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Miguel Lamas

Egipto después de la caída de Mursi

¡Basta de represión! ¡Ningún apoyo a los militares!

Este último lunes, el ejército masacró a una manifestación de civiles desarmados de la Hermandad Musulmana, asesinando a 51 personas y dejando a 451 heridos con bala de guerra en El Cairo. El tremendo hecho se produjo a pocos días de la caída del presidente Mohamed Mursi provocada por manifestaciones de millones de personas exigiendo que se vaya.

Protesta en Plaza Tharir contra el gobierno de Mursi

Protesta en Plaza Tharir contra el gobierno de Mursi

El pasado 3 de julio, los militares dieron un golpe simulando estar de parte del pueblo, arrojando flores desde los aviones a la multitud y diciendo que era para “democratizar”. Los militares ya no podían sostener a Mursi y corrían el riesgo de que se destruyeran las propias Fuerzas Armadas, cuyos soldados confraternizaban con los manifestantes.

La Hermandad Musulmana es el movimiento que fue la base del gobierno de Mursi y ahora manifestaban para que lo liberen (está preso) y retorne al poder. La brutal represión militar se descarga sobre ellos, pese a que hasta hace dos semanas los militares habían sostenido al gobierno. No se atrevieron a reprimir a millones de personas movilizadas contra él. En cambio, reprimieron salvajemente a la movilización pacífica de los Hermanos Musulmanes. Esta represión se puede volver mañana contra la izquierda, los sindicatos o la juventud que se movilizó contra Mursi. Por eso hay que repudiarla como un hecho aberrante que debe ser castigado y que muestra que los militares y su nuevo gobierno, presidido por Adli Mansur, un juez que comandaba la corte suprema de Justicia, no son alternativa para el pueblo, como dicen.

La rebelión contra Mursi, el golpe y el nuevo gobiern

Mursi ganó las elecciones de junio de 2012 y rápidamente defraudó las expectativas populares. En enero de 2011 el pueblo egipcio se levantó contra la dictadura de Mubarak, exigiendo libertades democráticas, pero también mejores salarios, más trabajo y que se termine con la explotación de las multinacionales y de los grupos empresarios vinculados a los militares. Pero Mursi, pactando con las Fuerzas Armadas, siguió una política neoliberal gobernando con las multinacionales, grandes empresarios y banqueros, y pactando con Obama, aplicando las recetas del FMI como la flexibilización laboral. Además, se atribuyó superpoderes, mientras el país se sumergía en una grave crisis socioeconómica, manteniéndose el masivo desempleo juvenil.

A raíz de ello, las masas se levantaron contra su gobierno y coparon durante días la Plaza Tahrir, reclamando una “segunda revolución”. La caída del presidente fue fruto de la movilización revolucionaria, no de la acción de los militares. Equivocadamente, miles festejaron el rol de los militares.

La semana pasada, en una declaración apoyando el movimiento popular por la caída de Mursi, la Unidad Internacional de los Trabajadores (UIT-CI) alertaba: “¡Rechazamos el golpe militar! ¡Ninguna confianza en los militares ni en el gobierno de ‘transición’! El golpe militar es un reacomodamiento de las FF. AA. ante el temor a la revolución y a las masas. Quieren así evitar [...] que se siga desarrollando la revolución y que pierdan el control. [...] Su propósito fundamental no es atender las reivindicaciones de las masas, sino perpetuarse en el poder mediante gobiernos sumisos desde donde proteger sus intereses económicos [...] en alianzas con multinacionales y sectores del imperialismo, mientras el pueblo trabajador se hunde en la miseria y el desempleo. Además, las FF. AA. egipcias tienen pactos con los EE.UU. de los que reciben sumas millonarias para su armamento [...]”

La movilización popular que derribó a Mursi fue encabezada por el movimiento Tamaroud (Rebélate), con gran peso juvenil, que afirma haber reunido 22 millones de firmas por una petición reclamando la renuncia.

Tamaroud forma parte del Frente de Salvación Nacional, integrado por fuerzas y figuras políticas burguesas como Mohamed Al Baradei, apoyado por el imperialismo, ex jefe del organismo de control nuclear de la ONU. Este frente apoyó abiertamente al golpe militar. El frente designó a Baradei para estar en el gobierno de “transición” junto con el partido ultraislámico Al Noura.

En pocos días, con la represión, los militares comienzan a desenmascararse. Abriéndose, además, una crisis política, ya que el partido Al Noura rompió con el gobierno por la represión del lunes 8. Al cierre, seguía abierta la crisis, la represión y la inestabilidad política.

Es necesaria una alternativa revolucionaria

El problema central de la revolución egipcia es la falta de una dirección revolucionaria. Ni los Hermanos Musulmanes, ni los militares, ni sus actuales aliados “liberales” que encabeza Baradei pueden ofrecer una salida a favor del pueblo, los trabajadores y los jóvenes. Todos ellos sirven al imperialismo, las multinacionales y a la gran patronal. Y pueden poner a Egipto al borde de una guerra civil. Ante la crisis es necesaria una alternativa revolucionaria independiente de todos los sectores patronales. Una alternativa de los movimientos juveniles, los comités populares que comenzaron a formarse en la movilización, los nuevos sindicatos de trabajadores, quienes deben repudiar la represión y dejar de apoyar al gobierno “cívico militar” para plantearse un poder obrero y popular.

El gobierno cívico-militar reprime y pretende reformar la Constitución con un grupo de “notables”, amigos de los militares. Hay que movilizarse para repudiar el accionar militar represivo, la comisión de “notables” y exigir la inmediata convocatoria a una Asamblea Constituyente Libre y Soberana, con plenos poderes para decidir cómo será la economía, la educación y la organización política del país.

En ese camino, hay que seguir impulsando la movilización de masas por un plan económico que dé las soluciones que el pueblo reclama, por la expropiación de las multinacionales, de las empresas de los militares y de los grandes grupos económicos nacionales. Por la nacionalización de la banca, el no pago de la deuda externa para, con esos fondos, otorgar un aumento de salarios inmediato, dar pleno empleo y mejor educación y salud para todos. Y por la vigencia plena de las libertades democráticas y contra toda forma la represión, exigiendo juicio y castigo a los autores de las masacres populares.


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