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Declaración de la UIT-CIAnte las negociaciones para un acuerdo de paz con las FARC en ColombiaSe ha anunciado, por parte del gobierno de Colombia y la comandancia de las FARC la firma de cinco puntos (*) del llamado “Acuerdo general para la terminación del conflicto”. El presidente Juan Manuel Santos lo anunció el martes 4 de septiembre, desde Bogotá, y luego lo hizo la dirección de las FARC, desde la Habana, vía un video grabado con anterioridad del máximo jefe de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverri, alias ‘Timochenko”. Tanto Santos como ‘Timochenko” anunciaron que la primera fase de este proceso ya culminó con la firma de un acuerdo el pasado 27 de agosto y que establece la hoja de ruta del proceso. Ambos coincidieron en anunciar que luego de seis meses de intensos encuentros lograron crear una agenda que será abordada en una ronda de negociaciones. Actuarán como garantes los gobiernos de Noruega y Cuba y como países “acompañantes” Chile y Venezuela. Ante estos anuncios, los socialistas revolucionarios, integrantes de la UIT-CI, queremos fijar nuestra postura: 1) Los revolucionarios no nos oponemos, a priori, a que, como en cualquier lucha, huelga o conflicto armado, existan negociaciones. En este caso específico decimos que respetamos el derecho de las FARC para entablar una negociación, aunque discrepamos con la agenda pactada luego de seis meses de negociaciones secretas, para lograr la finalización de un conflicto armado que lleva ya más de medio siglo, que terminó llevando a un callejón sin salida al movimiento campesino y que ha perjudicado la lucha de la clase trabajadora y los sectores populares de Colombia durante décadas, por la política y los métodos equivocados de las FARC. Lo que, a través de los años, fue utilizado por la gran burguesía colombiana y a los intereses del imperialismo para justificar sus crímenes de las fuerzas represivas, de militares como de grupos paramilitares, contra luchadores sociales, sindicales y estudiantiles. Como la aplicación del Plan Colombia, con más de 10 mil millones de dólares destinados por el gobierno norteamericano para el enfrentamiento armado y la instalación de bases militares yanquis que, gracias a las resistencia democrática, obligaron a la Corte Constitucional a declarar a las bases como violación de la soberanía nacional. En este proceso, los métodos equivocados de la guerrilla fueron creando una gran confusión en el movimiento de masas. Lo que también derivó en un alto costo en militantes políticos honestos y revolucionarios que dieron la vida por ese proyecto político equivocado. 2) Las FARC, fundadas en 1964, nacieron como la expresión de la masiva autodefensa campesina en la lucha por la tierra ante la contrarrevolución oligárquica iniciada después de la derrota de la insurrección popular conocida como el “Bogotazo”. Eran entonces, hace 60 años, parte de la justa lucha del movimiento campesino para impedir el desalojo violento al que fueron sometidos por los grandes terratenientes y los partidos políticos, con el aval del Estado burgués. Se justificaba entonces la respuesta armada, porque no había otra opción. Pero esa justa causa se fue desvirtuando al tener las FARC la dirección del Partido Comunista que, en base a su ideología estalinista, fue consolidando un programa de capitulación, de búsqueda permanente de conciliación con sectores de la burguesía. Las FARC hablaban de socialismo pero nunca tuvieron como estrategia la lucha por un gobierno obrero y campesino, sino que buscaban una salida negociada para integrar un gobierno amplio, con distintos sectores de la burguesía “liberal” o “democrática”, o sea, un gobierno capitalista. En los puntos de la negociación que proponían las FARC en el año 2000 para una paz negociada, figuraba la propuesta de “un gobierno de reconstrucción y reconciliación nacional” (publicado en pagina web de las FARC, 2000). En esa plataforma no había ninguna propuesta de transformación socialista, sino “el estímulo a la producción, a la pequeña, mediana y gran industria privada” y que la “existencia de la propiedad privada e inversión extranjera no se oponga al interés social” (ídem). 3) Las FARC, desde los años 80, además de alejarse del movimiento campesino, terminaron degradándose política y militarmente. Primero fueron abandonando, en los hechos, el programa de la reforma agraria para reemplazarlo por el cobro de impuestos a los terratenientes. En esa nueva etapa se fueron transformando en una gran cooperativa armada. Jacobo Arenas, quien fuera uno de sus jefes históricos, llegó a afirmar: ”Somos ganaderos, somos productores de arroz (...) de muchas cosas (...) Es decir, tenemos un dinero que desde hace años se viene vinculando al proceso productivo... Así se reproduce el capital” (entrevista de Fabio Castillo de 1988, “Los jinetes de la cocaína”, Bogotá). Desde esos años pasan a cobrar un impuesto a los intermediarios de los narcos. Y agudizan sus métodos aberrantes de los secuestros extorsivos, captura de civiles en las carreteras, llamadas “pescas milagrosas”, que los fueron alejando de la simpatía de las masas colombiana, que finalmente terminaron rechazando y repudiando de forma generalizada a las FARC. Esto fue utilizado por la burguesía, que lanzó el lema “No más FARC” que, lamentablemente, hizo girar a sectores populares hacia el apoyo a ultrarreaccionarios como Alvaro Uribe Vélez. Estos métodos aberrantes se combinaron con que las FARC nunca tuvieron la política de buscar unir la lucha campesina con la urbana y del movimiento obrero. Nunca apoyan las huelgas obreras. Tuvieron incluso enfrentamientos con el movimiento indígena, que, como en el caso del movimiento indígena del Cauca, exigieron y se movilizaron en junio de este año por la retirada total del ejército y también de las FARC de sus territorios, porque se consideraban agredidos por ambos. Las FARC se negaron al reclamo indígena. Todo esto aisló y desprestigió aún más a las FARC. 4) Los cinco puntos pactados entre las FARC y el gobierno de Santos son ajenos a los trabajadores y el pueblo colombiano. Además, las FARC no representan al movimiento campesino, a los trabajadores y a los sectores populares como para negociar en su nombre nada. No pueden ellos pactar, por ejemplo, qué se debe hacer con la tierra y menos con puntos tan vagos como “mayor acceso a la tierra, llevar infraestructura a las regiones más apartadas...”. Ni proponen una reforma agraria, ni que intervengan las organizaciones campesinas. En ese sentido, consideramos que la negociación se debería circunscribir al cese del enfrentamiento armado, a exigir un alto el fuego inmediato, la reinserción a la vida social de los insurgentes, plenas garantías para su vida y derechos democráticos para que puedan actuar como partido o movimiento político. 5) Mientras tanto, llamamos a las FARC a que abandonen sus actuales métodos alejados de las masas y sus necesidades, que se unan a la lucha obrera y popular y se subordinen a las decisiones del movimiento de masas en su lucha contra el gobierno, las patronales y las multinacionales imperialistas. A unir a esas luchas para exigir un cese inmediato del fuego, el juicio y castigo a los responsables del genocidio y exterminio de los 3 mil dirigentes y militantes de Unión Patriótica, la organización política que legalizó la guerrilla en los acuerdos fallidos de los 80-90. Así como exigir al gobierno proyanqui de Santos la disolución y cárcel a las bandas paramilitares asesinas, juicio y cárcel a Uribe Vélez por genocida y la convocatoria a una Asamblea Constituyente Libre y Soberana que debata la liquidación del actual régimen represivo, sus instituciones, que establezca una reforma agraria y otras medidas de fondo políticas y sociales. 6) Este cambio político, de unirse a los trabajadores y al pueblo colombiano, sería la única posibilidad de defenderse de la continuidad de los crímenes que las Fuerzas Armadas y de la represión que el gobierno de Santos seguirá preparando. Lamentablemente, no parece ser esta la postura de la conducción de las FARC cuando su comandante “Timochenko”, en su alocución, reivindica a los militares y ofrece sus “manos abiertas” para una “reconciliación”. 7) Por todo esto, reiteramos nuestra total discrepancia con los cinco puntos del “Acuerdo general para la terminación del conflicto” y que confirma, por parte de las FARC como de Chávez y de Fidel y Raúl Castro, su orientación de buscar una negociación para adaptarse al sistema capitalista y sus regímenes políticos y que, en los hechos, significará la impunidad para los genocidas colombianos. Hay que recordar que el mismo Chávez llama “amigo” a Santos y le entregó detenido al periodista colombiano Pérez Becerra. Por eso, el comandante Timochenko reivindicó esos cinco puntos como una salida para el pueblo colombiano al afirmar que “Otra Colombia es posible”. Los antecedentes de los otros acuerdos de paz de la región (El Salvador, Nicaragua, Guatemala) avalados por la dirección cubana, terminaron con la ratificación de las ex direcciones guerrilleras de que al sistema capitalista, a sus regímenes y fuerzas armadas no se los cuestiona. Por eso Obama y los representantes del imperialismo europeo saludan esta negociación y avalan el rol de Cuba. Los socialistas revolucionarios rechazamos de plano ese tipo de pactos y acuerdos de paz. 8) Los socialistas revolucionarios seguimos apostando a la movilización de los trabajadores, la juventud y el pueblo contra el gobierno de Santos, representante de la oligarquía colombiana y proimperialista. Porque sólo con la lucha lograremos una verdadera ley de víctimas y tierras que permita la reparación a la comunidad campesina; una legislación laboral que garantice acabar con el trabajo semiesclavo e informal o acabar con los mercaderes de la salud, que se llevan la plata para construir campos de golf, mientras se agrava la crisis de la salud pública. Ese camino lo marcan la heroica lucha de los trabajadores de la justicia que, con paros y movilización, le arrancaron valiosas conquistas al gobierno; las luchas del movimiento estudiantil universitario que detuvieron la implementación de la reforma educativa; la de los docentes agrupados en la FECODE (Federación Colombiana de Educadores) que impiden que les arrebaten viejas conquistas, la de los trabajadores de los ingenios azucareros en contra de la tercerización o las luchas de los minas ubicadas en la costa atlántica del país contra la voracidad de las grandes multinacionales. 9) Por todo ello, la UIT-CI reitera que acepta el derecho de las FARC a entablar una negociación para dar fin al conflicto armado, pero rechaza dar apoyo político a los cinco puntos de la agenda pactada con el gobierno de Santos y ratifica que los trabajadores, los sectores populares y la izquierda revolucionaria deben seguir luchando por los cambios de fondo, que sólo se podrán lograr con un gobierno de los trabajadores y campesinos en una Colombia Socialista. Comité Ejecutivo Internacional de la Unidad Internacional de los Trabajadores Cuarta Internacional (UIT-CI) Septiembre 2012 (*) La agenda de cinco ejes pactada consta de: El primer punto es el desarrollo rural, en el que se discutirá la necesidad de dar mayor acceso a la tierra, llevar infraestructura a las regiones más apartadas, hacer que la prosperidad y los servicios del Estado lleguen a todos los habitantes del campo y repartir las oportunidades de manera más equitativa por todo el territorio. |
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