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Negocios para destruir el tren
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A la izquierda, Cirigliano con Kirchner. A la derecha, con Menem. |
En los ‘90 con el gobierno de Menem, mientras millones eran sumergidos en la miseria, un pequeño número de empresarios amasaron fortunas. Tal es el caso de la familia Cirigliano, propietaria de TBA, que pasó de tener las líneas de colectivos 61 y la 62 de Capital Federal a más de ochenta líneas urbanas e interurbanas, participación en el subte de Río de Janeiro, un tercio de la nueva concesión del Ferrocarril San Martín, Viasur (la ex Rio de La Plata) y un sin número de industrias y empresas (Morrison- Emprendimientos ferroviarios, LUA, entre otras).
Con la privatización del ferrocarril mientras crecían los negocios de grupos como el de la familia Cirigliano, en el país se liquidaba la industria ferroviaria nacional y ciudades, pueblos, provincias y regiones se quedaban sin tren. El gobierno de Menem justificó las privatizaciones argumentando que «los ferrocarriles producen al Estado un déficit de un millón de pesos diarios». Hoy, con el gobierno de Néstor Kirchner, el Estado nacional gasta un millón y medio de pesos por día, es decir 500.000 más que con Menem y el servicio es el peor de la historia. Los sucesos que ocurrieron en Haedo son la cabal demostración que, tal como lo venimos denunciando junto a diversos dirigentes ferroviarios, la Lista Bordó ferroviaria, la Comisión Nacional Salvemos al Tren, el Movimiento por la Recuperación de los Ferrocarriles Argentinos y otros, las privatizaciones no sólo nos llevaron a un colapso del sistema ferroviario, sino que nos ponen ante el riesgo de un Cromañón ferroviario. La furia popular desatada en Haedo no es la primera: ya habían ocurrido dos, una en la línea San Martín y otra en Constitución, como demostración del hartazgo de la población.
Con el gobierno de Néstor Kirchner se consolidó el modelo privatizador. No sólo quedaron en palabras la reapertura de talleres ferroviarios como el de Tafí en Tucumán o el de Los Hornos en La Plata, sino que además la anunciada reapertura de los ramales que viajaban al interior se transformaron en «trenes de cartón», lentísimos y peligrosos. Lo fundamental es que continuó el festival de subsidios a empresas como TBA, Metropolitano y otras, que contribuyeron a acrecentar la fortuna de familias como la ya mencionada de Cirigliano. El ex ministro Roberto Lavagna, elevó reiteradas veces los montos de subsidios. Y Julio De Vido negocia la entrega de la línea Belgrano Cargas al Grupo Macri a quien le sacaron la concesión del Correo Argentino por incumplimiento del canon. El cuestionado Secretario de Transporte, Ricardo Jaime, hace la vista gorda y actúa como gestor de las privatizadas y TBA. A su vez la CNRT (Comisión Nacional de Regulación del Transporte) y el ONABE, entes que deberían velar por controlar y cuidar el patrimonio ferroviario, actúan como protectores de los intereses de las privatizadas y ejecutoras del desguace de los bienes que le costaron a generaciones poner en pie.
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