destinado al área del Sistema de Responsabilidad Penal Juvenil.
Si bien repudiamos todos los crímenes, el ensañamiento contra los menores que delinquen no resuelve ni por asomo el problema de la inseguridad. Por ejemplo, en El Salvador y Brasil, la edad de imputabilidad se sitúa en los 12 años y, sin embargo, la tasa de homicidios supera ampliamente la de Argentina. Lo mismo sucede en Inglaterra, el país europeo con la edad de punibilidad más baja (10) y, aún así, el de mayor criminalidad juvenil. Incluso, en nuestro país, el número de asesinatos cometidos por menores, en relación al total, es prácticamente ínfimo (15 sobre 2.000).
Este debate, al igual que el de lanzar más policías a las calles, pretende generar un impacto en quienes legítimamente reclaman medidas contra la inseguridad, aunque ninguno ataca el problema. En México, por ejemplo, el número de policías por habitante es tres veces superior al de Canadá, aunque el número de homicidios sextuplica al de este país.
Lo que el gobierno y la oposición no discuten es, por un lado, por qué cada vez más jóvenes son arrastrados al delito y, por el otro, quiénes están detrás de esto. Son precisamente los jóvenes, en particular del Conurbano, el sector de la población más afectado por el flagelo de la desocupación (15%). A esto se suma la pobreza extrema que golpea sobre muchísimos de ellos. Con lo cual, el modelo de exclusión que impone el gobierno es una usina de mano de obra barata para cualquier tipo de delito. Sin embargo, no es la pobreza y marginación el único factor. Del otro lado están las Fuerzas de Seguridad u organizaciones de narcos que “emplean” a estos jóvenes para que roben y asalten para ellos. La mayoría de los delitos violentos, como el robo de autos, necesariamente necesitan de un alto grado de organización que excede ampliamente a los jóvenes.
La forma de combatir la inseguridad no pasa por bajar la edad de imputabilidad ni sumar más policías. Sino por organizarse en los barrios con sistemas de alarmas y mecanismos de autodefensa, desmantelar el aparato represivo, elegir a los comisarios por el voto popular. Y, fundamentalmente, terminar con la pobreza y marginación, para sacarle el caldo de cultivo a quienes usan los jóvenes y lucran con el delito.
J.R.
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