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EditorialVamos a abordar en este editorial el tema de tapa. ¿A qué se debe el efusivo discurso de la presidente despotricando contra los que luchan? ¿Apuntó a Moyano o a los trabajadores que reclaman salarios dignos? ¿Quiénes fueron los destinatarios de ejercer “presiones, amenazas, extorsión, aprietes y meter palos en la rueda”? Es evidente que la magnitud de los dichos -que incluyó la frase “yo no estoy muerta por volver a ser presidenta”-, nada tiene que ver con lo que dicen las encuestas. Mientras éstas dan un triunfo casi seguro a Cristina si se votara hoy, no hay ningún cheque en blanco. La realidad muestra que los graves problemas de fondo distan mucho de resolverse. Dicho en otras palabras: una cosa es el repunte electoral de la presidente y otra loque ocurre en las luchas cotidianas. Posicionamiento que al gobierno no le da ninguna autoridad para “disciplinar” a los que luchan, con el objetivo supremo de seguir manteniendo un modelo de “crecimiento” que sigue erogando fabulosas ganancias y dineros públicos para grandes empresarios y organismos financieros internacionales vía los pagos de la deuda externa, no para combatir los problemas estructurales que afectan a millones de trabajadores y desposeídos. El discurso de la primera mandataria tuvo un claro objetivo: enfrentar a los que reclaman diciendo que “esas actitudes” -la de defender lo que es legítimo-, manchan a las organizaciones sindicales, a las que tildó de corporaciones. Pero señora presidente: quienes usurparon los sindicatos atándose a los sillones de por vida, llegando incluso al asesinato, como hizo Pedraza con Mariano Ferreyra, son precisamente los burócratas sindicales aliados de su gobierno. El propio ministro Tomada se encargó de aclarar los dichos de Cristina diciendo que la destinataria de los mismos no era la CGT, ya que los principales conflictos (petroleros y docentes de Santa Cruz) no son de gremios que pertenecen a dicha central obrera. Los “desbordes” sindicales se producen precisamente por los bajos salarios y contra el chaleco de fuerza que le pone esa casta parasitaria para que los reclamos no se salgan del techo que fijó Moyano del 24% en cuotas. Porcentaje que, de firmarse, para muchos gremios significaría seguir perdiendo poder adquisitivo ante una inflación que día a día se come los salarios. Por eso muchos piden más. La UOM y la Alimentación en, conciliación obligatoria, 38% y 40%, respectivamente. Químicos y Petroquímicos, el 35% y Sanidad el 33%. Mientras son muchos los trabajadores víctimas del impuesto a las Ganancias. Se les da un aumento por una ventanilla y se lo quitan por otra, cuando los que hacen ganancias son los empresarios, nunca los trabajadores, a quienes se les paga sólo lo suficiente (y la mayoría no llega ni a eso) para mantener su fuerza de trabajo. Cuando Cristina dijo que “defiende a los trabajadores” y “lucha contra la explotación”, se olvida que la mitad de los ocupados trabaja en condiciones irregulares y la gran mayoría cobra salarios por debajo de la canasta familiar. Ni qué hablar de los trabajadores en negro o la mayoría de los jubilados que directamente se ven en figurillas para subsistir.
Todo esto mientras las multinacionales hacen fabulosas ganancias. Las utilidades de Petrobrás, por ejemplo, fueron en el primer trimestre del año de 6.740 millones de dólares, 42% más que el mismo período del año pasado (Clarín, 14/05). Ni qué hablar del resto de las petroleras -con las que la presidente hace quince días se solidarizó por las supuestas pérdidas ocasionadas por el paro petrolero en su provincia- o los dividendos que dejan los bancos, automotrices y alimenticias. “No podemos ser rehenes” de los que luchan, dijo Cristina. Un discurso para seducir a sectores de clase media acomodada. Pero los millones de rehenes y víctimas son los trabajadores y demás sectores populares que sólo tienen a mano la herramienta de la lucha para defenderse del salvaje aumento de precios. Rehenes de esos grandes empresarios que se quedaron con todo el patrimonio nacional vía las privatizadas, que aún se mantienen. Rehenes de los bancos que cobran tasas usurarias mientras fugan capitales a más no poder. Rehenes de un gobierno que sigue negociando para pagar la deuda al Club de París mediante un bono atado al crecimiento, es decir, indexado automáticamente, cláusula que no rige para salarios ni jubilaciones. Rehenes de las mineras que saquean al país sin legislación que se lo impida. Y de tantos otros atropellos bendecidos desde la Casa Rosada.
Si hay desbordes es porque los dirigentes sindicales están vendidos. El diputado kirchnerista y abogado de la CGT, Héctor Recalde, lo dijo con todas las letras: “Vamos a hacer todo lo posible para que no haya desmadres, para que el derecho de protesta se ejerza con razonabilidad, ya que tenemos una alianza estratégica con el gobierno” (Idem.). Podríamos agregarle, también con los empresarios. “Nunca le hicimos un paro general a la presidente”, dijo otro vocero de la CGT, revelando que dicha central acaba de cumplir diez años con ese pergamino, mientras puso todo su aparato sólo para movilizar a favor del gobierno en todos este tiempo. Llamamos al conjunto de los trabajadores (más allá de a quién piensen votar), estén enrolados en la CGT o en los dos sectores burocráticos en que está dividida la CTA (Yasky y Micheli), a la más amplia unidad de acción para luchar por salarios dignos, apoyar a los que luchan -esencialmente a la ejemplar lucha de los docentes de Santa Cruz-, contra el trabajo precario, en negro y tercerizado. Para ello hay que hacer asambleas y reclamar plenarios de delegados. Exigiendo que Moyano rompa la alianza estratégica con el gobierno y las patronales y tome alguna medida de lucha. Igual que para Ctera, enrolada en la CTA de Yasky, que no mueve un dedo ni siquiera por sus propios afiliados, como los maestros de Adosac. Y, cuando se acerque el día para votar, compañera y compañero lector, recuerde: no apoye a los candidatos del gobierno y a sus socios, porque seguirán defendiendo a las patronales y enfrentando a los que luchan. Para cambiar hay una alternativa unitaria que propone una salida de fondo: el Frente de Izquierda que hemos conformado. Apóyelo. |
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