El Socialista

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Mercedes Petit

1º de Mayo de 1952

El último discurso de Evita

Evita habló numerosas veces desde el balcón de la Casa Rosada, con el presidente Perón a su lado y ante multitudes que la ovacionaban. Hace 60 años pronunció su último discurso. Falleció menos de tres meses después.

Evita en su última aparición en el balcón de la casa de gobierno

Evita en su última aparición en el balcón de la casa de gobierno

La popularidad de María Eva Duarte de Perón había crecido a medida que se consolidaba el peronismo. Se había casado en octubre de 1945 con el teniente coronel Juan Domingo Perón, quien asumió su primera presidencia en junio de 1946. Como primera dama Evita comenzó a desarrollar su enorme capacidad de trabajo y su facilidad para vincularse con los sectores más desprotegidos. Impulsó la Fundación Eva Perón, y era el contacto más directo de Perón con las cúpulas de los sindicatos y la CGT.

En 1952 se había deteriorado la economía

El movimiento nacionalista burgués que encabezó Perón se desarrolló al calor de una coyuntura de gran bonanza económica vivida por la Argentina desde los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Un importante sector de la patronal, tradicionalmente ligado a Inglaterra y que incluía a los ganaderos de la provincia de Buenos Aires, impulsó una política de neutralidad en la guerra, auspiciada por los ingleses, desobedeciendo las órdenes del imperialismo yanqui. Luego del golpe de 1943, Perón asumió la Secretaría de Trabajo y Previsión y desde allí impulsó una serie de medidas que significaron enormes avances y conquistas para los trabajadores urbanos y rurales, y demás sectores populares. Fue ganando así el apoyo masivo de la clase obrera, que le permitía hacer frente a la oposición de los sectores patronales más oligárquicos y proyanquis. Con la coyuntura económica muy favorable que lo acompañó hasta 1949, Perón pudo elevar el nivel de vida de los trabajadores como nunca se había dado ni se repetirá luego en la historia hasta nuestros días. Al mismo tiempo, se podían repartir ganancias generosas entre los sectores patronales de su movimiento. En 1949 comenzó a declinar la economía. En 1952 el deterioro ya era alarmante, y la patronal de conjunto iba cerrando filas exigiendo mayor sumisión al imperialismo yanqui y mayor explotación a los trabajadores*. En 1951 salieron a la huelga los ferroviarios y Perón derrotó el primer intento de golpe de Estado en septiembre.

La “fiesta del trabajo”

Durante la primera presidencia de Perón se rompió la tradición de las organizaciones sindicales de celebrar el 1° de Mayo como un día de lucha obrera e internacionalista. Así era desde fines del siglo XIX, con jornadas de lucha memorables como la de 1909 (ver El Socialista N° 134). Desde el gobierno, Perón fue controlando cada vez más férreamente a los trabajadores, corrompiendo a los burócratas arribistas que se encaramaban en las cúpulas sindicales. Los conflictos obreros, que fueron creciendo desde 1949, eran reprimidos y los activistas independientes perseguidos. Como parte de ese proceso de control totalitario y vertical de los trabajadores por parte del gobierno, el 1° de Mayo se transformó en el festejo oficial de “la fiesta del trabajo”, con manifestación frente a la Rosada, y la elección de una linda joven como Reina del Trabajo.

”Saldré con el pueblo trabajador”

En 1950, a raíz de una operación de apendicitis, se detectó que Evita padecía un cáncer de útero. La enfermedad fue avanzando inexorablemente, a pesar de los tratamientos. Con gran entereza Evita intentaba seguir desarrollando su actividad política y social, mientras su cuerpo se debilitaba. Para Perón era una doble condena. Evita no solo era su mujer, sino una estrecha y fundamental colaboradora en su gobierno (El Socialista N° 135). Era venerada por los sectores populares, tanto por su acción social en la Fundación, como por su estilo llano y directo, que hostigaba a los oligarcas y reivindicaba a los pobres, sus “grasitas”. Proporcional era el odio que le tenían la patronal antiperonista y la clase media gorila. En agosto de 1951 había sido obligada por los militares a renunciar a su postulación como candidata a la vicepresidencia.

Aquel 1° de Mayo, más temprano, Evita había sido saludada con una ovación por los parlamentarios peronistas cuando acompañó a Perón en la inauguración de sesiones del Congreso. Ya en el balcón de la Rosada, escuchó el discurso de Gerónimo Espejo, nombrado jefe de la CGT por disposición de la propia Evita en 1947, cuando era un ilustre desconocido. Luego, tomó la palabra, brevemente, aún con el apasionamiento y fuerza que el pueblo le conocía.

Su último discurso lo dedicó a fustigar a la oposición antiperonista, recordando el fallido golpe de Menéndez en septiembre del año anterior. Hizo un llamado: “saldré con el pueblo trabajador, yo saldré con las mujeres del pueblo, yo saldré con los descamisados de la patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista. Porque nosotros no nos vamos a dejar aplastar jamás por la bota oligárquica y traidora de los vendepatrias que han explotado a la clase trabajadora, porque nosotros no nos vamos a dejar explotar jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de las metrópolis extranjeras”.

El 4 de junio hizo su última aparición pública, acompañando en un auto descapotado a Perón, que asumía su segundo período presidencial. Falleció el 26 de julio, poco antes de que pasaran tres meses de aquella despedida en el balcón.

Perón llamó a los trabajadores a quedarse en sus casas

El cerco de la patronal y el imperialismo yanqui, al que se sumó la Iglesia Católica, siguió estrechándose alrededor del gobierno nacionalista burgués de Perón. Este iba sumando una a una importantes concesiones a los enemigos de los trabajadores. Con la complicidad de los burócratas sindicales comenzó una campaña por el aumento de la productividad laboral y aplasó los conflictos obreros. Recurrió a un préstamo de los yanquis (aunque había jurado “cortarse las manos” antes de hacerlo). Sancionó una nueva ley de inversiones extranjeras con trato preferencial a las multinacionales. En 1954 se radicaron la Kaiser, la Fiat y la Mercedes Benz, mientras comenzaban las negociaciones con la Standard Oil de California para entregarle petróleo. Pero nada era suficiente, y el gorilaje clerical y proyanqui estaban dispuestos a todo para acabar con el gobierno peronista. Perón, mientras tanto, en vísperas del golpe de 1955 llamó a los trabajadores a no “hacer nada todavía”, y pidió que “me dejen a mi jugar el partido”.

El 16 de junio la marina y la aviación comenzaron a bombardear la Rosada y la Plaza de Mayo. Perón logró salvar su vida. Miles y miles de trabajadores salieron a las calles, a defender aquel gobierno que consideraban suyo. Pero la orden de Perón fue la desmovilización, la pasividad, llamando a “trabajar más y trabajar mejor”, y agradeciendo al Ejército por “cumplir brillantemente su deber”. Apenas tres meses después, con los obreros peronistas paralizados por las órdenes de su máximo líder, ese Ejército encabezó el golpe definitivo, logrando infligir una importante derrota a los trabajadores y al pueblo argentinos.

 

* Véase Método de interpretación de la historia argentina, Nahuel Moreno. Pluma, 1974.


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