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EgiptoLa revolución no se detieneEl pueblo egipcio volvió a salir masivamente a las calles. La semana pasada la represión causó 40 muertos y más de 1.000 heridos. Sin embargo, los manifestantes volvieron el último viernes a ocupar la plaza Tahir con 100.000 personas, al igual que las plazas de las principales ciudades, imponiendo el repliegue policial y exigiendo que se vaya el régimen militar.
“¡El pueblo quiere libertad!” y “¡Que caiga el mariscal” (en referencia a Mohammed Hussein Tantawi, jefe del consejo militar) se grita en la plaza. Ante la enorme y creciente movilización renunciaron todos los ministros el domingo 20 de noviembre y el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), designó a Kamal Ganzouri como nuevo primer ministro del gobierno de transición. Ganzouri, de 78 años, fue -durante más de 30 años- un alto jerarca del régimen que encabezó el ex dictador Mubarak hasta enero de este año. Como ministro, Ganzouri -doctorado en economía en Estados Unidos-, aplicó en la década de los noventa la política económica neoliberal y las privatizaciones dictadas por el FMI. El nombramiento de Ganzouri ya fue repudiado en la plaza Tahir. Este cambio de gobierno se produce en medio del proceso de elecciones legislativas que comenzaron este lunes y se extienden durante más de un mes (se hace por regiones). Intento de continuismo militar La revolución popular de enero logró que se vaya el dictador Hosni Mubarak, su detención, las de otros miembros de su familia y la disolución del Partido Nacional Democrático, el partido de Mubarak. Pero el ejército -que no participó en la represión contra los manifestantes-, asumió todo el poder, al caer Mubarak, como si fuera algo distinto a éste. Gran parte de la población creía realmente que los militares iban a garantizar una transición hacia la democracia. Trabajadores y sectores populares salieron a luchar por sus demandas postergadas. Se formaron nuevos sindicatos y ganaron dirigentes opositores en muchos de ellos, como en docentes. En cada empresa, universidad o administración se produjeron huelgas para echar a los funcionarios del antiguo régimen y exigir mejores condiciones para los trabajadores. Pero al pasar los meses y mantenerse la política represiva, detenciones arbitrarias, torturas y la negativa a investigar dichos casos, asesinatos en las prisiones, la violentísima represión a la minoría cristiana copta en octubre, hizo que muy rápidamente los militares perdieran todo el apoyo popular. Por otro lado, los militares decretaron un documento “supraconstitucional” por el cual se reservaban atribuciones, como la posibilidad de disolver el Parlamento y privilegios económicos y sociales para las Fuerzas Armadas, mientras que la Constitución debería ser redactada por “expertos” mayoritariamente nombrados por los propios militares, sin fijar fecha para las elecciones presidenciales. Es decir, mantener el poder militar con fachada “democrática”. La revolución sigue Las enormes movilizaciones ocurridas en la última semana indican claramente que se ha puesto en marcha una segunda fase de la revolución para terminar de echar a la jerarquía militar, ahora ya totalmente desenmascarada y odiada por la mayoría de la población. La movilización desbordó a los Hermanos Musulmanes, el partido más organizado -pro capitalista- que tiende a pactar con los militares para compartir el poder. La movilización revolucionaria exige desmantelar el poder militar. Esto sólo se puede hacer sacando del gobierno a los militares e imponer un nuevo gobierno provisional del Movimiento 6 de Abril, el movimiento juvenil que fue vanguardia de la movilización callejera, los sindicatos de trabajadores que también jugaron un rol central y las organizaciones que están movilizando contra el régimen en la plaza Tahir y en todo el país. Las elecciones que comenzaron este lunes son por etapas y para un Parlamento condicionado. ¡Esto es un fraude! Hay que imponer elecciones libres para todos los poderes, incluyendo a la presidencia, como para una Asamblea Constituyente soberana, donde el pueblo pueda deliberar y decidir una nueva Constitución para cambiar todo. Expropiar a las multinacionales, a Mubarak, a su familia y a los jerarcas militares, aumentar los salarios miserables hasta lograr un ingreso mínimo acorde al costo de la canasta familiar, trabajo digno para todos y otras demandas sociales. Hay que solidarizarse en todo el mundo con la lucha del pueblo egipcio, exigiendo el cese de la represión y apoyando su petición de que se vayan los militares del poder. |
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