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Escribe:
Diego
de Sociales
Miguel, La Renga y la Juventud
Con mucha tristeza recibí la noticia de la muerte de Miguel Ramírez (por la bengala, N. de la R). Miguel era de la banda de San Miguel, un grupo de pibes que iban desde hace muchos años a ver a La Renga.
La Renga representaba para Miguel -igual que para muchos jóvenes como yo- un escape. Un hermoso recreo de las rutinas de 8, 10 o 12 horas de trabajo por día con salarios de pobreza. Pero no un escape al vacío. En sus recitales se expresa el descontento de una juventud marginada, precarizada y oprimida. Por eso cantamos contra la policía y los milicos, y reclamamos justicia por Cromañón.
“El rock no es revolucionario”, me decía un compañero. Tiene razón. Ningún fenómeno artístico lo es en sí. Pero puede ser trangresor, rebelde. Y La Renga es una banda rebelde. Por haber renunciado a un contrato de un millón de dólares con Polygram y pasar a producir sus discos de forma independiente; haber apoyado al movimiento piquetero en 2001; tocado contra la invasión a Irak en el Obelisco o haberse pronunciado a favor de la lucha de Zanón (donde tocaron en 2005, 2008 y 2011).
Esa actitud los condenó al ostracismo mediático. Su recital en el Autódromo de Buenos Aires en 2007 fue el evento con mayor cantidad de entradas vendidas en toda la historia de la música en Argentina (100.000). Más que U2, los Stones, Mc Cartney. Apenas salieron algunas pequeñas notas. Sin embargo, “los mismos de siempre” logramos llenar estadios enteros (Atlanta, Huracán, Ferro, Vélez, el Chateu, Unión, el estadio único de La Plata y hasta River) con nuestro” boca en boca”.
Tanque (peón de taxi), Chizzo (plomero) y Tete (operario de fábrica), trabajaron incluso hasta después de haber llenado Atlanta con 20.000 personas en el ´97. Fue, en parte, gracias a la banda que decidí “caminar al costado del mundo”. Quizás cuando me encontré llorando como un nene al ver la imagen de Darío y Maxi en el primer y glorioso Ríver de 2002, fue que decidí “Morir queriendo ser libre”. En realidad, espero morir siendo libre, pero en rigor, tiene razón la canción. Al menos pretendo morir en el intento.
Seguramente no sea éste, aún, el anhelo de la mayoría de los jóvenes que, como yo, hacen lo imposible por seguir a La Renga. Pero estoy convencido que en esa capacidad de sacrificio y abnegación por la banda, en ese sentimiento de comunión que se experimenta en sus recitales, en esa rebeldía que se expresa en cada show se encuentra una parte de la juventud obrera y popular que va a protagonizar la revolución en Argentina. Ese es el homenaje que quiero hacerle hoy a Miguel.
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