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Miguel Lamas

Libia

Un triunfo de la rebelión popular

Las milicias rebeldes conquistaron Trípoli, capital de Libia, y el dictador Kadafi ha huido. Aunque la interpretación del imperialismo, los medios y hasta sectores de izquierda es que fue un “triunfo de la OTAN”, fue en realidad un extraordinario triunfo de la rebelión popular. Mientras siguen los combates contra el último reducto kadafista, el gobierno del CNT se prepara para intentar reestablecer las fuerzas de seguridad y liquidar, en un futuro cercano, el armamento popular. No le será fácil.

Un grupo de rebeldes festeja y apunta sus armas contra la cabeza de una estatua de Kadafi derribada dentro del complejo del líder libio, en Trípoli

Un grupo de rebeldes festeja y apunta sus armas contra la cabeza de una estatua de Kadafi derribada dentro del complejo del líder libio, en Trípoli

Las milicias rebeldes se formaron en febrero, con jóvenes combatientes sin entrenamiento militar y con las pocas armas que conseguían, para enfrentar a la brutal represión armada contra la protesta popular. La OTAN, que supuestamente intervino en Libia para “defender al pueblo”, se negó a armar a los rebeldes libios, porque los consideran “incontrolables”.

Durante la guerra civil de seis meses, las milicias combatieron con una enorme inferioridad de armamento y formación militar en relación al ejército de Kadafi. Sólo pudieron triunfar por el apoyo popular mayoritario.

La intervención aérea de la OTAN, que se limitó al ataque a algunas unidades de Kadafi y a Trípoli, no puede explicar la caída de la capital de 2 millones de habitantes que concentraba las unidades de elite de Kadafi, que estaban básicamente intactas. Solamente la intervención de la milicia popular endurecida en los seis meses de combate, y una deserción masiva de desmoralizadas tropas kadafistas, precipitó la caída de Trípoli.

¿Por qué y cómo intervino la OTAN?

Los países imperialistas ya tenían el petróleo de Libia, a través de sus transnacionales, con Kadafi, hasta enero de este año. Fue la rebelión popular la que puso en peligro este dominio. Para mantenerlo, cuando comprobaron que la insurrección podía contar con solidaridad, incluso armada, de otros pueblos árabes, y que su antiguo aliado Kadafi era indefendible, intervinieron. Para esto contaron con la complicidad y autorización del gobierno rebelde en Bengasi, el CNT (Consejo Nacional de Transición), para lanzar la campaña de bombardeos aéreos contra Kadafi. Pero la OTAN no actuó para que la milicia conquiste Trípoli. Esto lo reconoció abiertamente la gran revista del imperialismo británico The Economist (16 de junio): “Los gobiernos occidentales tienen la esperanza de que los rebeldes no conquisten Trípoli… con el riesgo que ello implicaría de que dieran su merecido a los leales a Kadafi… Prefieren que el régimen implosione desde dentro”.

El imperialismo quería una negociación para poder reconstruir un régimen estable, con los elementos proimperialistas del CNT y del propio kadafismo, buscando evitar que las Fuerzas Armadas resultaran destruidas por la insurrección.

El CNT

El gobierno del CNT abrió las puertas de la intervención de la OTAN con el argumento de impedir el avance de las fuerzas kadafistas sobre Bengasi. Pero el CNT no requirió ayuda militar de los demás países y pueblos árabes reclamando armas para las milicias populares, despreciando así la enorme simpatía popular por la revolución libia, especialmente en las vecinas Túnez y Egipto. La intervención de la OTAN confundió a los pueblos árabes con conciencia antiimperialista y también a los pueblos europeos que la vieron como “humanitaria”.

Esto pudo hacerse porque el pueblo rebelde -y particularmente las milicias- carecen de una dirección revolucionaria. Aprovechando ese vacío surgió el gobierno del CNT encabezado por su presidente Mustafá Abdel Yalil, de 59 años, que fue ministro de Justicia de Kadafi hasta que comenzó la rebelión, momento en que rompió con el dictador, acompañado de Mahmud Yibril, primer ministro, de 59 años, economista formado en EE.UU., y responsable de Economía de la dictadura entre 2007 y 2011, que promovió el giro neoliberal del régimen.

Un triunfo de las masas

La conquista militar de Trípoli por la milicia popular y la huida de Kadafi abre un nuevo escenario. Los vínculos señalados entre el imperialismo y el gobierno del CNT posibilitan que la OTAN y el imperialismo intenten adueñarse de este triunfo. El gobierno del CNT ya se comprometió a respetar los contratos de Kadafi con las petroleras imperialistas y uno de sus integrantes señaló que “convocarán a las fuerzas de seguridad para garantizar la reconstrucción del país una vez que haya caído el régimen de Muammar Khadafi”. ¡Es decir, la policía y ejército de la dictadura deben ser ahora los que garanticen la “seguridad” según el CNT!

Pero, claro, otra cosa es lo que pueden pensar y hacer los milicianos en armas. Se puede abrir una disputa con el nuevo gobierno, por ésta y otras cuestiones. Los comités populares surgidos en barrios y en las ciudades y pueblos liberados, y la milicia armada, son un poder popular, aunque por ahora acaten al CNT. Evidentemente el gobierno del CNT no confía en la fidelidad de las milicias y ya anunció que intentará desarmarlas. Sólo un gobierno de las milicias populares y los comités revolucionarios, de los trabajadores y la juventud, podrá garantizar una solución de fondo a favor del pueblo.

Esta no es sólo una disputa por ver quién manda, sino sobre cómo se reconstruye Libia después de la dictadura de Kadafi. Si se castiga a los esbirros del régimen o se los pone a cargo de la “seguridad” como quiere el CNT. Si se permite que continúe el saqueo imperialista que garantizó Kadafi y ahora promete el CNT, o se inicia un nuevo proceso de nacionalización petrolera con control popular, única forma de comenzar a solucionar los problemas de desocupación y la reconstrucción del país. Si se expropian o no los bienes de Kadafi, su familia y sus esbirros que se enriquecieron robando al Estado. Si se permite o no la presencia militar imperialista de la OTAN o se los expulsa de Libia. Si se convoca a una Asamblea Constituyente Libre y Soberana para que el pueblo decida el futuro o se mantiene la Constitución kadafista dictatorial basada en el “Libro Verde”.

Llamamos a mantener la solidaridad internacional con el pueblo libio, hasta derrotar los últimos reductos kadafistas, por el juicio y castigo a Kadafi y sus cómplices, por el retiro total de la OTAN de Libia, por la inmediata devolución y sin condiciones a Libia de los 100.000 millones de dólares que embargaron Estados Unidos y la Unión Europea. Llamamos a no otorgar ninguna confianza en el gobierno del CNT, a la defensa del armamento popular y por la no disolución de las milicias, como garantía para imponer una salida favorable a las mayorías populares explotadas de Libia.


Escribe:
Luis Covas

Libia y el debate en la izquierda

Los rebeldes, con armas precarias, fueron los que enfrentaron desde el comienzo al dictador Kadafi

Los rebeldes, con armas precarias, fueron los que enfrentaron desde el comienzo al dictador Kadafi

La toma de Trípoli y la derrota de la dictadura de Kadafi ha reavivado el debate que existe en la izquierda, desde el comienzo de la guerra civil, en Argentina y en el mundo.

Ese debate está también en el FIT. Los compañeros del PTS han sacado una nota en La Verdad Obrera Nº 441 (25/8/11) donde critican a Izquierda Socialista porque definió como “una victoria del pueblo libio” la toma de Trípoli y la inminente caída de Kadafi.

El PTS parte de dos definiciones equivocadas, que también levantan las corrientes chavistas, muchos Partidos Comunistas y otros sectores que se reclaman de izquierda o antiimperialistas: 1) “las fuerzas rebeldes” son la “tropa terrestre de la OTAN” y 2) la caída de Kadafi “es un triunfo de la política de las potencias imperialistas”.

Estos rebeldes, desde el comienzo, han sido sectores del pueblo que enfrentan la salvaje represión del dictador Kadafi, con armas precarias y casi sin armamento pesado. Basta ver las imágenes de los combatientes en la toma de Trípoli, con sus deterioradas camionetas rudimentariamente artilladas, con distinto armamento, sin uniformes y sin cascos, para comprobar que esas no son “las tropas terrestres de la OTAN”. Como se señala en nuestra nota central, la OTAN intervino, avalada por el CNT, para tratar de controlar la movilización y buscar una salida negociada con Kadafi. Justamente, la persistencia del combate de las milicias populares hizo que ese plan fracasara. Se llegó al colmo que la OTAN bombardeara varias veces, “por error”, columnas de rebeldes.

El PTS argumenta que no es un triunfo de las masas porque el imperialismo interviene para “que surja un gobierno más proimperialista que el de Kadafi y relegitimarse poniéndose del bando rebelde”. Pero ese es el rol del imperialismo -como también lo señala Izquierda Socialista- lo que no niega que exista un triunfo popular en Libia. Con esa argumentación no entendemos como el PTS definió que “la caída revolucionaria de Mubarak” en Egipto, fue “sin duda una victoria para los trabajadores…”*. ¿Por qué, si la movilización de masas en la Plaza Tahrir fue apoyada por Obama y Hillary Clinton? Razonando como el PTS, los centenares de miles que se movilizaron en Egipto serían una “fuerza terrestre” de Obama.Y, además, esa insurrección popular y juvenil fue dejada correr por los generales del Ejército de la dictadura que terminaron siendo el nuevo gobierno. El PTS debería rectificarse y definir a la caída de Mubarak como otro triunfo de “la política de las potencias imperialistas”.

El PTS se enreda en sus falsas argumentaciones y trastabilla a cada paso. En lo central siguen cometiendo el error de no ver que la ausencia de una dirección revolucionaria hace que esas grandes acciones revolucionarias y victoriosas de las masas queden limitadas al terreno democrático (derribar dictaduras), sean manipuladas por las direcciones burguesas y el imperialismo, y no sigan avanzando hacia revoluciones obreras y socialistas triunfantes.

Pero lo más grave en el PTS es su política. Con caracterizaciones similares a las de dicho partido, el gobierno de Chávez y otros sectores han dado su apoyo a Kadafi. Aunque equivocados, a nuestro entender, tienen coherencia. Pero, ¿cuál ha sido la política del PTS durante la guerra civil?: “Abajo Kadafi, y denuncia del rol de la dirección del CNT, en la perspectiva de pelear por un gobierno obrero y popular” (LVO, N° 420). Y ahora, esperar “el despertar revolucionario de la clase obrera”. O sea, el propagandismo abstracto, que los llevó al abstencionismo en medio de una sangrienta guerra civil. Si, según el PTS, lo fundamental de la lucha de los rebeldes es que va a surgir “un gobierno aún más proimperialista que el de Kadafi”, ¿no era más coherente que apoyaran críticamente a Kadafi? También hubieran sido más coherentes proponiendo ¡No a la guerra fraticida, por la paz entre los pueblos para disparar unidos contra la OTAN! Suena ridículo, pero en medio de una guerra civil se tiene que adoptar una postura política y militar concreta: con un bando, con el otro, o con ninguno. IS, la UIT-CI y otras corrientes fuimos claros: llamamos a luchar junto al bando del pueblo rebelde, con una postura independiente de no apoyo a la CNT y de rechazo a la intervención de la OTAN. El PTS diluyó su “abajo Kadafi” en la consigna abstracta y universal de “pelear por un gobierno obrero y popular”, sin llamar nunca al apoyo concreto a la lucha armada del pueblo libio contra el dictador.

 

*Ver Estrategia Internacional Nº27, pág. 13.


El régimen de Kadafi

Kadafi

Kadafi se inició como un nacionalismo burgués árabe hace 40 años. Nacionalizó el petróleo y tuvo enfrentamientos con el imperialismo. Fue parte del nacionalismo árabe que encabezara el egipcio Gamal Abdel Nasser.

Sin embargo, el carácter burgués y dictatorial del régimen lo fue acercando a buscar un acuerdo con el imperialismo. Lo que logró hace más de 20 años. Privatizó las grandes empresas estatales (varias ahora en manos de su propia familia) y entregó el petróleo a las grandes multinacionales imperialistas. La desenfrenada corrupción del régimen, comenzando por la familia de Kadafi, lo hizo muy parecido a otros dictadores árabes. Aunque su población tiene mejor nivel de vida que otros países africanos, producto de los altos ingresos petroleros, este se comenzó a deteriorar en los últimos años. Eso alimentó el odio a la dictadura y su corrupción. Por eso su derrocamiento es una obra del pueblo libio y no, como dice el chavismo, una operación imperialista para “adueñarse del petróleo libio”.

Es insostenible la postura de los que, como Chávez, pretenden apoyar “desde la izquierda” o desde una supuesta postura “antiimperialista” al régimen de Kadafi, que además de entregar el petróleo a las transnacionales, firmó un acuerdo de lucha “antiterrorista” con Bush, era amigo personal del ultraderechista gobernante de Italia Silvio Berlusconi y colaboró con Israel y el Egipto del derrocado Mubarak para bloquear a Gaza.

Repudiamos los bombardeos de la OTAN contra Libia. Pero estos no convirtieron a Kadafi en antiimperialista, ni mucho menos. Hasta último momento Kadafi estuvo buscando, incluso públicamente, un acuerdo que le permitiera salvar a su régimen y seguir los buenos negocios con el imperialismo.


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