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Miguel Lamas

El desastre nuclear en Japón y la catástrofe del capitalismo

El terremoto de grado 9 y el tsunami que asolaron Japón desencadenaron otra catástrofe que tiene muy poco de “natural”: el desastre nuclear. Al escribir estas líneas, el primer ministro, Naoto Kan, dijo que la situación sigue siendo “muy imprevisible”.

La culpa es del gobierno capitalista de Japón. Hay que apoyar la lucha contra las centrales nucleares

La culpa es del gobierno capitalista de Japón. Hay que apoyar la lucha contra las centrales nucleares

Según las últimas cifras habrían muerto durante el terremoto y posterior tsunami más de 20.000 personas. Pero el desastre nuclear que sucedió a estas catástrofes de la naturaleza no tiene nada de natural. Los reactores son obra y responsabilidad humana. Los mismos se están incendiando porque no logran enfriarlos, ya que el tsunami destruyó los equipos de refrigeración. El peligro es que, de no poder solucionarlo en los próximos días, liberen enormes cantidades de material radioactivo que afectaría un área muy grande, incluida la ciudad de Tokio, de 35 millones de habitantes, ubicada a 250 kilómetros de la central atómica. Si esto sucediera, podría convertirse en un desastre superior al célebre de Chernobyl, sucedido en la ex URSS, actual Ucrania, en 1986, que provocó más de 100.000 muertos (aunque las cifras nunca llegaron a confirmarse oficialmente).

¿Eficiencia japonesa?

Japón es una de las grandes potencias mundiales. Siempre se la señaló como un ejemplo de capitalismo altamente eficiente. Pero estos hechos, en especial en el tema nuclear, dicen otra cosa sobre su gobierno capitalista, que contrasta con la actitud del pueblo japonés actuando con ejemplar autodisciplina y solidaridad. Trabajadores de la electricidad y la salud se juegan la vida para salvar a los damnificados. Se presentaron voluntarios jubilados ex trabajadores de la central nuclear para intentar solucionar el desastre.

La empresa Tokyo Electric Power (TEPSA) a cargo de las usinas, alteró datos de su funcionamiento y seguridad ya en 2002. En 2007 no informó al gobierno de los daños producidos por un terremoto que produjo un incendio y una fuga menor en la planta de energía nuclear más grande del mundo, en Kashiwazaki, entre otros incendios. TEPSA dijo que había implementado mejoras en las instalaciones y la planta reabrió en 2009, contando con la autorización oficial (¿corrupción?). Los trabajadores denunciaron que la empresa había falsificado planos de seguridad.

Yuli Andreyev, un experto ruso, vicedirector del organismo que en la ex URSS luchó contra accidentes nucleares (como tal denunció el ocultamiento de información y mentiras sobre Chernobyl), manifestó sobre los hechos de Japón: “El problema es que la seguridad cuesta dinero… Se prestan a ceder en seguridad a cambio de consideraciones egoístas. Pura y simplemente por dinero. La localización de las centrales de Japón, junto al mar, es la más barata. Los generadores de emergencia no los enterraron y, claro, se inundaron en seguida.... ¿Cómo puede diseñarse una central nuclear en una zona de alto riesgo sísmico, al lado del Océano, con los generadores de emergencia en superficie? Llegó la ola y todo quedó fuera de servicio. No es un error, es un delito”.

Tanto los organismos estatales japoneses de control, como la propia OEIA (Organismo Internacional de Energía Atómica, dependiente de la ONU), están penetrados por los intereses de las grandes multinacionales que controlan el negocio. Es decir, no hay un control independiente y menos de los sectores populares.

El sistema capitalista, basado en la ganancia individual y de la clase privilegiada, está causando una catástrofe mundial, humana y ambiental. El desastre nuclear en Japón vuelve a confirmarlo. Mientras esto sucede, un puñado de 1.200 multimillonarios acumula 4.5 billones (millones de millones) de dólares, según la revista Forbes. Lo que ahorraron en inversión en seguridad en las centrales japonesas, seguramente engrosó la billetera de alguno de esos multimillonarios.

Para detener este desastre no hay que renunciar a los avances científicos y tecnológicos. Lo que hay que hacer es terminar con este sistema capitalista e implantar un sistema socialista, donde la producción y los enormes avances científicos de la humanidad estén al servicio de las mayorías, controlados democráticamente por las mayorías trabajadoras.

La movilización contra las centrales nucleares

La solidaridad con el pueblo japonés no se hizo esperar. Tampoco las movilizaciones exigiendo el cierre de las centrales nucleares, muchas de ellas funcionando al límite de su vida útil. Aunque aún no se sepa la dimensión final del desastre nuclear, en Alemania, 210.000 manifestantes han ganado las calles de Colonia, Berlín, Munich y Hamburgo para protestar contra la política nuclear del gobierno de Ángela Merkel. También hubo importantes movilizaciones en España y otros países.

Estos movimientos están totalmente justificados. No porque la humanidad tenga que renunciar para siempre a la energía nuclear con fines pacíficos. Pero ésta sólo debería utilizarse en condiciones de máxima y extrema seguridad, con transparencia y control democrático popular. La utilización de esta energía nuclear en manos de las multinacionales y los gobiernos que les sirven, en secreto y sin control científico independiente, priorizando sólo sus ganancias, es un riesgo permanente que, con toda razón, los pueblos no quieren correr.

Al mismo tiempo creemos que no se puede confiar en el imperialismo, sus transnacionales y sus instrumentos -como el Organismo Internacional de Energía Atómicapara este control y menos como autoridad para hostilizar a algunos países como Irán que desarrollan su industria nuclear.

Son los propios pueblos, con sus científicos independientes, en todos los países en que existen las centrales -como ocurre en nuestro país, en México o Brasil- o donde hay planes para instalarlas -como en Chile o Irán-, los que tienen que imponer la apertura de un urgente debate público y democrático sobre sus riesgos y la conveniencia, o no, de tener centrales nucleares.


Solidaridad de Orlando Chirino

En medio de las dolorosas noticias sobre Japón, el dirigente obrero venezolano Orlando Chirino, dirigente de la USI (Unidad Socialista de Izquierda) y de la UIT-CI) elevó “un homenaje a aquellos trabajadores, técnicos y empleados japoneses de las plantas nucleares que pusieron en riesgo sus propias vidas para operar los controles, liberar vapor radioactivo e impedir que se pusiera en riesgo la vida de millones de japoneses. Esos trabajadores merecen el reconocimiento del pueblo japonés y del mundo entero. Con estas actitudes valientes queda claro que el futuro de la humanidad sólo estará seguro en manos de la clase trabajadora, que somos los que producimos las riquezas y también los que nos jugamos la vida para impedir que los fenómenos naturales, los accidentes industriales o los rapaces gobiernos capitalistas-imperialistas pongan en riesgo la existencia humana”.


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